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Adiós a Javier Ayala, el periodista que innovó los noticieros de televisión

Su partida deja un enorme vacío en las redacciones de los noticieros televisivos a los que él supo adaptarse entendiendo los nuevos tiempos.
Foto: cortesía.
Vicente Silva Vargas. Director de Radio Nacional de Colombia

A mediados de los años 80, Javier Ayala Álvarez, junto con sus colegas Gabriel Ortiz Sánchez y William Restrepo, provocó un vuelco radical en la manera de informar de los pocos noticieros televisivos que había en Colombia.

Para empezar, adoptaron de la televisión estadounidense el esquema de ‘anchorman’, sustituyeron al tradicional locutor de excelente voz y gran dicción que presentaba las noticias de manera acartonada y le dieron protagonismo a un periodista reconocido que, además de ser el eje del programa, le imprimía un sello particular e informal. Pero ese trío –en el que Ayala descollaba por su olfato periodístico– fue más atrevido porque insertó en el set a un presentador especializado en información sobre el clima, el recordado Max Henríquez, y a un dinámico joven que desde la primera emisión se convirtió en estrella del periodismo deportivo: Adolfo Pérez.

Como si fuera poco, luego de superar diferencias empresariales que terminaron con la salida de Restrepo, Javier y Gabriel llamaron al veterano periodista José Fernández Gómez para que presentara el noticiero a su manera, con su marcado acento español y con expresiones graciosas como “el costal de las noticias”, que se volvieron familiares para la audiencia. Desde ese momento, el Noticiero Nacional se convirtió en una cita obligada para millones de televidentes todas las noches, a las 9:30, esperaban con ansias a don José y su tradicional saludo de “¡Buenas, buenas!”

No contentos con el trío de Gómez, Henríquez y Pérez en el set, Ayala y Ortiz abrieron las puertas de la redacción a jóvenes reporteros que apenas empezaban o no habían tenido la oportunidad de llegar a la pantalla. Su visión permitió que emergieran con identidad propia periodistas que, además de sus calidades profesionales, llamaban la atención por sus curiosos nombres o apellidos: Arritiokieta Pimentel, Carmelo Castilla, Pilar Hung, Hernán Estupiñán, Daniel Coronell, Esmeralda Ariza, Óscar Ritoré, Ulilo Acevedo Silva y Félix de Bedout, entre otros. Pero también por allí pasaron talentosos como Luis Alejandro Medina, Jairo Pulgarín, Diana Sofía Giraldo, Carmenza Jiménez, Roberto Tovar y muchos más.

‘El Viajero’, un automóvil Renault plagado de logos y letreros del noticiero y Prego Televisión hasta en las llantas, fue otra novedad. Gracias a esta modalidad de reportería motorizada muchas historias pintorescas de la ‘otra Colombia’ fueron conocidas por los televidentes. A ello se sumó su decisión editorial de producir noticias de interés comunitario, las regiones y la cultura popular que no tenían cabida en otros medios y mucho menos en la televisión.

Javier Ayala –el periodista vallecaucano fallecido este miércoles en la capital colombiana– fue un maestro que vivía el periodismo más allá de las 24 horas. Era, tal vez, uno de los comunicadores mejor informados de Colombia. En los 80–cuando no existían internet ni los celulares– el teléfono de su oficina, en inmediaciones del Parque Nacional, en Bogotá, no cesaba de sonar con llamadas de políticos de “alto turmequé”, funcionarios de gran nivel, empresarios influyentes y militares de alta graduación. Su libreta telefónica, que solo él entendía, estaba siempre llena con los nombres, teléfonos y direcciones de personajes de todo tipo, desde expresidentes de la República y ministros, hasta concejales de pueblos remotos o músicos deslumbrantes. Por contactos como esos y a un olfato natural para “agarrar la noticia por donde era”, muchas “chivas” del momento surgieron de su trepidante máquina Remington Rand.

Además, era un avezado conocedor de la economía colombiana y por ese dominio que tenía de las cifras y la jerga propia de los economistas, hizo popular en la redacción su término “economía de bolsillo”, esa que no es para los especialistas de Wall Street, sino para el colombiano de ruana y sombrero.

Sus enseñanzas empezaban en la sala de redacción, a donde los reporteros no podían llegar sin una noticia propia y sin estar enterado de lo que pasaba en Colombia y el mundo. Con Ayala, el periodista que no llegaba con un tema estudiado y preparado, estaba condenado a no salir al aire en la emisión del día. Ese periodista, además, tenía que pasar el cedazo de su revisión ortográfica y gramatical, dos aspectos en los que el cartagüeño era tan riguroso que no dudaba en devolver cuartillas con observaciones resaltadas en estilógrafo y unas instrucciones precisas que no dejaban duda de lo que se debía contar. De esa manera, sin rezongar por la corrección, el periodista entendía que la calidad informativa y el rigor idiomático son norma irrenunciables del periodismo.

Hincha acérrimo del Deportivo Cali, amante de la literatura, buen gourmet, excelente conversador, vallenatólogo de los de antes e inigualable a la hora del humor, Javier Ayala Álvarez siguió trabajando sin parar hasta pocos días antes de que el Covid se atravesara en su familia. Nunca dejó de ejercer la profesión que amaba y que lo llevó a estar en influyentes medios de comunicación como El Tiempo, Caracol Radio y RCN Radio, además del Noticiero Nacional, medio del que fue copropietario y director.

Su partida deja un enorme vacío en las redacciones de los noticieros televisivos a los que él supo adaptarse entendiendo los nuevos tiempos, sin renunciar jamás a las buenas prácticas periodísticas y al deber de servir con lealtad desde los medios de comunicación.

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