En Manizales hay un banco que no cobra intereses, no tiene cajeros electrónicos, ni mucho menos realiza transacciones virtuales. Su tarea está enfocada en suministrar alimentos a cerca de tres mil familias de escasos recursos.
Se trata del Banco Arquidiocesano de Alimentos de Manizales que lleva 16 años cumpliendo con esta labor y que depende fundamentalmente de las donaciones que hacen los supermercados de la ciudad.
El gerente de este banco es Carlos Calle, un hombre dedicado a su familia y diácono de la Arquidiócesis, que cuestiona que en Colombia se desperdicie la comida, pues según el Departamento Nacional de Planeación, cada año se pierden 9,76 millones de toneladas de alimentos que sería suficiente alimento para la población vulnerable.
Los alimentos que llegan al banco, ubicado en el barrio Las Delicias de Manizales en la Comuna San José, son productos que no compran los consumidores porque su fecha de vencimiento está cerca o porque ya pasó la temporada, como las galletas navideñas.
Los imperfectos en los empaques de los alimentos que no inciden en su calidad, sino en su presentación por temas de mercadeo, terminan en comedores de fundaciones para niños, ancianatos, colegios, iglesias, hogares de paso y demás organizaciones que tienen una alianza con este banco. La labor también cumple la misión de llevar alimentos a los municipios de Palestina, Chinchiná y Neira.
Hasta hace unos años el banco funcionaba con un equipo de voluntarios. Desde el 2004 cuenta con seis personas de planta que reciben un salario y se encargan de evaluar la calidad de los alimentos.
Para Carlos Calle esta labor es el secreto mejor guardado de Manizales, pocos conocen que desde el 2001, el alimento que terminaba en un relleno sanitario, ahora sirve de para ayudar a los más necesitados.