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Rodando en bici y ‘marranitas’ al borde del Cauca

Todo listo para rodar, a simple vista el viaje parece un trazado sencillo, una descolgada larga hacia el corregimiento de Arauca en el municipio de Palestina - Caldas, aunque la presencia del sol siempre dificulta cualquier pedaleada y más cuando en la ruta está marcado el paso por “El Infierno”, una subestación de la Central Hidroeléctrica de Caldas, - Chec ubicada en el sector de la Ínsula entre Risaralda y Caldas.

La ruta convencional para este viaje toma menos de una hora bajando por la Autopista del Café desde Manizales a la Manuela, de allí continua hasta el cruce para Medellín conocido como Tres Puertas y se desvía por una leve subida de cerca de dos kilómetros hasta llegar a Santagueda, lugar que concentra gran parte de los centros recreacionales, fincas y condominios de veraneo de Manizales por su clima entre 25 a 30 grados promedio.

Una vez allí, la bajada hasta Arauca toma menos de 10 minutos por una carretera recién restaurada, y aunque ese es nuestro destino, hoy no vamos a tomar la ruta descrita, vamos a llegar descubriendo otros caminos.

A las 8 de la mañana, ya cogidos de la tarde, por fin nos reunimos cerca de 50 ciclistas (45 hombres y cinco mujeres) en el Parque de las Aguas de Manizales, listos para pedalear 60 kilómetros y montar en marranitas.

El trayecto inicia bajando por la vía antigua a Chinchiná hasta la entrada al municipio; carretera en buen estado, velocidad promedio 20 kms., el sol aún no pica, el único desgaste hasta ahora es la recta tendida (tramo con una leve inclinación) de unos 200 mts. que hay para arribar a este lugar.

Primera parada 8:30 a.m., allí descansamos, nos hidratamos, compartimos bocadillos, bananos, nos aplicamos una nueva capa de bloqueador solar y esperamos a que todo el grupo vuelva a reunirse.

Después de quince minutos los ciclistas empiezan a acosar, no se puede perder el ritmo ni dejar enfriar los músculos, además según el guía de la ruta el señor de las "marranitas" nos espera a las diez.

Así que la mayoría, aún sin saber que son las anunciadas marranitas, nos apuramos a retomar las bicicletas y de ahí salimos por la vía de Chinchiná hacia Marsella pasando por un lado de la entrada a Palestina, al otro costado el Malecón del Lago Balsora: un atractivo ecológico que pronto abrirá las puertas a los turistas; pasamos rápidamente por este paraje bordeando los límites entre Risaralda y Caldas.

El sol ya se empieza a sentir y justo para la primera subida, un tramo corto que nos conduce a la vereda Curazao camino a Marsella.

Después de la pendiente llega la recompensa, pero cuidado ciclistas, a veces la emoción del descenso literalmente nos propina duros golpes y lecciones para no olvidar.

Lección 1

Prudencia, en este como en otros deportes la velocidad es un riesgo innecesario cuando no se trata de competencia, y el peligro se vuelve inminente cuando a la adrenalina se le suma una vía desconocida.

Resultado: clavícula partida en cuatro pedazos por un tramo muy cerrado y a mucha velocidad, como diríamos coloquialmente, a nuestro compañero se lo comió la curva.

Veinte minutos después del susto, ya sabíamos que era más que un raspón, al llegar la ambulancia tipo Land Rover modelo 80 procedente de Palestina, los paramédicos dieron su parte y lo llevaron rumbo al puesto de salud del municipio.

A menos de tres minutos y dos curvas de retomar la ruta nos enteramos que por poco se hubiera evitado el accidente, faltaban unos pocos pedalazos para llegar al desvío a la vereda la Ínsula, una carretera destapada dónde apenas iniciaba lo mejor del recorrido.

Aún impactados por el accidente continuamos rodando por ese camino al borde de un canal de agua que alimenta la subestación hidroeléctrica San Francisco a la que llaman El Infierno, recuerdo a un amigo diciendo que ese tramo le hacía pensar en pedalear por la costa, así, planito, polvoriento y bajo un sol de unos 30 grados debía sentirse montar bici por los lados del mar.

Historias en Bici en Manizales

Sin duda era lo mejor del viaje, ya lejos de la pavimentada, de los carros, solo plan y bajada, hasta que nos encontramos con uno de los momentos más anunciados desde la salida de Manizales, la única subida dura que tenía el recorrido.

Efectivamente era una loma destapada de unos 500 metros, en realidad no era nada del otro mundo a no ser por la temperatura sin una pizca de sombra, el sol arde en la nuca y las piernas empiezan a ceder ante el calor.

