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La poesía tiene un nombre: León de Greiff

Nacido en Antioquia, en una familia de origen sueco y alemán, heredó de su padre el amor por las letras.
La poesía tiene un nombre: León de Greiff
Foto: Colprensa
Ana Maria Lara Sallenave

La poesía siempre nos revela facetas de la realidad, de la vida, del espíritu que ignoramos en nuestra vida cotidiana. Nos lleva felizmente a otros mundos con su modo de crear, a través de nuevas composiciones de palabras e imágenes inauditas.

Y Francisco de Asis Leon Bogislao de Greiff Hausler o León de Greiff , que usaba varios seudónimos, como Leo Legris, Gaspar de la Nuit, fue uno de sus grandes artífices en el siglo XX. Ha sido amado y celebrado, aún si muchos de sus poemas son difíciles de descifrar. La musicalidad de sus versos es, quizás, una de las razones para hacer de su lectura una fiesta.

Nacido en Antioquia, en una familia de origen sueco y alemán, heredó de su padre el amor por las letras. Pero el poeta también estaba fascinado por los números y sus infinitas combinaciones. Estudió por tres años en la Escuela Nacional de Minas de Medellín, y luego de ser expulsado pasó a estudiar derecho en la Universidad Libre de Bogotá. Tuvo trabajos diversos: empleado bancario, contador, también estuvo vinculado a la administración de la construcción del ferrocarril de Antioquia, además tuvo una breve estadía en Suecia como secretario de la Embajada de Colombia.

Pero lo suyo era la poesía y, con ella, la música En 1914 fundó con otros trece poetas el grupo Los Panidas, con su respectiva revista (que duró apenas un año). También fue partícipe de Los Nuevos en 1925, en el ambiente de tertulias en el café Automático de Bogotá, donde los noveles escritores debatían sobre los caminos de la poesía, entre el modernismo, ya muy criticado y la irrupción del surrealismo, el dadaísmo y otros ismos. En un ambiente de bohemia y licor, en cafés como El Automático o el Windsor, León y sus amigos se rebelan contra la Bogotá fría y pacata de aquel entonces.


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De Greiff no se encasilla en ninguna etiqueta, su creación es variopinta, abarcando desde los juglares de la Edad Media y los modos literarios del Siglo de Oro español, con sus vocablos y combinaciones, hasta los poetas malditos, como Rimbaud. La ironía, el sarcasmo, la burla son recurrentes en sus textos que, a la vez tienen un velo de delicadeza.

Su primer libro , en 1925, es Tergiversaciones, seguido del Libro de los signos, Variaciones alrededor de la nada, en 1936; poco a poco aparece en páginas de diarios, revistas y también en los micrófonos de la radio. De hecho, fue un activo partícipe en la fundación de la Radio Nacional de Colombia.

De Greiff pone especial énfasis en la sonoridad, en la musicalidad de sus versos, y no le teme a crear neologismos. La dificultad de comunicación, el amor, la muerte, las mujeres, tanto las diosas como las vampiresas, las cultas y las incultas, son algunos de sus principales temas.

En el que es quizás su poema más conocido, escribe:

Juego mi vida, cambio mi vida

La llevo perdida

Sin remedio

Y la juego o la cambio por el más infantil

La dono en usufructo, o la regalo

O la trueco por una sonrisa y cuatro besos

Todo, todo me da lo mismo

Lo trivial, lo perfecto, lo malo

Como hombre despojado de prejuicios, recorrió mundos insospechados. Su voz en los micrófonos de la radio, sus páginas de crítica musical, su labor como docente universitario, su imagen en distintos anuncios de publicidad, y un amplio círculo de amigos lo fueron haciendo popular, incluso fuera del mundo intelectual. Su imagen, con pipa y boina, y su actitud abierta resultaba atractiva y magnética.

Alguna vez, en 1974, en una cafetería cercana a la Universidad Nacional, donde dictó clases de literatura y de historia de la música, conoció a tres miembros del M-19; el movimiento se acababa de fundar. Este encuentro jovial pasó a convertirse en una amistad con muchas reuniones en su casa. Seguramente se dieron trascendentales discusiones conceptuales y políticas. El resultado fue curioso: Jaime Bateman le entregó para que su custodie la espada de Bolívar que un comando de la organización había sustraído en la Quinta del mismo nombre en Bogotá.

En aquel entonces el poeta vivía en el barrio Santafé. Allí permaneció la espada hasta su muerte en 1976 , cuando su familia le pidió al M 19 que la recogiera. Tras el fallecimiento de León De Greiff, la casa, que sufrió una inundación y un incendio, quedó abandonada y empezó a derrumbarse. En 1997, el dueño de un prostíbulo vecino compró las ruinas para construir un parqueadero y encontró que el sótano estaba lleno de libros, discos y objetos. El historiador Hernando Cabarcas, en un trabajo arduo se ha dedicado a clasificar todo aquel compendio de saber.

En 1972 De Greiff tuvo un accidente serio que le dejó graves secuelas. Una fractura de cráneo a raíz de una caída hizo difíciles sus últimos años. Murió en 1976. En homenaje al poeta, la Universidad Nacional bautizó con su nombre el auditorio donde se han dado debates literarios y poéticos a veces tan acalorados y disruptivos como el poeta. Siempre cada 22 de julio celebraremos su vida y su obra.

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