Por: Thomas Beltrán Lozano
El patinador barranquillero Álex Cujavante, tendrá que cargar siempre con una novatada en un Mundial de Patinaje que se realizó en Guarne, Antioquia. En la prueba de 15 mil metros eliminación, cuando era apenas un joven de 15 años, levantó los brazos en señal de victoria antes de tiempo y un coreano le ganó por una rueda la competencia.
De ahí en adelante, todo fueron burlas y titulares en periódicos internacionales, pero no por títulos y trofeos, sino por uno de los hechos curiosos más recordados del deporte colombiano.
En vez de derrumbarlo a pesar de su corta edad, esa situación le dio carácter y dijo que fue la mejor forma de darse a conocer en este deporte. Se volvió famoso, todos lo querían entrevistar y él lo asumió de la mejor manera.
La vida lo recompensó años después con un título mundial en mayores en Nanjin (China) y hasta con un patinódromo que lleva su nombre en su natal Barranquilla.
Para conocer sus inicios hay que remontarse a la época en la que tenía cuatro años. Su padre era profesor de educación física en el Colegio Sagrado Corazón de la capital atlanticense, un colegio tradicional y de gente pudiente, que le brindó la oportunidad de pasar por allí, gracias a que su papá hacía parte de la nómina de profesores.
Uno de los enfoques deportivos del colegio era el hockey sobre patines y don Álex Cujavante (el mismo nombre de su hijo), vio la oportunidad en esa disciplina para que su hijo practicara algo, porque se había dado cuenta que en el fútbol no había talento.
El pequeño Álex era un niño hiperactivo y era una necesidad que estuviera ocupado, pero esa condición le hace recordar a su padre que era la excusa perfecta para que botara patines que dejaba olvidados en los taxis y en los buses y llegara a la casa sin su herramienta primordial en el deporte que practicaba.

Su familia hace cuentas de que por lo menos fueron tres pares de patines que dejó en algún lugar sin dueño y doliente.
“Si a mí no me hubiese pasado lo que me pasó en Guarne; primero, no me conocerían tanto; segundo, no hubiese sacado ese ‘cayo’ como atleta y ahí partió un antes y un después para mí. Nunca me afectó porque a la larga yo siempre le he sacado lo bueno al lado malo. Yo decía: bueno listo, se burlan de mí, pero saqué una ventaja, de igual forma yo sabía ‘qué tenía y hacia dónde iba’, pero tenía una rasquiñita de sacármela”, relata.
Los sacrificios para triunfar
Después del hockey, obviamente hubo un entrenador cartagenero que le dijo que por su biotipo lo mejor era que practicara patinaje de velocidad. No se equivocó y desde ese momento su padre ha sido el entrenador en la misma escuela que fundó, que se llama Patín Karibe Club en Barranquilla en el patinódromo Rafael Naranjo.
Nunca olvidan cuando tuvieron que salir del país a su primera competencia que fue en Venezuela. La situación económica no daba para irse en avión y a los Cujavante les tocó coger un bus y aguantarse un día y medio de recorrido para llegar a la competencia.
Cuando por fin cumplieron con ese ‘viacrucis’, el padre no aguantó ver en el rostro de su hijo la cara de cansancio y desde ese momento le prometió que nunca más en su vida le iba a tocar volver a viajar en bus. Después llegaría un año de muchas competencias internacionales y el señor Álex para que su hijo pudiera ir a todas, tomó la decisión de vender el carro, uno de sus más preciados tesoros.
Su papá no vio esto como sacrificios económicos, sino como una inversión a mediano plazo que ha dado frutos como títulos mundiales, satisfacciones y recompensas que no pagaría con todo el dinero del mundo.
Los sacrificios que sí le duelen al papá, fue haber perdido tiempo valioso con su familia, con sus otras dos hijas y con su esposa, por haberle dedicado su tiempo con alma y corazón a entrenar y preparar a su hijo Álex.
“Como padre de familia, he tenido que dedicarme mucho tiempo a Álex como deportista, porque él sabe que paramos un tiempo en Guarne, casi 6 o 7 meses al año, los viajes que hacemos siempre a los mundiales, la gira europea, al programa del ciclo olímpico y yo lo acompaño. Entonces siempre estoy fuera de casa 6 o 7 meses al año, es muy complejo porque ese tiemp también debo dedicárselo a sus otras hermanas, también a mi esposa, Sandra Luz. Pero es una realidad plasmada que nos tiene a todos juntos”, cuenta.

Siempre hubo una relación lógica de padre-hijo pero también de entrenador-hijo y allí hubo una persona importante como Eric Cantillo, psicólogo deportivo de la escuela, que siempre fue el que los orientó para que supieran manejar ambas relaciones que los unía. En palabras de Álex no fue fácil pero terminó siendo un binomio ganador:
“No es fácil siendo joven y querer hacer cosas como cualquiera. He sido responsable como deportista y como hijo y nunca le saqué el cuerpo a los entrenamientos. Hay una parte bonita padre y entrenador y aunque la comunicación con mi padre es poca, siempre fue muy directa. Ha sido bonito compartir tristezas, alegrías, victorias, derrotas, momentos difíciles”, señaló.
Y de esos momentos difíciles de los que habla, el que más recuerdan ambos fue una lesión en 2015 que lo dejó por fuera de la Selección Colombia de Patinaje.
Se arrodillaron en el césped y lloraban a la par por la oportunidad que según ellos, les había quitado la vida. Rápido se pusieron de pie, se sacudieron y Álex le prometió a su padre que nunca más, por ningún motivo, iba a quedar por fuera de la Selección.
Su vida ha sido un trasegar de promesas cumplidas y de logros que no llegan con espontaneidad, sino con una continua lucha. Hoy en día en Barranquilla es uno de los ídolos de la ciudad como Édgar Rentería o Teófilo Gutiérrez, y los niños lo abrazan y le agradecen por el trabajo que tiene su Fundación Álex Cujavante.
Con toda tranquilidad levanta los brazos en señal de campeón de la vida y esta vez no habrá un coreano que le quite lo que ha ganado.