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Artesanos de la Música: itinerario de una travesía

Ellos, que emergen de su tierra, de su trabajo y de su capacidad creadora son nuestros artesanos de la música.

Por: Moncho Viñas.

Un 25 de junio de 2020, cuando me encontraba reunido virtualmente con mis compañeros del Grupo La Esquina conformado por poetas, coleccionistas, melómanos y amantes de la música, recibí una notificación que cambiaría el ritmo de mi vida cotidiana en los meses de noviembre y diciembre: integrar un equipo junto a Alejandra Restrepo, Luis Daniel Vega e Isaac Tacha para trabajar en un proyecto de Radio Nacional de Colombia titulado “Artesanos de la Música”, cuyo objetivo se centraría en visibilizar aquellas manos que crean instrumentos musicales con elementos tomados de la naturaleza. Coordinados por Andrea Alejandra Acosta Castro, el equipo se decantó por un instrumento de viento, la gaita y por algunos de percusión menor, los construidos con semillas como las maracas, los cascabeles y el Guasá y los que pertenecen a la categoría de los frotados, entre ellos el carángano, la guacharaca, la marímbula y la quijada de burro o caballo. Esta elección surgió cuando en las múltiples reuniones llevadas a cabo nos preguntamos por aquellos instrumentos que están constantemente presentes en la rica variedad de ritmos de nuestro país y en las diferentes formaciones orquestales de nuestras regiones, pero que son poco valorados o desconocidos o tenidos en cuenta. Sí, de aquellos de los que se habla eventualmente.

Transcurridos ocho días, es decir, en la reunión del 4 de julio, se me asignó la exploración e investigación de los instrumentos pertenecientes a la categoría de los frotados. Después de conversar con folcloristas, investigadores y de leer varios artículos y libros, entre ellos “La música del bajo Magdalena. Subregión río”, escrito por Álvaro Rojano Osorio, elegí a los artesanos Juana Molinares, José Valdés Teherán, José Vásquez Viloria, Daner Martínez Hudgson y Julio Contreras, quienes viven en Chorrera, corregimiento del municipio de Juan de Acosta, Atlántico; San Basilio de Palenque, corregimiento del municipio de Mahates, Bolívar; Santa Lucia, Atlántico; San Andrés Islas y Valledupar, capital del departamento del Cesar, respectivamente.

La travesía inició el 24 de noviembre en Chorrera con Juana Molinares, creadora del Carángano portátil, continuo al día siguiente con José Vásquez, quien elabora guacharacas en Santa Lucía y finalizó el 27 con José Valdés Teherán creador de marímbulas en San Basilio de Palenque. Las otras rutas fueron cubiertas por los compañeros Carlos Barraza y Humberto Carrillo Mendiola, de los estudios descentralizados de Radio Nacional de Colombia de San Andres Islas y Valledupar.

San Andrés

El carángano de Chorrera

Desde el patio de su casa, de su taller y de la Casa Museo Isleña, Juana Molinares, José Valdés Teherán, popularmente conocido como ‘Paito’, y Daner Martínez Hudgson nos contaron lo siguiente acerca de su oficio de Luthier

“A los doce años, yo ya sabía tocar carángano. Bueno, el carángano originalmente se compone de una tártara, uno dice que, de una tártara, no sé cómo le dirán a esto, una pita, uno le hace un huequito aquí a la tártara y pasa el curricán, entonces pone un clavo en el palo donde vaya a quedar hecho pa’ uno interpretarlo. Entonces uno lo amarra aquí, lo trae aquí y le hace un hueco en el suelo, un huequito para que pueda traer sonido porque si uno lo pone a flor de tierra, no toca… Estoy haciendo este huequito para hacer el carángano de cuando yo lo conocí, que era una lata, se le hace un huequito, se pasa el curricán, este la pita y se lleva al árbol pegado aquí con un clavito porque si no hace el huequito no sale el sonido, si uno lo deja a flor de tierra no sale nada”, explica Juana Molinares, desde la Chorrera en el Atlántico.

