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Caldas: genio y figura hasta en la escultura

La escritora y periodista colombo-francesa Sophia Rodríguez Pouget presenta su nuevo libro.

Por: Richard Hernández

Así como los temas para buenas novelas y películas no se agotan, tampoco los escritos y biografías sobre personajes que dejaron una importante huella en la historia del país. Tal es el caso del más reciente libro titulado ‘El día que la estatua de Caldas se bajó de su pedestal’, de la escritora y periodista colombo-francesa Sophia Rodríguez Pouget.

Se trata de una crónica histórico-periodística sobre la vida y obra del sabio Francisco José de Caldas, uno de los personajes más singulares y notables de la historia de Colombia durante su proceso de Independencia en el siglo XIX.

“Todo empezó en 2018, cuando se cumplieron 250 años del natalicio del Sabio Caldas. Por ser un personaje tan relevante de la historia, quise marcar esa conmemoración en la prensa e inicié una investigación que fue creciendo mucho más de lo que imaginé, y a la que fueron llegando una serie de personajes inesperados que terminaron por ser parte fundamental del relato”, comenta Sophia.

La autora, quien durante ocho años dirigió y presentó en la Radiodifusora Nacional de Colombia el programa ‘Talento colombiano’, cuenta que, pasada la publicación en el diario El Tiempo y el Nuevo Liberal de Popayán, algunos lectores payaneses, e incluso de diferentes regiones y países manifestaron su deseo de querer conservar la totalidad de la investigación en un libro que pudiera perdurar en el tiempo.

Sophia Rodríguez Pouget.

“Por eso aquí lo presento enriquecido con imágenes y fotografías inéditas, compartidas por descendientes de la familia Caldas y Thenorio, que incluyen documentos que se creían perdidos o inexistentes, como el acta de nacimiento del sabio y su diploma de abogado”, señala.

La publicación del libro coincidió en un año en el que varios monumentos fueron derribados y vandalizados en el mundo:

“Por una casualidad muy curiosa del destino, el libro apareció en un momento coyuntural de reflexión, en torno a la pertinencia de ciertas estatuas en el mundo. De hecho, la anécdota increíble es que el día que tumbaron la estatua de Belalcázar en Popayán, el impresor me estaba entregando los ejemplares del libro. Es algo que no olvido”, explica la periodista.

Sophia escogió la crónica para acercarnos al sabio criollo, un género al que le tiene especial preferencia. Según ella, le permite recrearse en la escritura, en la belleza del lenguaje, y hacer la narrativa mucho más agradable para el lector. Implica además una investigación extensa, precisión en la información y rigurosidad en el contenido.

“En la crónica no hay espacio para la ficción, pero sí para múltiples recursos que agregan magia y encanto al relato. Cuando vi todo lo que encontré a lo largo de la investigación, supe que Caldas debía ser contado con esos dos ingredientes: rigor histórico, pero también una atmósfera poética”.

Sophia nos lleva de una forma sutil e ingeniosa a través de esta crónica, a adentrarnos en diferentes facetas del sabio. Un título merecido ya que, de los personajes de Colombia, según Sophia, es el que más apelativos acompañan su nombre pues, siendo abogado, ejerció como astrónomo, geógrafo, matemático, físico, botánico, geólogo, químico, naturalista, topógrafo, cartógrafo, ingeniero militar, catedrático de filosofía y matemática, así como tratadista en arquitectura, antropología, etnografía, meteorología, zoología, óptica, geodésica y taxonomía.

El libro nos recuerda que Caldas pasó a la historia como el inventor del “hipsómetro”, instrumento que logró crear al descubrir la relación entre la altitud, la presión atmosférica y la temperatura de ebullición del agua.

En este recorrido evocativo, su autora nos muestra con gran detalle la estatua más emblemática del sabio Francisco José de Caldas, realizada por el escultor francés Charles Raoul Verlet, de las cuales existen tres iguales en nuestro país. Las dos primeras fueron erigidas en 1910 (con motivo del Primer centenario del Grito de la independencia), en la Plazoleta de las Nieves en Bogotá y en el Parque central de Popayán que desde entonces lleva el nombre del Sabio. La tercera fue levantada en Manizales en 1916.

