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Diez momentos musicales del Joe Arroyo

Un recorrido por las etapas de la trayectoria de uno de los grandes embajadores de la música tropical colombiana.
Foto: Libro 'El Centurión de la Noche' de Mauricio Silva.
Luis Daniel Vega

Cantor arrebolado, cronista de las brumas, rumbero superlativo, músico empírico y fabulador irremediable, Joe Arroyo fue un prolijo compositor que a lo largo de tres intensas décadas escribió uno de los apartados más profundos y agudos de la música tropical colombiana. En la conmemoración de los diez años de su partida, recordamos parte de su fabulosa historia sonora.

1. El niño del barrio Nariño

Álvaro José Arroyo González descubrió su prodigiosa voz cuando iba de excursión al tanque de agua que estaba ubicado en la loma del barrio Nariño en Cartagena, ciudad donde nació el 1 de noviembre de 1955. Se ganó la simpatía por su dramática imitación de Raphael y, cuando apenas comenzaba su adolescencia, lideró el coro religioso del Seminario Santo Domingo. Al tiempo que les cantaba a los prelados más encopetados, amenizaba las noches de amor ilícito en los burdeles de Tesca, como se llamaba la zona de tolerancia en ese entonces.

Por esos mismos días era uno de los invitados frecuentes a Radio Vigía, espacio en el que se presentaban las voces emergentes de la Amurallada. Allí lo conoció el trompetista Manuel Villanueva, quien no dudó un instante en ofrecerle una plaza en su afamada orquesta con la que terminó grabando el disco ‘Hasta la madrugada’, publicado en junio de 1970 por el sello Tropical. Fue la primera vez que su canto quedó registrado en un soporte fonográfico.

2. Capullito

El acordeonero sucreño Rubén Darío Salcedo convenció a doña Ángela González, la madre del púber cantor, para que lo dejara instalarse en Sincelejo y unirse al Súper Combo Los Diamantes, agrupación liderada por el célebre compositor de ‘La fiesta en corraleja’. Fue él mismo quien le acomodó el nombre artístico con el que se le conoce desde esos días al de la voz desvergonzada. El canto del Joe, aun discreto pero lleno de gracia, aparece en ‘Capullito’, prensado en 1970 por Discos Fuentes.

3. La protesta

En 1971, los hermanos Cástulo y Leandro Boiga, le armaron sindicato a Michi y su Combo Bravo, agrupación en la que venían desempeñándose como percusionista y bajista, respectivamente. En una casa localizada en el municipio de Galapa, montaron La Protesta, una orquesta que causó alboroto por su estilo crudo de hacer salsa y por su pinta estrambótica. A propósito de su debut, Cástulo le contó los pormenores al periodista Mauricio Silva en el libro ‘El centurión de la noche’ (2011):

«Nos presentamos sin camisa, sin zapatos, con unos collares y con esos afros que nos gastábamos en la cabeza. Cuando terminamos la primera tanda, la gente no quería que tocaran otras orquestas (…). Eso fue en la Avenida Colombia con carrera 53 y recuerdo que al final del toque al Joe lo sacaron en hombros como a un torero». A mediados de 1972, antes de unirse a Fruko y sus Tesos, Álvaro José alcanzó a grabar junto a La Protesta una versión de ‘Ah-ah/o-no’, canción original de Willie Colón, popularizada en la voz de Héctor Lavoe».

4. Los tesos

Luego de poner su voz en los dos primeros discos de Fruko y sus Tesos, Edulfamit Molina Díaz, mejor conocido como Piper Pimienta, abandonó inesperadamente el proyecto de Julio Ernesto Estrada. En la víspera de comenzar a producir el tercer álbum, Fruko llamó a Wilson Manyoma Gil y a Joe Arroyo, quien cantó en nueve de las once canciones de ‘Fruko, el bueno’, publicado el 30 de octubre de 1972.

Meses más tarde, en marzo del 73, Arroyo regresó a los estudios de Fuentes en Medellín y grabó “El ausente”, hermosa canción escrita por Isaac Villanueva en la que por primera vez se registró “el caballito”, como fue bautizado por él mismo aquel gutural relincho que, en adelante, se convirtió en la inmortal rúbrica vocal del cartagenero.

5. Tania

Joe Arroyo y Saoko engalanaron con sus voces el que fue el capítulo más emblemático de la salsa en Colombia durante la década de los setenta. Con Fruko y sus Tesos, el Joe grabó diez discos hasta 1981, año en el que se fue a buscar rumbo como solista. Los Tesos fueron irreverentes, les dieron gusto a las parejas bailadoras más exigentes, perfumaron la atmósfera con aires dulzones de marihuana y se despacharon clásicos como ‘El preso’, ‘El caminante’, ‘Flores silvestres’, ‘Negro Chombo’ –dedicada al irresponsable padre de Arroyo-, ‘Luz en la inmensidad’ y ‘Tania’.

Esta última, incluida en ‘Fruko, el caminante’ (1974) fue la primera composición de Joe Arroyo que se grabó en disco alguno. La historia se la contó él mismo a Mauricio Silva: «Yo tenía mis temas desde hacía tiempo, pero me daba terror mostrárselos a Fruko, hasta que un día decidí enseñarle una canción al pianista de la orquesta. El álbum ya estaba grabado y el difunto Hernando (el pianista), le dijo a Fruko: “Vas a tener que abrir espacio porque aquí está el tema que va a romper en todo el país”. Entonces se lo canté a Fruko y el hombre casi se cae al piso. La hice para mi hija, Tania, que no había nacido. Ella nació un año después».

