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Edith Monroy: ‘una luz al final del camino’ para los adultos mayores en Caquetá

Sin importar las condiciones económicas, Edith fundó un albergue para adultos mayores en su propia casa; ellos son parte de su familia.
Katerine Vargas

Edith Monroy Valderrama es la fundadora de ‘Una Luz al Final del Camino’, un albergue para adultos mayores ubicado en el Timmy, uno de los sectores más vulnerables de Florencia, Caquetá. Tiene 53 años, es oriunda de la vereda La Concordia del municipio de El Paujil (Caquetá), cuenta con estudios escolares hasta segundo de primaria y es ante todo una mujer sensible y con una gran vocación de servicio.

Desde hace 14 años, cada día Edith se levanta para cuidar, alimentar y acompañar a ‘abuelos’ que fueron abandonados por sus familiares. Antes del albergue, también hacía labor social en Florencia apoyando a personas que llegaban por trámites médicos desde zonas rurales y no contaban con nadie en esta ciudad.

Sentada bajo el techo de zinc de la casa donde está la Fundación, la mujer reconoció que servir ha sido el legado de sus padres: Felix Tulio Monrroy Carrillo y Emelina Valderrama Núñez.

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“Nosotros en el campo siempre fuimos personas de servicio. Mis papás lo fueron porque vivíamos en una fonda donde llegaban todas las personas de las otras veredas: heridos enfermos, embarazadas y a todos los acogíamos”, recordó.

Una luz al Final del Camino nació en el lote al que Edith llegó hace años en Florencia, con el fin de tener una vivienda digna para ella y sus cinco hijos biológicos. Desde ese momento empezó a recoger en el seno de su hogar a adultos mayores sin casa.

Según Edith, a los primeros abuelos que recibió les organizó camas entre tablas, plásticos y tendidos, pues a pesar de sus escasos recursos físicos y económicos buscaba garantizarles una estancia segura y alimentación mientras lo necesitaran.

Actualmente es el hogar de 14 adultos, la de mayor edad tiene 98 años. Su organización sin ánimo de lucro no cuenta con financiación permanente de ninguna institución. Ella con cierta regularidad se dirige a la plaza de mercado a recolectar alimentos y eventualmente reciben la visita de practicantes de una escuela de auxiliares de enfermería, que prestan atención a quienes lo requieran.

“Nos sostenemos de lo que la gente de buen corazón nos aporta (…) Todavía pasamos muchas necesidades”, señaló.

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Gracias a una persona “de buen corazón”, como dice Edith, recibió una donación para mejorar las instalaciones de la casa. Adecuará el piso, las paredes, construirá baterías sanitarias y dos habitaciones. Esto le permitirá tener capacidad para 24 abuelos. Sin embargo, sus ojos se iluminan y su voz se agudiza cada vez que imagina un espacio más amplio.

“¿Qué sueño con la fundación? Un día tenerla más grande…que ellos tengan más libertad, un lugar digno, que haya árboles. Algo campestre, donde puedan sembrar una matica, ir a echarle agüita. Que eso es lo que les da vida, porque la mayoría de abuelos que yo tengo han sido el campo”, expresó.

Lo que ha mantenido a Edith tantos años en esta tarea es el amor que le demuestran los abuelos. Ejemplo de esto y del agradecimiento que sienten, son las palabras de Dubardy Rincón, “esta señora es una excelente persona y sea como sea aquí a nadie le falta la comida”.

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Así mismo, para Ema Rivera, “ella responde por nosotros. Yo no tengo para la comida y mi esposo está enfermo. Ella es como la mamá de nosotros porque no tenemos más”.

Edith fue reconocida por su labor como Mujer Regional Cafám en 2019. Ganó 2 millones de pesos para su Fundación. Sin embargo, al concursar con otras iniciativas lideradas por mujeres a nivel nacional, el premio fue para Johanna Bahamón con ‘Segundas Oportunidades’.

“Hay que hacer el bien sin saber a quién. A mí no me pregunten de dónde viene este abuelito o que hacía…no sé. Porque a mí lo que me interesa es el momento que en que llega y necesita del servicio que yo ofrezco: una vivienda, arregladita de ropita, la comidita, poderlo llevarlos al médico”.

En Colombia, el 74% de los adultos mayores no cuenta con pensión, el 40% sufre de depresión y al menos 400 son abandonados cada año según un reciente estudio de la Universidad de la Sabana.

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