Al profesor del Departamento de Psicopedagogía de la Universidad Surcolombiana, Mathusalam Pantevis Suarez, y a otros docentes que se habían puesto las botas para recorrer los entornos rurales del Huila, los campesinos y campesinas les dijeron:
“Necesitamos que ustedes como universidad, que hacen parte de un territorio que históricamente ha estado en conflicto, muestren que nosotros estamos tejiendo la paz y esa paz se lleva a través del alimento a la ciudad”.
Esa solicitud marcó el inicio de una estrategia que ha puesto canastillas de frutas; tulas con tubérculos; mesas con plantas y con recetas rurales, en los pasillos de la única universidad pública del Huila.
“Se llama Tejiendo Paces desde el Zur porque son estas mujeres de las asociaciones campesinas que nos dicen ‘vamos a tejer esa relación entre la universidad y el campo’. Y sur con Z porque es un sur diferenciado. No es el sur al cual estamos acostumbrados, ese sur marginal, pobre o con necesidades; sino un sur con Z, con oportunidades, con retos, con trabajo en conjunto por hacer”, explica el profesor Mathusalam.
En el Mercausco, apelando a la abreviatura de la Universidad Surcolombiana (USCO), llegan campesinos y campesinas de la zona rural de los municipios de Neiva, Tello y Baraya y también de Palestina, ubicado al sur del Huila.

El viaje del alimento
Para estar a primera hora del viernes, día en que se realiza el mercado campesino en la USCO, doña Gladys salió de su casa el jueves sobre las 6 de la tarde y casi a la medianoche salen ella y más productores desde el municipio de Palestina, a bordo de una chiva (bus escalera).
“Los productos los bajamos hasta el municipio en lonas, pero en el pueblo ya la alcaldía nos facilita canastillas para empacar los productos y traerlos para que lleguen en muy buen estado acá a la ciudad de Neiva”, cuenta la lideresa del grupo que viaja más de cuatro horas para participar de este encuentro.
Cuando una transeúnte le pregunta a doña Gladys por yuca para el sancocho —porque además el mercado es ocasión para hacer olla comunitaria—, ella no solo le ofrece el tubérculo, sino que también le muestra el chachafruto y le regala unas vainas, animándola a ponerlas en la sopa y a atreverse a probar esta semilla versátil que puede usarse en múltiples preparaciones.

De esa manera se genera el diálogo, se tejen las paces.
“Así como hemos normalizado la ausencia del otro, tenemos que normalizar la presencia de ese otro, el bullicio de ese otro. Porque es el bullicio, el olor de una plaza de mercado lo que tenemos acá. Entonces, la gran pregunta, ¿qué es lo que usted pone todos los días en su mesa? Es esa comida la que usted tiene acá y es ese campesino el que la produce con ese olor, con ese sabor y con esa textura”, destaca el profe Mathusalam.
Y los sabores son múltiples. Está el salado de los tamales de la señora Luz Elena González Medina, que viajó desde el corregimiento de Vegalarga, un territorio que ha sufrido el conflicto armado y cada día se levanta a sembrar la paz.
“Con la universidad nos salió un proyecto que fue ir a una correría por todas las veredas donde había mujeres que veníamos al mercado campesino de Calixto (Neiva). De ahí se hizo un documental y luego nos invitaron a hacer un mercado campesino aquí en la universidad. Así se dieron cuenta qué producíamos, qué transformábamos y cómo nos ayudaban para traer esos productos aquí a la universidad”, relata Luz Elena.

Y también está el dulce sabor del cortado de leche y el arequipe de chachafruto que prepara el señor José Misael Gómez, de la vereda El Paraíso de Palestina.
“Con orgullo hacemos estos productos hechos a base de panela, con pura leche y que son caseros; con mucho amor estuvimos aquí organizando lo que traemos con los compañeros y nos vamos satisfechos porque se vendió casi todo por su buen precio, calidad y presentación”, dice.
Así, a la universidad llega el campo, sus protagonistas, sus aromas, su idiosincrasia. Por eso la invitación es a llegar, preguntar, llevar para la casa el alimento vendido directamente por quienes lo cultivan y preparan.
“Deberíamos ir a los mercados campesinos porque son una economía muy valiosa para nosotros los pequeños productores”, agrega Luz Elena.
