El papel del orientador es dar indicaciones a los usuarios para un buen parqueo, cerciorarse de que el vehículo quede bien cerrado y la optimización del espacio, labores que a su vez son un ejercicio terapéutico en el que aprenden manejo de horarios, rutinas y atención al público.
“Es importante aclarar que no somos vigilantes, ya que se presenta esta confusión con muchos ciudadanos, nuestro trabajo es un ejercicio cívico que permite una mejor movilidad y el buen uso del espacio público, el cual repercute en una ciudad más organizada”, indicó José Irme Calderón Patiño, administrador de las Zonas Azules.
Mediante este servicio se brinda empleo a 220 personas de población vulnerable organizada en tres grupos: adultos mayores, madres cabeza de hogar y personas con discapacidad quienes conforman la mayoría del equipo.
“En la ciudad no había una normativa para el parqueo de vehículos, lo cual generaba una problemática con el uso del espacio público, de allí nace la idea de crear una regulación y al mismo tiempo, como ya se hacía en otras partes del mundo, dar la oportunidad para que las personas en situación vulnerable puedan tener un sustento para sus familias”, explicó el administrador de las Zonas Azules, quien es invidente hace 17 años.
Es importante mencionar que este programa no genera un contrato laboral, si no un proceso de ocupación terapéutico en el que ellos reciben una compensación entre 15 y 20 mil pesos diarios durante seis horas que prestan el servicio. Y con algunas personas que tienen posibilidad de desarrollo se realiza el contacto para su vinculación laboral con empresas aliadas.
El proyecto que inició con 19 zonas azules y que hoy tiene 103 espacios en la ciudad, se realiza gracias al apoyo de la Secretaría de Salud y a la Secretaría de Transporte de Manizales.
En Colombia iniciativas similares funcionan en Pereira y Villavicencio y se adelantan gestiones para realizarla en Armenia.