En la subida nos vamos encontrando los primeros que se orillan, es necesario parar a tomar aire, hidratarse y estirar las piernas, a mí todavía me alcanzan las fuerzas, así que miro un punto fijo y me niego a parar hasta no llegar ahí, con ese método me la paso engañando el cansancio, “otro poquito” me digo, y de poquito en poquito por fin, como la visión de un harem, veo a mis compañeros en la cima que nos gritan animándonos a los que vamos llegando: ¡duro, hágale con toda que ya va a coronar!

Historias en Bici en Manizales

Esas palabras tienen un efecto especial en los ciclistas, es más creo que a todo deportista algo se le dispara en el cuerpo al oír esas voces de ánimo, es como una píldora de energía que activa la última gota de aliento y te da el empujón que hace falta antes de rendirte o caer desmayado del cansancio.

Momento de retomar fuerzas, oxigenar los pulmones, posar para la foto y llamar a preguntar por nuestro compañero accidentado.

Historias en bici en Manizales

En medio del calor algunos se preguntaban si ese era el Infierno anunciado, “aún falta más de media hora y la cosa se va poner cada vez más caliente”, nos dice el guía, peor si no nos apuramos pues el señor de las marranitas nos va dejar, y devolvernos pedaleando con el sol de mediodía sí que puede convertirse en una experiencia de terror.

Nuevamente todos a sus bicis y a pedalear se dijo, carretera destapada sector El Congal, el sol agobia y nos empezamos a preocupar en serio por las marranitas, que según nos explicaron eran como una especie de carritos de madera que nos llevarían hasta el municipio de Arauca.

Pero ya lo dice el conocido refrán, de las carreras no queda sino el cansancio, los que decidimos adelantamos resultamos tomando el camino equivocado y aunque no nos perdimos salimos por otra ruta, y por el afán un nuevo accidentado.

Realmente no íbamos tan rápido, pero en bicicleta, como muchas cosas en la vida, el riesgo de un accidente está siempre latente, así que nunca, nunca se deben pasar por alto las normas de seguridad.

Lección 2

Los guantes no son solo para evitar tallones, de verdad sirven para evitar heridas mayores.

Esta vez, repito, no íbamos tan rápido, pero era una bajada muy seca y llena de piedras sueltas, el terreno perfecto para derrapar (deslizar) la llanta trasera o en el peor de los casos cuando la bici coge mucho impulso y ante la falta de adherencia de las ruedas al piso viene la frenada y el popular ardillazo, cuando la llanta delantera se detiene en seco y el conductor sale volando por encima del manubrio.

En este caso una piedrita mal ubicada hizo derrapar la cicla de mi amigo, un resbalón insignificante que no supo controlar por lo liso del terreno y lo puso a morder el polvo.

La caída no habría sido tan grave si hubiera llevado puestos sus guantes, pero la Ley de Murphy opera con la precisión de un reloj Suizo cuando se desafía la suerte ante lo que parece una bobada.

Se hubiera podido raspar una rodilla, un codo o doblarse un tobillo, pero justamente como para que no olvidará la lección, se clavó en la palma de la mano izquierda una piedra de tres centímetros en forma de estalactita recién afilada y en la otra un raspón con herida abierta, unas cuantas peladuras en las rodillas y una capa que lo dejó todo blanco cubierto de polvo.

En ese momento aprendí un excelente uso para el 'pescuezo', una especie de pañoleta utilizada para proteger el cuello del frío y que personalmente solo he podido usar una vez para subir al Nevado del Ruiz, pues al primer pedalazo dan ganas de quitárselo por el calor que produce, esta vez fue el mejor torniquete para estancar la sangre que le brotaba en cantidades alarmantes.

Unos días después nos enteramos el motivo de esta descomunal 'desangrada', resulta que para evitar el dolor en las piernas algunos ciclistas acostumbran a echarle un Alka seltzer al agua, pero este mismo ingrediente genera que la sangre se vuelva un poco más líquida y no coagule con facilidad.

El susto, el calor, el cansancio, la advertencia de las marranitas que se van... no importa, todo es parte del paseo, esa es la pasión del ciclismo, la aventura de enfrentarse a caminos desconocidos, rodar por rutas que se bifurcan como laberintos, bajar con cuidado la trocha, pedalear con entereza en las lomas, conocer tu tierra, el departamento vecino, el de más allá.

