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Cantos y alabaos del Pacífico, música negra para la vida y la muerte

En Guapí, Tumaco o Timbiquí, a los muertos se les despide cantando para acompañar su paso al más allá.
Luisa Piñeros

 

La muerte es tan significativa para la gente del Pacífico colombiano que está alineada con la lluvia. Dicen que desde hace cuatro días no caía una gota de agua en Guapi y que solo llueve cuando alguien ha muerto. Y hoy llueve. Es noche de difuntos en una de las casas aledañas al río. Hay sincronía entre la vieja creencia de que solo cae agua cuando algún alma se desancla del mundo terrenal. El agua cuando se desata, se vuelve simbólica, porque no todos los días se muere, y no todas las noches llueve igual

Y no es solo la lluvia, es tan bien la música. Los cantos y alabaos hacen parte de la cultura afropacífica. En Guapí, Tumaco o Timbiquí, a los muertos se les despide cantando para acompañar su paso al más allá.

En el proyecto del Grupo Cagüinga, oriundos de Timbiquí (Cauca), se refleja la ancestralidad y respeto por el origen de estos cantos y de las tradiciones fúnebres que se están perdiendo. Urgidos por esa necesidad y la alerta de la comunidad, Resistencia Music, liderado por Luis Carlos Osorio y Paola Henao, durante 4 días, en una casa de madera que de noche se convierte en cantina, se hizo la grabación in situ del álbum ‘Revivir Ancestral’ (2016) .

Fue Emeterio Balanta, músico tradicional, el encargado de hacer el llamado a voces importantes en la cabecera municipal de Santa Bárbara y de los corregimientos de San José y Santamaria. Participaron voces de linaje ancestral como: Carlina Bonilla, Esperanza, Emeterio Balanta, Modesta Torres, Jaquelinee Sinisterra, Timotea Luango, Diego Balanta y Ninfa Ocoró.

Todos ellos conocedores de los alabaos, esos cantos profundos y llenos de mística que parecen oraciones y que tienen como objetivo despedir con su forma de rezo, circular, repetitivo, al difunto que se va al otro lado. Los alabaos son cantos de adoración a los santos y cantos de despedida a sus seres queridos. Vienen del legado de los misioneros franciscanos y del encuentro que tuvieron con las comunidades afrodescendientes, que estaban tan alejadas, que ni en el mapa existían.

Ese sincretismo religioso, dio como resultado una práctica cultural que hoy en día está en riesgo de extinguirse, en medio de la asfixiante oferta musical que llega de todas partes.

Foto: Colprensa. Agosto 2019.

Pero a través de este álbum, los productores y músicos lograron crean una atmósfera que nos envuelve y a la vez conmueve por la espontaneidad y naturalidad con la que se grabó. Es un fiel reflejo sonoro de lo que es este ritual de alabanza, adoración y despedida. En cada golpe de voz hay una profunda conexión con el río y la naturaleza, con la vida y con la muerte.

Sin duda, este álbum es importante porque grabar alabaos y cantos es contribuir a preservar, salvaguardar y visibilizar todos estos saberes que aportan al tejido social y cultural del este lado del Pacífico.

Hay que destacar el rol de la mujer en este álbum y en general en la cultura pacífica. Ellas son las que llevan la batuta, liderando y organizando la música. El valor cultural está en reunir esta tipo de voces, cantos que reviven momentos de la infancia, recuerdos de sus padres, de sus abuelos que tenían la costumbre de llevarlos a los velorios o a las fiestas de los santos.

Ellos se convierten en receptores de toda esta sabiduría y es una memoria que hoy en día lo plasman en este proyecto. Es una memoria que contribuye a preservar estos saberes, estas voces, estos sentimientos de una región que también le pertenece a Colombia.

Así que, a la muerte se le da la bienvenida con música y a la vida se le despide con estos cantos que encierran el misticismo negro, la profundidad de una raza resiliente y que sigue resistiendo al olvido. En el cielo no hay indicios de lluvia para hoy, parece que la muerte les dará una nueva tregua.