Algunos historiadores cuestionan si el monumento tiene las verdaderas facciones del Sabio, pero según Sophia es sin duda una estatua de especial expresión y realismo que refleja varias de sus cualidades:

“Porta en su mano derecha una pluma de escritura que eleva hacia el mentón en actitud reflexiva mientras sostiene, en la otra, un bastón de caña y un ejemplar de El Seminario (primer periódico científico de La Nueva Granada que él mismo fundó y dirigió), símbolos de su vasta producción intelectual y de sus infatigables expediciones por los Andes”, explica

Asimismo, nos cuenta que en esta obra, Caldas lleva su ropa característica: “camisa de pliegues frontales, y puños acampanados, pantalón ajustado, chaleco a la cintura, y botas altas, así como un capote o un abrigo de paño de amplias solapas triangulares, bolsillos de tapa espesa y gruesa botonadura. Está plasmado con expresión circunspecta, pero a la vez febril e impetuosa, como de alguien que avanza con arrojo y convicción en sus ideas”.

La elaboración del libro le tomó un año a la periodista. Fueron varias etapas de viajes, entrevistas, investigación documental, consulta de fuentes y finalmente, tres meses intensos de escritura. Una fuente importante fue Regina Varona, sobrina en sexto grado del sabio y directora de Fundacaldas, entidad que creó en 2008 para mantener vivo el legado de su antepasado. Aunque son numerosos los descendientes de Caldas, Regina es su abanderada y Sophia retoma las siguientes palabras suyas:

“Para mí es fundamental el rigor histórico al hablar de Caldas, porque circulan muchos datos errados, otros que inventan irresponsablemente y otros que interpretan mal. Pasé veinte años investigando su vida, recorriendo archivos y los lugares que visitó, constatando su labor extraordinaria. Todo lo que digo se sustenta en registros y documentos”.

La crónica también resalta la figura de prócer de la independencia. A la par con sus labores científicas (formó parte de la Real Expedición Botánica como director del Observatorio Astronómico), Caldas también fue colaborador de la causa patriótica.

“Los conspiradores, como los llamaban, solían reunirse en las casas de Antonio Nariño y de José Acevedo y Gómez, pero, al verse vigilados, le pidieron al sabio trasladar sus reuniones al edificio octogonal del Observatorio, que por aquel entonces era el edificio más alto del continente”.

Asimismo, la obra nos deja ver un perfil del Sabio: “Caldas era en extremo singular para la época. Trabajaba mucho, dormía poco. Le fascinaba el chocolate, los quesos, el dulce. Le tocó la escritura apasionada y rimbombante del romanticismo, así como el despertar ferviente de la Ilustración con sus ansias de libertad y su afán de conocimiento”.

Para el prólogo del libro Sophia recurrió, según ella a uno de los historiadores más incisivos y lúcidos de Colombia, su coterráneo el payanés Víctor Paz Otero. Para ella hubiera sido fácil buscar a un escritor, que tuviera la misma perspectiva que logró formarse de Caldas durante su investigación, pero prefirió al sociólogo de la Universidad Nacional de Colombia, quien dice que “el arte de la biografía nunca puede ser equivalente al arte de perfumar cadáveres”.

Escultura de Francisco José de Caldas en la plazoleta de Las Nieves en Bogotá / Foto: Wikipedia - Felipe Restrepo Acosta

El historiador tuvo la ocasión de intercambiar opiniones con la escritora no sólo de las perspectivas que compartieron en sus aproximaciones a Caldas, sino de aquellos aspectos sobre los que tenían ópticas diferentes.

“Lo interesante precisamente del arte de la biografía, cuando es fruto de investigaciones exhaustivas, es que permite enriquecer esos debates y agregar nuevas dimensiones quizás ocultas o desconocidas en torno a una misma figura histórica”, señala el historiador en el prólogo del libro.

Después de hacer un recorrido por las diferentes facetas de Caldas, Sophia cierra esta crónica de una forma ingeniosa, cuando en su regreso a Bogotá, visita la estatua del Sabio en la Plazoleta de las Nieves y casualmente se encuentra a pocos pasos de ahí a un artista callejero que practica el “estatuismo” vestido como Caldas, en su pose habitual y con la misma actitud reflexiva y discreta.

Foto: Sophia Rodríguez Pouget

El semiótico y filósofo, Armando Silva señala: "Con esta obra, Sophia Rodríguez Pouget hace además un aporte al arte, y en especial al arte público, al generar una propuesta que yo ubico en el arte contemporáneo. Pues, por los mismos días en que la comunidad indígena Misak derribó la estatua de Belalcázar, salió el libro de Sophia, y en mi columna de El Tiempo relacioné esos dos hechos: el de tumbar una estatua, con lo que ella hacía, que no era derribar sino darle vida a una estatua a través de su pesquisa, que concluyó en Bogotá con una síntesis muy visual e interesante que volvió a darle vida al sabio Caldas".

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