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Confesiones: el arte para expiar los pecados

Con una instalación configurada por seis objetos: una pieza en bronce, un manual, una biblia, un vídeo, una sabana nupcial y una obra musical, la artista Paula Ravagli inaugura hoy 19 de mayo a las 7:00 p.m. su exposición ‘Confesiones’ en la sala Boris Vian de la Alianza Francesa de Manizales.

“De la tradición católica en la que crecimos la mayoría, nos viene la idea que la confesión es un momento de exposición y arrepentimiento, un episodio de contrición por los triunfos de nuestra animalidad; aquella que quiere gozar los placeres de lo sensorial, pero al tiempo teme la condenación y el suplicio de las llamas del infierno”, manifestó la expositora.

A partir de la premisa de que la confesión podría ser un instrumento para evitar el infierno pero también un método para entenderlo, Paula Ravagli plantea que nuestra idea de ese concepto es la de un sitio dominado por seres perversos que nos superan en fuerza, nos intimidan con violencia y nos infunden el máximo dolor, mientras se sacian de nuestra debilidad y su poder.



Reflexión que la conduce a preguntarse si ésta no sería la descripción de varias de nuestras realidades concretas.

“Mis confesiones no suponen los momentos de contrición para evitar la vivencia del infierno. Sugieren la narración de un infierno ya vivido, para develarlo, dimensionarlo, relatarlo, comprenderlo, abandonarlo. Confesiones que no son arrepentimientos, sino liberaciones”, precisó Paula Ravagli.

Por su parte Gabriel Mario Vélez, Doctor en Bellas Artes y profesor de la Facultad de Artes de la Universidad de Antioquia, expresó que la obra como confesión de la artista “es el síntoma de lo que aqueja a todos pero que, atestiguando en la individualidad de ese otro que lo vive y lo exhibe (la artista), se presenta como un espejo. Uno en el que reconocemos el reflejo, casi siempre sin querer aceptar las deformidades de la imagen que atestiguamos”.

Asimismo afirmó que en la posibilidad de nuevas versiones producidas en su lectura colectiva, la obra en la que tiramos los unos a los otros las piedras, sirva para reconocernos en el límite de la fragilidad que compartimos, sabiendo que el pecado es apenas la versión simplificada de los hechos.

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