6. Al vicio no vuelvo más

La llave creativa con Fruko resultó fecunda durante la década de los setenta. Además de Los Tesos, Joe fue la voz de proyectos paralelos como Galileo y su Banda, Los Líderes, Los Bestiales y The Latin Brothers. De todos ellos -efímeros y motivados por el ánimo comercial de Discos Fuentes- el último es el que goza de especial recordación gracias a cuatro discos grabados entre 1976 y 1981. El primero de ellos, titulado ‘Te encontré’, contiene la inolvidable ‘Patrona de los reclusos’, una sombría guajira de Enrique Bonfante en la que nuestro disipado centurión cantó: “De rodillas te prometo/ que al vicio no vuelvo más (…)”. A la luz de las circunstancias posteriores, el descarnado verso se revela suplicante e irónico.

7. La verdad

Cuando El Joe que se iba a buscar fortuna en solitario, Fruko le dijo: «Hágale mijo, usted no se preocupe. Vuele que sus alas son grandes». Con la venia generosa de quien se había convertido en una suerte de padre adoptivo, en febrero de 1981 la Verdad debutó en la caseta La Tremenda de Barranquilla. Conformada por viejos amigos –algunos de ellos de La Protesta- la orquesta de Joe Arroyo grabó entre 1981 y 1984 cuatro discos opacados por el exceso y los malos humos. De esos años oscuros queda ‘Abandonaron el campo’, una canción incluida en ‘El campeón’ (1982), que narra anticipadamente la oprobiosa desdicha de los hombres y las mujeres que han sido desplazadas por cuenta de nuestras violencias históricas.

8. Me le fugué a la candela

Antes de entregarse definitivamente al sueño eterno el 26 de julio de 2011, al “máximo sacerdote de la rumba universal” –como lo llamó el escritor Efraím Medina Reyes– la parca lo visitó por primera vez en septiembre de 1983 cuando lo ingresaron al Hospital Universitario de Cartagena. Un grave caso de hipertiroidismo, sumado a la rumba extrema, casi arrancan de este mundo al que, ungido con la gracia del iluminado, se paró de su lecho mortuorio ante el asombro de los médicos y enfermeras. El mismo Medina Reyes, en ese entonces estudiante de medicina en el Hospital Universitario de Cartagena a donde fue llevado Arroyo, rememora el estupor general:

«Unos meses después, sin que todavía la ciencia haya podido explicarlo del todo, el Joe estaba cantando de nuevo. Su poderosa voz llena de cascabeles invadió el mundo. En el primer informe los médicos no encontraban la forma de explicar cómo había podido aquel guiñapo convertirse de nuevo en hombre y fugársele a la candela». Dos años más tarde, el recuerdo de aquel trance septembrino se convirtió en ‘Tumbatecho’, una cruel confesión que le valió la redención al cantante. Lo mejor estaba por venir.

9. Un pedacito de la historia nuestra

Entre 1986 y 1990, Joe Arroyo y su Orquesta La Verdad grabaron 36 canciones distribuidas en 4 discos que dan cuenta del genio del niño del barrio Nariño. En ‘Musa original’ (1986), ‘Echao Pa´ lante’ (1988), ‘Fuego en mi mente’ (1988) y ‘En acción’ (1990) está condensado “(…) un pedacito de la historia negra, de la historia nuestra, caballero”. De aquella treintena de tonadas fervorosas, más de la mitad hacen parte del acervo bailable continental:

«Yo no he conocido un cantante o una banda que en tan poco tiempo le haya entregado tantos éxitos a un país. Podría jurar que en el 89 había 15 canciones del Joe, de diferentes años, pegadas en casi todas las grandes ciudades de la zona», recapitula Chelito de Castro, pianista y arreglista de La Verdad, quien alcanzó la iluminación gracias al conmovedor solo de piano que se escucha en “Rebelión”, quizás la más insigne de aquellas inventivas.

Yo que nunca fui un ser conforme

En la cresta de la ola, luego de éxitos como ‘Echao pa’ lante’, ‘Suave bruta’, ‘La noche’, ‘Pa’l bailador’, ‘En Barranquilla me quedo’, ‘Yamulemao’, ‘Mary’ y ‘Te quiero más’, Joe Arroyo finalizó su contrato con Discos Fuentes y se fue para Sony Music. Mientras los exagerados presupuestos llenaban su bolsillo y los suntuosos homenajes llegaban al colmo de la idolatría, su genio creativo expiraba como se hizo evidente en las tres discretas grabaciones que realizó antes ‘Mi libertad’, álbum estrenado el 18 de diciembre de 1995.

De los diez registros que hizo con Sony, este es sin duda el mejor y, tristemente, albergó el último gran éxito en la carrera del cartagenero: ‘Tal para cual’, un recuento sincero de sus amores tortuosos con las mujeres y la droga –cuando canta “la vil cubana llamó otra vez” se refiere a su distribuidora personal– que muchos de los que nacimos a finales de los setenta bailamos retraídamente en las minitecas colegiales. Por primera vez su ciudad natal aparece en la portada de un disco suyo en el que, además, le rindió homenaje a los Gaiteros de San Jacinto y se despachó ‘María Paola’, un éxito obligado de los carnavales de febrero.

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