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Murió Eduardo Escobar, murió el poeta

Despedimos a Eduardo Escobar: poeta, ensayista, columnista, lector fervoroso y, sobre todo, un hombre de letras.
Murió Eduardo Escobar, murió el poeta
Sílaba Editores.
Eduardo Otálora

Hace un par de días circuló la noticia de que Eduardo Escobar estaba en el hospital, enfrentando una crisis respiratoria derivada del cáncer que lo aquejaba desde hacía varios años.

Ayer en la noche llegó la noticia que, para muchos, era esperada, inevitable: “murió el poeta”, se escuchó en algunas llamadas y se leyó en publicaciones. Sí, murió Eduardo Escobar y la poesía colombiana, una vez más, quedó huérfana de uno de sus padres.

Escobar nació el 20 de diciembre de 1943 y falleció el 18 de marzo de 2024. La vida le alcanzó para 80 años y un puchito, como dirían los fumadores de antaño, quizás como diría él.

La vida de Eduardo Escobar fue guiada por la irreverencia desde muy joven, aunque en algún momento en la infancia, a los 10 años, soñó con ser santo y hasta se inscribió en el Seminario de Yarumal. Sin embargo, esa aventura monástica no duro mucho. Se sabe que a los 16 años abandonó los estudios y se dedicó del todo a las letras y, por supuesto, a oficios que le permitieran vivir abrazando la poesía.

Él mismo lo dijo de la siguiente manera:

“No sólo de poesía vive el hombre y menos en Colombia traficando con libros narcóticos. Para sacudir la inopia, como tantos otros antiguos y modernos poetas o simples mortales, recurrí a mil oficios ramplones y actividades prosaicas: fui auxiliar de contabilidad en una pesadilla, patinador de banco todo un junio, mensajero sin bicicleta en una oficina de bienes raíces mientras leí Teoría del desarraigo, fabriqué bolsas de polietileno, joyeros de cartón y terciopelo, fui almacenista, leí a Joyce en una bodega, me desempeñé también como anticuario ambulante, como vendedor de muñecas de navidad fuera de temporada, de diarios y semanarios y mensuarios a la entrada de una clínica de lujo”.

Justo en ese momento en que su vida tomó un nuevo rumbo, aparecieron en el panorama Gonzalo Arango, Amílcar Osorio, Elkin Gómez y Darío Lemos. Con ellos vino también el Nadaísmo y encontró un lugar para su vida en contravía, un sentido en su sinsentido. 

Fue en ese momento, por decirlo de alguna manera, que se hizo padre; un padre colectivo de ese Nadaísmo que derribó tantos muros en la literatura y la cultura colombiana.

Lo que siguió fue la consecuencia natural de alguien que encontró su alianza feliz con la literatura. Empezó a escribir como un animal indómito. La lista de sus libros es extensísima pero, sólo para nombrar unos pocos recomendados, vale la pena hablar de Invención de la uva (su primer libro de poesía publicado y que vio la luz en 1966), Buenos días noche (un poemario que salió en 1973), Cucarachas en la cabeza (otro poemario, de 1991), Las rosas de Damasco (una selección de cuentos publicada en 2021) y, el más reciente, Escritos en contravía (un libro que recoge varias sus reflexiones recientes y que salió en 2023).
    

Despedir a un poeta sin poesía podría ser considerado hasta un sacrilegio, así que le decimos adiós a Eduardo Escobar usando sus propias palabras:
 

Busqué a Dios...
Busqué a Dios con sinceridad y paciencia
En el directorio telefónico
En aguas mansas y turbias
Y en las precipitaciones de agua
Lo busqué en la ausencia de los que amamos
y en los desperfectos de nuestra mansedumbre
Me fui tras Él por pequeñas ciudades
Busqué su fotografía cada mañana en los periódicos
Amé en la risa de las muchachas su risa
Y en la mirada de mi prójimo
Encontré muerte en todas partes
Pero buscar es lo que importa.

 

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