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La opinión pública en la era digital

Por: Richard Hernández.La opinión pública es un concepto que a través de la historia muchos expertos sobre el tema han tratado de definir con exactitud.Uno de ellos es el filósofo alemán Jürgen Habermas, para quien “el desarrollo de la opinión pública y de las esferas privada y pública está ligado a la evolución de la historia de la humanidad”.

Por: Richard Hernández.

La opinión pública es un concepto que a través de la historia muchos expertos sobre el tema han tratado de definir con exactitud.

Uno de ellos es el filósofo alemán Jürgen Habermas, para quien “el desarrollo de la opinión pública y de las esferas privada y pública está ligado a la evolución de la historia de la humanidad”.

Habermas hace un recorrido desde las sociedades más primitivas y hechos históricos pasando por la Grecia antigua, la Revolución Industrial, los sistemas capitalistas y los gobiernos totalitarios, para explicar el concepto de opinión pública.

Actualmente esa noción ha cambiado notablemente desde que los medios de comunicación lograron masificar la información sobre diferentes sucesos consiguiendo que la gente tomara una posición sobre el entorno y la realidad de su país y el mundo.

La opinión pública suele definirse generalmente como la posición que tiene los ciudadanos sobre ciertos asuntos que ocurren en la sociedad y como se expresan esas inquietudes e inconformidades.

Asimismo, esa opinión pública puede expresarse a través de manifestaciones, marchas y protestas. También en diferentes espacios como el familiar, el laboral y en espacios ciudadanos. Además, ahora en las redes sociales.

Con la era digital la noción de opinión pública ha tomado un rumbo diferente que llama la atención de filósofos, sociólogos, periodistas y abogados entre otros.

A propósito, Juan Álvarez Castro, filósofo de la Universidad del Valle, nos dio su punto de vista sobre este concepto.

¿Qué es la opinión pública?

Esta pregunta suele ser esencial en el mundo de la prensa y se resuelve de manera general adjudicándola a una variada posibilidad de respuestas.

En este sentido un opinador puede ser, no necesariamente, un periodista o comunicador, parece que opinar no es el territorio de expertos, opinar sin importar el tema que se aboque, es como la política tal cual la definían los griegos de la época clásica, a nadie se le puede prohibir expresar lo que piensa.

Ahora bien, aunque las columnas de los periódicos están llenas de opinadores de variada procedencia, igual que los llamados programas de “opinión” radiales y televisivos donde se pontifica de lo humano.

El tema se complica con la llegada del mundo digital, es de tal proporción lo que se expresa en el Twitter, el Facebook, los blogs, el WhatsApp y el Instagram que se ha generado una aparente libertad expresiva.

Pero, aunque se supone que el opinador asume la responsabilidad de lo que expresa, y que el medio digital ha ampliado fronteras más democráticas, es usual hallar que ni profesionales, ni ciudadanos del común se responsabilizan de lo que expresan y se camuflan tras la impunidad que ofrecen y proporcionan las redes.

Entonces se opina, se dice y desdice, pero no se asume la responsabilidad de lo dicho, se trasciende al chisme, a la venganza, a actitudes morales de doble cara y a la liviandad ética.

Luego se puede pensar que tras la máscara virtual se ampara la irresponsabilidad y el juego del no hacerse cargo de lo que se dice.

Ante la aparente diversidad de expresión, como se ha dicho antes, se diluyen las responsabilidades legales y se pierde la frontera entre lo privado y lo público.

Este tema que, desde la acción comunicativa es ya considerado un añejo texto que abordó el filósofo Jürgen Habermas, quien hace un recorrido histórico del concepto de opinión devela eso que ahora en pleno 2019, es una urgencia, muchas veces sin criterio y muy de carácter personal.

“El ciudadano común se enfrenta a una multiplicidad de opciones para la construcción de las maneras de entender su propia realidad”: Neyla Pardo Abril, Doctora en Lingüística Española.

También dialogamos con Neyla Pardo Abril, Doctora en Lingüística Española, profesora titular en el Departamento de Lingüística de la Universidad Nacional de Colombia e investigadora adscrita al Instituto de Estudios en Comunicación (IECO), de la misma universidad. Sus investigaciones están centradas en las líneas de Análisis del Discurso, Comunicación y Cultura.