Juana Molinares - Artesana de la Chorrera, Atlántico

La quijada de caballo: instrumento tradicional sanandresano

“La quijada de caballo es el mejor instrumento que tenemos acá porque es la que más llama atención por decirlo así por su forma de como se ve, es raro, el sonido que tiene. Para mí es un gusto interpretar este instrumento, aunque yo no comencé tocando la quijada. Yo comencé tocando la tina, pero al pasar del tiempo me gustó fue la quijada y dije este es el instrumento que a mí me queda y, además, se toca de pie. Me enamoré más y comencé a tocar fue la quijada… El proceso de limpiarlo es un poquito complicado porque es un proceso muy largo. Hay que quitarle todo. Cuando uno lo encuentra, lo encuentra con carnecita, con gusanitos, con cosas así. Entonces, el proceso no es tan chévere que digamos, pero ya después que uno lo tiene listo es algo a otro nivel totalmente diferente, suena bien, cálida, cambia la quijada… Los pasos como tal es a medida que tú lo vas tocando, sí, porque la quijada el secreto es la vibración. Esta quijada es nueva en el sentido que yo no la he utilizado todavía, o sea en conciertos nada, está en mi casa, pero yo todos los días le hago lo que uno tiene que hacerle para que vibre, para que los dientes se aflojen. Ese es el único secreto. Uno lo va golpeando y él se va aflojando y sonando más y más y más. Unos diez minutos, quince minutos haciéndolo como que normal, marcando un tiempito. Cuando tú quieras ver eso está vibrando más y más y este es el secreto real de la quijada de caballo. Y la quijada entre más que tú lo toques va sonando mejor. Mi quijada real, la que utilizo en la tarima tiene mucho sonido porque como la toco en los conciertos, en los eventos, ella tiene mucho sonido. Llega al punto que se le caen los dientes, pero es malo y bueno. Malo porque uno de pronto no quiere estar tocando y de repente se le cayó el diente. Uno siente un poquito de pena, pero bueno en el sentido de que este flojo, entonces vibra más…”, relata Daner Martínez Hudgson desde San Andrés.

Quijada de caballo - San Andrés

Los instrumentos nacidos en Palenque

“Yo soy un músico prácticamente de nacimiento. Creo que yo cuando nací, que la partera me recibió en sus brazos, que mi mamá me dio a luz, que me palmeteó, yo no lloré. Yo lo que hice fue cantar, así que yo nací cantando… Estos elementos musicales que es lo que estoy fabricando yo ahorita, porque yo fabrico desde el tambor pequeño, mediano hasta el tambor famoso que usaban los palenqueros antes por medio de la comunicación, que es el famoso pechiche. Y para este instrumento ahorita mismo nosotros usamos aquí lo que es la tabla de cedro, la tabla de campano, la tabla de caracolí. Esos son unos árboles que prácticamente ahorita han sido los mejores árboles reconocidos como para fabricar este instrumento musical que está aquí. Pero como ahorita se nos ha puesto bastante difícil porque aquí en Palenque cuando me levanté yo había una cantidad de madera, lo que es el cedro, el caracolí, pero eso prácticamente se ha ido disminuyendo y ahorita yo me consigo aquí fabricando lo que es la marímbula grande, pequeña, mediana, algunas veces con esta madera aquí, que la mando a comprar en Arjona: son triples gruesos para fabricar estos instrumentos musicales”, nos cuenta José Teherán Valdés, de San Basilio de Palenque en Bolívar.

José Teherán Valdés - Artesano San Basilio de Palenque

Gracias a ella y a ellos retratamos y contamos los paisajes humanos y los procesos de creación de sus instrumentos. Ella y ellos son seres planetarios y terrenales dotados de naturaleza e historia, lengua e imagen, sonido, música y oralidad.

Ellos, que emergen de su tierra, de su trabajo y de su capacidad creadora son nuestros artesanos de la música.

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