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Esquiladores de ovejas: resguardando la materia prima de los tejedores

En Sutatausa, Cundinamarca, los esquiladores son de gran importancia porque inician la cadena de producción del cuidado de lana de oveja.
Los esquiladores de ovejas de Sutatausa, Cundinamarca
Foto: Esteban Herrera.
Carol Velásquez

Esquilar es mucho más que solo cortar la lana que llevan las ovejas, es un oficio cargado de sabiduría que por millones de años se ha ejercido en todo el mundo. En Sutatausa, Cundinamarca, es reconocido como uno de los oficios más preciados porque es el principio de una cadena de producción para que las tejedoras del municipio logren sacar las ruanas que hoy encantan al mundo entero.

Allí vive don Florencio Cano, el esquilador más famoso del valle de Ubaté. Es un hombre orgulloso de su herencia, pues lleva 59 años en el oficio. Es alegre y siempre lleva un sombrero negro y sus gafas bien puestas para atender todos sus compromisos.

“Sumercé, a los cinco años de edad mi mamá me enseñó a hilar la lana y a los siete años vi cómo se esquilaba una oveja (...) fui aprendiendo y ahorita soy el experto en esquilar ovejas”, cuenta.

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Foto: Carol Velásquez. 

En este lugar los cuidadores y esquiladores de ovejas son fundamentales, pues son ellos los encargados de sacar la materia prima que utilizan para los tejidos que confeccionan; una herencia de sus antepasados muiscas.

Según explica Guillermo Bernal, gestor cultural y patrimonial de Sutatausa, Cundinamarca, a este territorio llegaron las ovejas con los españoles, ya que antes se utilizaba la fibra natural del algodón para tejer.


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“Finalizando el siglo XV ya tendrían algunos rebaños de ovejas aquí en el interior, y el comercio se vino dando también por esos productos, por tratar de introducir animales y productos que no se conocían aquí y, muy seguramente, los necesitaban en ese proceso de conquista y de imponerse las tradiciones que traían los europeos”, afirma.

A lo que agrega: “No en vano este territorio de la provincia del Valle de Ubaté se conoce como el territorio de tejedores de mantas, ya que era el elemento comercial más importante que tenían para realizar trueques y conseguir la sal”.

oveja

Foto: Carol Velásquez. 

Un oficio de cuidado

A una oveja se empieza a esquilar desde que tiene un año y durante el resto de su vida se repite el ciclo anualmente. Algunos utilizan tijeras con un filo potente, con la técnica más tradicional para hacerlo, pero también se puede usar una máquina.

“La oveja tiene un derecho, uno la acuesta, la maneja y la esquila, sin ir a maltratarla ni nada, sino lo más suave que se pueda”, manifiesta don Florencio.

El proceso dura entre 20 a 30 minutos, depende de lo grande que sea la oveja y la cantidad de lana que produce su raza; en Sutatausa, por lo general, se encuentran las criollas.

“La empieza uno por esta pierna de acá (la izquierda), y luego llega aquí al cuello; en esa parte le da la vuelta, le baja del otro lado. ¡Y listo!”, dice el esquilador.

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Foto: Carol Velásquez. 

Don Florencio ha viajado a varios municipios del país, inclusive ha estado en Bogotá enseñando y compartiendo con los más jóvenes sus conocimientos ancestrales. Para él es muy importante que la tradición no se pierda, sino que, por el contrario, se preserve por mucho tiempo más.

“Yo les digo que es un trabajo que me gusta y pienso hacerlo hasta cuando mi Dios me dé vida y yo lo pueda hacer, para no dejar caer este arte que a uno le dejaron sus papás de herencia”, concluye con orgullo.

En el Festival de Tejilarte 2022 fueron homenajeados los esquiladores y cuidadores de ovejas, pues en sus manos inicia el ciclo de su tradición más importante.

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