¿Cómo se puede definir en esta época el concepto de opinión pública?

Yo creo que tenemos que pensar es concepto de manera diferente. Me parece que los aportes de Habermas sobre este concepto fueron fundamentales en su momento histórico, pero no recoge completamente todo lo que está pasando en la vida contemporánea en la comunicación.

Sobre el concepto de opinión pública yo he venido diciendo desde hace un tiempo que vamos a tener que transformarlos en la construcción de opiniones públicas.

Que podríamos eventualmente si se hiciera un trabajo más experimental y más factico sobre el tema de la opinión pública.

Posiblemente podríamos algo así como estratificarlas, como organizarlas, tipificarlas y mostrar cómo se construyen y cómo se transforman para esos distintos sectores sociales.

Me parece que uno de los factores que estaría involucrado de una forma definitiva porque lo ha estado siempre al concepto de opinión pública es las formas de acceder al conocimiento.

Yo diría que ese concepto valdría la pena no tanto conceptualizarlo ahora en términos definitivos, sino más bien pensar en la necesidad de la transformación de ese concepto para ubicarlo más en lo que nos está pasando hoy como ciudadanos mediáticos y articulados fundamentalmente a lo que está sucediendo en la web, en todas sus manifestaciones.

Como en las plataformas de los medios de comunicaciones que se vuelven fundamentales.

También en los blogs (bueno ya casi no existen muchos de ellos), los twitter, en el Facebook y en las redes sociales en general, en las maneras como se distribuye el conocimiento científico

Cada uno de esos lugares tecnológicamente pretenden la construcción de opiniones públicas distintas, con propósitos distintos y al servicio de intereses distintos.

En consecuencia, lo que estamos diciendo es que hoy en día el ciudadano común se enfrenta a una multiplicidad de opciones para la construcción de las maneras de entender su propia realidad.

Eso hace que tengamos que pensar de manera distinta las formas de abordar las opiniones, pero además una manera distinta de comprenderla y de dar cuenta de cuál es el papel de esa opinión publica en una sociedad como la nuestra.

¿Cuáles son los elementos que tiene los ciudadanos para expresarse y ser escuchados?

La expresión ciudadana tiene hoy diversas alternativas, sin desconocer que, en las sociedades democráticas, pero principalmente en América Latina y en Colombia, los accesos reales a la internet no son totales.

La población en Colombia los datos deben estar aproximadamente en un 40 por ciento de acceso de los ciudadanos a la web, estamos hablando de una elite que está desconociendo la voz del 60 por ciento.

En este momento no tengo el dato exacto del Ministerio de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (MinTIC), pero digamos que eso pasa en América Latina.

Eso marca una diferencia sustancial porque estamos hablando de una gran cantidad de población que todavía esta marginalizada de las posibilidades de informarse electrónicamente a través de una plataforma u otra manera de los teléfonos celulares al internet.

En medio de esa condición que son reales desde el punto de vista socioeconómico, histórico y político inclusive, lo que uno tendría que pensar es que el ciudadano tiene como dos rutas:

Una es generar unas formas de resistencia, hacer discursos contestatarios, a los asuntos que resultan verdaderamente atropellantes, violentos desde el punto de vista simbólico para el ciudadano común y entonces hay protesta.

Es una suerte de protesta que se pretende viralizar entre los miembros de una comunidad con el propósito de poder resistir formas de ejercicio de poder abusivo, como lo que nosotros vivimos permanentemente en el país.

La otra forma es simplemente proponer discursos sobre problemáticas que un ciudadano o un grupo de ciudadanos consideran que debe ser relevantes y que debe ser conocido a través de la web.

Esas dos vías, resistencia y proposición. Me parece que se vuelven claves para estudiar cómo estamos comunicando nosotros.

A esto, se le suma la necesidad de responder a cosas que se están haciendo mediáticamente, que se proponen mediáticamente y que tiene que ver por ejemplo con el engaño, la falsedad y la coerción de ciertos tipos de saberes.

