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Breve antología musical de diciembre

Una antología de esa música infaltable en la discoteca de los hogares colombianos, imprescindible por estas calendas cuando se reaviva la fe.

Por: Vicente Silva Vargas, director de Radio Nacional de Colombia

Aunque el 2020 será un año difícil de olvidar porque en miles de hogares el Covid-19 —como si fuera un ángel exterminador— dejó su terrible huella de muerte, dolor y pérdidas irreparables, vale la pena intentar una breve antología de esa música infaltable en la discoteca de los hogares colombianos e imprescindible por estas calendas cuando se reaviva la fe, las familias se reencuentran y muchos se dedican a la parranda, al son de música tropical que resucita cada diciembre.

En esta lista imperan algunos gustos particulares y, como todas las selecciones, cualquier escogencia es arbitraria. Por tanto, los lectores y oyentes pueden hacer adiciones, supresiones, modificaciones, alteraciones o las interpretaciones que a bien tengan.

Por supuesto, es obligatorio empezar por el notable aporte nacional al villancico, un género musical que en su génesis europea no tuvo carácter religioso, pero que en Colombia tiene sus primeras referencias en composiciones litúrgicas conocidas durante la Colonia y que se fortaleció en la tercera década del siglo XX con la aparición del disco de acetato y el auge de la radio. Musicólogos como Joaquín Piñeros Corpas afirman que el rescate de viejas tonadas que se cantaban en las iglesias y conventos o permanecían en la tradición oral por parte de las disqueras y las emisoras facilitaron la masificación de una costumbre.

En este aspecto fue decisivo el papel de la Iglesia católica que al mismo tiempo difundió la Novena de Aguinaldos, inspiró la elaboración de pesebres y promovió ayudas a los más pobres y aprovechó esta música para evangelizar. Es claro que a través de los villancicos como una forma de alabanza también se hizo pedagogía religiosa para acercar a los fieles a personajes de la Navidad como el Niño Dios, María, José, los Reyes Magos, los ángeles, la estrella de Belén, los pastores y hasta la mula y el buey.

Como fruto de esa difusión aparecieron villancicos en forma de bambucos y pasillos que rápidamente se popularizaron en parroquias y hogares. Dos de ellos son ‘Niño divino’, creación del maestro nortesantandereano Luis Uribe Bueno, y ‘Ha nacido el niño’, de las hermanas antioqueñas Lucía y Helena Espinosa con música de Camilo García, integrante del Dueto de Antaño.

Por su belleza sonora y el enorme significado cultural que entrañan, es imperativo mencionar los ‘alabaos’ y los ‘arrullos al Niño Dios’, composiciones nativas que son parte de la cultura de las comunidades afrocolombianas del Pacífico. Uno de los más populares es ‘Velo que bonito’, ‘alabao’ de origen popular que fue llevado al disco por la Negra Grande Leonor González Mina y Totó la Momposina.

Cantemos villancicos, precioso álbum grabado hace pocos años por la Orquesta Filarmónica de Bogotá, bajo la dirección de Eduardo Carrizosa, debe estar en una antología colombiana. Además de obras clásicas de la Navidad compuestas por artistas de diferentes lugares del mundo, se escogieron cinco obras de autores nacionales: ‘Viene el Salvador’ (Jesús Darío Peña); Ha nacido el niño (canción distinta a la citada antes, de Jesús Pinzón) y Sueño de Navidad, Bun-za-ba-da y Villancico colombiano (Arnulfo Briceño).

Aunque no podrían calificarse estrictamente como villancicos construidos de acuerdo con los cánones tradicionales, algunas obras podrían asociarse a este género que, sin ser un ritmo como tal, sí admite diferentes modalidades rítmicas. La clave que podría establecer su parentesco está ‒probablemente‒ en las temáticas y sus mensajes que cantan a las alegrías, los triunfos, las tristezas y las decepciones. Por esa razón, algunos músicos entrelazan episodios personales con su percepción sobre la fe cristiana y la alabanza.