A solo diez minutos de reponernos de la caída y para disipar el dolor de nuestro compañero en sus manos que apenas podía sostener el manubrio, nos sumergimos en uno de los grandes placeres de la bici: la contemplación, pedalear despacio y dejarnos sorprender por paisajes inesperados.

Por fin estamos en las puertas del Infierno, el calor lo confirmaba, pero nada más lejos de los horrores del averno que la belleza del paisaje y la condición del terreno enmarcado en la imponencia de las montañas cafeteras, al fondo el enorme embalse La Esmeralda que provee agua a la subestación hidroeléctrica San Francisco.

Allí nos encontramos con el resto del grupo que posaba para las fotografías, las marranitas prometen aparecer a solo cinco minutos. En el Infierno hay 50 ciclistas felices bajo el cielo azul.

Historias en bici en Manizales

Seguimos despacio, contagiados por la calma de las aguas tranquilas del embalse, despacio porque nos adentramos en una bajada escarpada, ruta de piedra suelta y pedaleando suave al ritmo de nuestro compañero herido, de pronto el camino parece tener fin, los ciclistas por grupos esperan su turno para coger su puesto y el de sus bicicletas. ¡Las marranitas!!!!!!

Historias en bici en Manizales

Estamos en medio del monte, solo sé que esos carritos nos llevarán hasta Arauca, pero en mi radar mental no tengo idea en qué parte del mapa estamos parados, ni siquiera estoy segura si estamos en Caldas o Risaralda.

Pasajeros de la bici, llegó la hora del transbordo

La carrilera abandonada del Tren de Occidente de Ferrocarriles Nacionales se ha convertido en un medio de transporte y de subsistencia para la comunidad del lugar, y un atractivo turístico para los visitantes.

Sobre los rieles montan plataformas de madera de unos 5 x 5 mts., unas tienen banquitos y carpas para que los pasajeros no se insolen, vayan cómodos y disfruten el viaje, las otras están vacías, nos estaban esperando para subir las bicicletas.

Historias en bici en Manizales

A un lado del riel los conductores de cada marranita instalaron una moto encargada de impulsarnos, es decir lo que se mueve es la moto dentro del riel, es la que jala todo el andamiaje.

Las marranitas prenden motores, y dejamos tierra firme, por momentos solo vamos suspendidos sobre la carrilera, el sonido de los empates metálicos y los pequeños saltos dan un poco de susto, pero ya entrados en gastos hay que relajarse y disfrutar lo que aparece ante nuestros ojos: la majestuosidad del río Cauca.

De ahí en adelante todo el camino es un deleite, 20 minutos rodando al borde del Cauca en Marranitas, descansando de la pedaleada, también pasamos a un lado de un caserío y cruzamos algunos afluentes, los niños nos saludan y el paisaje también.



Todo es sorprendente hasta que nos encontramos otra marranita de frente que hacía la ruta contraria, ambos carritos se detienen y entre los conductores toman la decisión de cuál está más fácil para desarmar, los pasajeros de la otra marranita se bajan y como desbaratando un juguete ayudan a levantarla y la sacan del camino, a nosotros nos impulsan un poco, vuelven a montar la otra marranita a nuestras espaldas y solucionado el impase, cada carrito de madera listo para continuar su ruta, el modo más artesanal de ceder la vía, un gesto lleno de solidaridad, las peripecias del rebusque.



Al llegar a Arauca nos recibe un panorama de ferrocarril viejo, algunos vagones mohosos y piezas de tren desarmadas al lado del camino.

Es hora de bajar las bicis y pagar el pasaje, solo cinco mil pesos por ese alucinante paseo al lado del Cauca, William Darío Árias el conductor de nuestra marranita y que en los 80 fue maquinista del tren, nos cuenta que el trayecto puede ser mucho más largo, incluso por esa misma ruta se puede llegar a Pereira o hasta más allá.

Nuestro viaje en bici todavía no acaba, nos espera una buena subida antes de almorzar, está la alternativa de coger jeep directo a Manizales pero aún nos alcanzan las fuerzas para pedalear desde ahí hasta Santagueda, 20 minutos de subida tendida por carretera pavimentada bajo el sol ardiente. No nos mareamos, asumimos el reto.


1:00 p.m. caldo de pescado para rematar, pero aún falta escuchar la historia de las marranitas, si quieren conocer como se originó la idea de este transporte, rutas, precios, ubicación, anécdotas o contactarse con don William para programar su viaje, escúchelo aquí, a través de las redes de la Radio Nacional de Colombia, porque la Radio Pública rueda en bici por los caminos de nuestro país y les narra sus historias.

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