Pero además también la manipulación de ciertos contenidos comunicativos donde se engaña, no porque se tiene el propósito de mentir, sino fundamentalmente porque se tiene el propósito de no decir todo lo que se debe decir.

O sea, la carencia de una información completa hace que el ciudadano no pueda tomar una decisión correcta en el sentido de la decisión favorable a los intereses del ciudadano normal.

Somos víctimas de falsas noticias y falsas informaciones. La información completamente fragmentada con acciones muy bien estructuradas para evitar la comprensión de lo que se propone y en consecuencia en la era de la información, lo que parece ocurrir es que estamos desinformados.

¿Qué opina de la multiplicidad de opiniones que se generan en la red?

Me parece que los grupos humanos, las culturas debemos poder gozar de la potencialidad que tenemos de pensar diferente a otros.

El problema no es que tengamos diferencias u opiniones diversas: Creo que eso es sano y contribuye a la construcción de unos diálogos donde las tensiones pueden llegar a ser constructivas.

El problema que estamos viviendo particularmente en Colombia, es que se está propendiendo desde el estado y de los gobiernos en particular a intentar a homogenizar el pensamiento, si tú no piensas como mi grupo, estas por fuera, te señalan de una determinada manera e incluso te sancionan socialmente.

Hoy en día en este país encontramos publicidad política absolutamente quebrantadora del derecho a la opinión.

Esa política es supremamente dañina porque evita el crecimiento colectivo, impone una forma de pensar, genera formas de violencia y profundiza las que ya tenemos.

¿Y qué pasa cuando hay opiniones en la red que en vez de construir destruyen?

Esos discursos que aparentemente no están adecuados a las normas conservadoras establecidas en el sistema no funcionan, eso pasa que sucedan cosas como la que ocurrió en Francia con la revista satírica Charlie Hebdo, por publicar una caricatura de Mahoma.

Ese tipo de comportamientos de no ser capaz de reconocer la otredad, de reconocer al que piensa distinto, pero que sigue siendo un ser humano que requiere respeto, que tiene dignidad, derechos es fundamental.

La manera de construir es cuando hay esa posibilidad, no para meter a la gente en una caja de seguridad para decirle como es que tiene que ser, sino como puede comportarse en medio de muchas maneras de ver la realidad social.

¿Cuál es el papel que juega los medios de comunicación en la opinión pública?

Los medios de comunicación por su característica más reciente han perdido el horizonte ético que tienen con la sociedad.

Se olvidó que es una institución que se creó en un estado liberal, sobre los principios de libertad, del compromiso de entregarle la información real a la gente sobre lo que está, pasando en una sociedad para la comprensión de unos problemas específicos de una comunidad.

Esa condición ha hecho que en los medios masivos de comunicación contemporáneos la perdida de ese horizonte haya transformado el medio, no en una institución social constituida para contribuir a informar, a crear conocimiento sobre la realidad social, sino que se ha transformado en un gran negocio multinacional.

Piense usted en cuántas manos tenemos los medios de comunicación en el país. Si supera tres los grandes emporios son muchos, o sea estamos hablando de una multitud, un país con cuarenta millones de personas manejada por un emporio de tres.

Tal vez no es lo más adecuado para construir una sociedad capaz de repensarse, de mirar creativamente el futuro del país, de ser capaz de responder a los graves problemas que tenemos.

¿Pero el llamado cuarto poder también ha ayudado a que la gente conozca asuntos que afectan a la sociedad, como por ejemplo casos de corrupción?

Tenemos que preguntarnos si realmente les interesa los casos de corrupción o si más bien están vendiendo una pequeña novela de corrupción que nunca se resuelve en la justica.

En Colombia tenemos casos emblemáticos, personas que han estado involucrados en diferentes clases de delitos y se vende la noticia un día, la gente la compra la consume, queda ahíto literalmente, saturado y no pasa nada.

Entonces yo no sé si eso sea una contribución. ¿Qué periódico o qué medio de comunicación hace en este país un ejercicio sistemático de investigación sobre a dónde va un caso de corrupción y cuándo termina?

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