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Lutieres de Ginebra, la misión de conservar una tradición

Por: Andrés Álvarez. A las afueras de Ginebra (Valle del Cauca) es normal ver llover cenizas en los campos, pero no se debe a un volcán cercano, ni a nada que se le parezca. Es por la quema de los cultivos de caña que rodean el municipio, cuyos restos se levantan con el viento caluroso que merodea los 27 grados de temperatura, y que caen por todo el municipio.

Por: Andrés Álvarez.

A las afueras de Ginebra (Valle del Cauca) es normal ver llover cenizas en los campos, pero no se debe a un volcán cercano, ni a nada que se le parezca. Es por la quema de los cultivos de caña que rodean el municipio, cuyos restos se levantan con el viento caluroso que merodea los 27 grados de temperatura, y que caen por todo el municipio.

Esos resquicios del fuego también se presentan en la Vía El Naranjal, a tres kilómetros del municipio que acoge el Festival Mono Núñez, en donde se ubica un taller que se especializa en lutería, el arte de crear instrumentos musicales. Allí, las guitarras, los tiples y las bandolas son los protagonistas.

En este lugar Diego Valencia, un pereirano de 37 años, se dedica a la fabricación de instrumentos desde hace 17 años. “Desde mi infancia viví en un ambiente donde trabajaba la madera. Mi padre fue ebanista y crecí entre virutas y maderas. Además, él fue músico y fue una combinación muy bonita que cultivó en mi este arte”, recuerda Diego, al hablar de sus inicio como lutier.

Diego trabaja varios instrumentos y puede tardar hasta 60 días realizando uno de estos objetos que dan vida a la música andina. En el taller, de seis metros de ancho por 12 de largo, tres hombres se dedican a este oficio.

Entre cepillos de madera, alicates, martillos, puntillas y mucho polvo, se crean bandolas de un costo aproximado de un millón ochocientos a cinco millones de pesos y guitarras que varían su costo entre dos y doce millones de pesos

“La elaboración de un instrumento de estos es dispendiosa y se inicia con la elección de una madera especial, algunas de ellas importadas, especiales para la construcción de estos objetos. Luego viene el corte y la dimensión, luego el doble que conforma el molde del instrumento y poco a poco se le va dando horma, para luego cepillarlo y pintarlo”, asegura Valencia.

Arley Bastidas, otro de los lutieres que trabajan en este taller, se dedica a la construcción de pequeñas guitarras para niños, quienes inician su carrera musical a través de su trabajo. Pero, según él, hace más que crear instrumentos: “Con lo que hago, es bonito darle la oportunidad a los niños de entrar al mundo de la música, que los aleje de las cosas malas y que mantengan las tradiciones musicales del municipio”.

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