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Esmeralderos invisibles en Boyacá: la batalla después de la “guerra verde”

Sólo en el occidente de este departamento, existen 390 títulos mineros de los cuales cinco se encuentran en funcionamiento.

Por: Jesús Díaz Coronado, Radio Nacional Chaparral

La zona esmeraldífera de Muzo (Boyacá), está constituida por la cuenca del río Minero e incluye los municipios de Buenavista, Coper, Maripí, Muzo, Pauna, La Victoria, Quipama, Tununguá, Borbur, Otanche y Briceño, que hoy integran la Provincia de Occidente del departamento de Boyacá.

Sólo en el occidente de este departamento, existen 390 títulos mineros de los cuales cinco se encuentran en funcionamiento, es decir, en el negocio se encuentran vinculados de lleno más de 200 mil personas que todos los días madrugan a rebuscarse el sustento de sus familias en los ríos Mineiro, Toca Negro, Guaso y Quebradas como La Caca, Itoco entre otros del departamento.

Frente al creciente trabajo de la minería en la región, nace La Confederación de Esmeralderos, con el objeto de organizar y visibilizar a los “esmeralderos invisibles” en cada una de las regiones productivas. Iniciando en Peñas Blancas de San Pablo de Borbur, Coscuez junto con Asobarecol y un grupo de mujeres cabeza de familia arrancando por todo el departamento de Boyacá y Cundinamarca.

Hoy son 23 organizaciones de mineros tradicionales, guaqueros que según Germán Suárez Bernal presidente de Confedesmeraldas, “antes no eran visibles, ni para el país ni para el mundo, pero son la base social del negocio”, al igual que el mercado de la esmeralda que se realiza en el centro de Bogotá, como un patrimonio único en el mundo de comercialización de esta preciosa piedra.

Esos esmeralderos invisibles como dice Germán Suárez, son los que no tienen camionetas blindadas, ni helicópteros, pero sí son indispensables para un poco más de cinco familias que se disputan el control del territorio. Para el presidente de Confedesmeraldas, utilizan su fuerza de trabajo como guaqueros, talladores y comisionistas en condiciones precarias y expuestos a los altos riesgos que arroja la actividad minera.

A lo anterior se suman las necesidades de la región productora de esmeraldas, sobrepasando los límites de pobreza extrema. “La forma como la gente vive en los barrancos, en cambuches, sin agua potable, con carreteras en malas condiciones y la carencia absoluta de un hospital que atienda la zona esmeraldera son vergonzosas”, señaló.

Germán Suárez dice que la actual situación deja mucho que desear por parte de la política pública para el desarrollo territorial, la cual en su opinión se ha mostrado indiferente a la voluntad de paz que tuvieron los esmeralderos hace 30 años, cuando los habitantes del occidente de Boyacá quedaron divididos por una línea invisible que los confinaba y les marcaba el límite geográfico entre la vida y la muerte.

Los municipios de Otanche, San Pablo de Borbur, Zulia, Pauna, Tununguá y Briceño contra los pueblos de Quípama, Muzo, Maripí, Buenavista y Coper, matándose por la mina de Coscuez. Guerra poco visibilizada, pero con la misma importancia y trascendencia que la generada por otros grupos armados que han firmados tratados de paz en Colombia.

Después del fin de la “guerra verde” como se le llamó a esa confrontación, sus pobladores hablan de poca inversión social en municipios como Puerto Boyacá. Hoy los puertoboyacenses están sin acueducto, sin agua potable, y paradójicamente el pueblo se inunda en la temporada invernal por la carencia de muros de contención que los protejan de la creciente del río Negro.

El Gobierno a través de la Agencia Nacional de Minería, ha otorgado en la actualidad 390 títulos mineros de esmeralda, pero solo se encuentran en producción cinco, donde ha resultado casi imposible cumplir con los requerimientos ambientales y técnicos para que puedan entrar en producción de manera legítima. De esta forma los mercados tradicionales de la esmeralda que se realizaban en la Plaza Julio Flórez de Chiquinquirá, Guateque, Palomas de Chivor, El Chacaro, Coscuez, La playa en Muzo, tienden cada vez más a desaparecer.

Ante la actual situación, la Confederación de Esmeralderos ha promovido en asocio con las organizaciones sociales agromineras, potenciar su doble vocación para que alrededor de los proyectos mineros se produzcan alimentos. Con la propuesta se busca aprovechar la riqueza del suelo, el clima y el empuje de la gente para poner a producir el occidente de Boyacá y en el Valle de Tenza, que apenas hoy es explotado en producción de alimentos en 1.83 % dentro de su área potencialmente productiva.

También cabe destacar que el Gobierno Nacional junto con la confederación, han adelantado mecanismos de formalización de los trabajadores mineros tradicionales; “Ya logramos que los guaqueros, al inscribirse en las alcaldías por analogía, quedarán inscritos como barequeros, es decir, mineros legales y que puedan comercializar sus minerales”, puntualizó Germán.

Actualmente se encuentran a la espera de la aprobación de las solicitudes de legalización de mineros tradicionales. Estas pequeñas comunidades mineras buscan acceder a áreas especiales para ejercer su vocación de manera sostenible y segura, con unos créditos blandos, con un régimen especial para integrarse a la legalidad, dentro del código de minas para pequeños productores nacionales y sin igualar los requisitos de multinacionales que hoy trabajan en el país. De lo contrario, seguirán siendo los mismos “esmeralderos invisibles” perseguidos y desterrados a los que hacía referencia Germán.

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