Estas consideraciones emergen en las creaciones de grandes autores colombianos como Jorge Villamil Cordovez quien en 1958 compuso ‘Campanas de Navidad’ para enfatizar las contradicciones de esta celebración: “hay otros que recuerdan con su sonar / que nada tienen en esta vida / que todo llega y todo se olvida /y entonces lloran en Navidad”. En este villancico-sanjuanero popularizado por Vicky, el huilense recurre a la alabanza al decir que “ha llegado el Mesías para salvar a la humanidad”.

También lo hizo Carlos Vives en ‘No te pongas triste’, una fusión de pop con vallenato en la que se habla del reencuentro familiar, el afecto a los mayores, la Novena, el pesebre, la alegría y la música. En una estrofa que seguramente muchos pueden adoptar pensando en el drama padecido por la Covid-19, el samario envía un mensaje de solidaridad que al mismo tiempo es alabanza: “Y no te pongas triste / porque el Niño Jesús quiere jugar contigo / le vamos a cantar, lo vamos a arrullar. / Y no te pongas triste / porque el Niño Jesús vino a curar tus penas / nos vamos a alegrar, llegó la Nochebuena”.

Joe Arroyo también hizo una melodía a la costumbre decembrina de dar regalos. Acompañado por una gran orquesta en la que sobresalen trompetas y trombones, el Joe alaba al Niño Dios y le pide ayuda para que muchos puedan tener un presente: “Todo el mundo en Navidades / con tu ayuda, a ver sí puede / Tener pa’ los regalitos y adornarte tu pesebre”.

De igual manera, el vallenato Rosendo Romero también se dolía de las alegrías y tristezas que producen las celebraciones de fin de año. En una estrofa del paseo 'Mensaje de Navidad', popularizado por Diomedes Díaz, se cuestiona la ostentación propia de la temporada: “Si la gente usa oro y nada más / preocupada por el lujo y la apariencia / olvidando el dinero celestial / que se gana compartiendo con nobleza / olvidando el dinero celestial / que se gana compartiendo con nobleza”.

La curiosa combinación de alegría-triste o tristeza-alegre ‒una característica recurrente en las músicas colombianas‒ aparece en ‘Navidad’, de Rafael Orozco, el cantautor desaparecido en 1992. Además de recordar sus diciembres infantiles y la pobreza familiar, la estrella del Binomio de Oro dice en este paseo vallenato: “Navidad, que Dios me dé el aguinaldo / Navidad, que yo soñé desde niño / Navidad, que esté mi madre a mi lado / Navidad, sin penas y sin martirios”.

Algo parecido ocurre con ‘Lindo diciembre’, vallenato de Miguel Herrera en el que Jorge Oñate recuerda con nostalgia el año que se va. Mas adelante este vallenato deja mensajes para la familia y los amigos: “Vivamos felices y que Dios nos proteja por todo el año / que haya mucha dicha en todos los hogares y prosperidad. / Que el año que viene será mejor / recibiendo de Cristo la bendición…”

La Navidad se baila

Dentro de la llamada música bailable encabeza la lista ‘El Año Viejo’, cumbia de Crescencio Salcedo cantada por Tony Camargo, el mexicano que la hizo famosa el Hispanoamérica. A ella se suman tres clásicos de siempre: ‘La víspera de Año Nuevo’, de Tobías Enrique Pumarejo, en la voz de Buitrago; ‘24 de diciembre’, la parranda paisa de Francisco Antonio el ‘Mono’ González en la que la palmireña Lucy Figueroa recuerda a “algunos novios que en Nochebuena por chupar piña ni oyen ni ven” y ‘Diciembre azul’, la deliciosa cumbia instrumental del tulueño Edmundo Arias que con su orquesta la popularizó en 1965.

En idéntica categoría está el éxito de la Feria de Cali en 1962, 'La negra Celina', del barranquillero Cristóbal Pérez, interpretada por él con su conjunto. Y claro, no puede faltar un gigante del Caribe como Luis Carlos Meyer, hijo de inmigrantes nacidos en Trinidad y Tobago y Martinica, pero tan barranquillero como el barrio Abajo. Sus aportes como cantante y compositor no admiten discusiones: ‘La puerca’, (“Tú cogiste y mataste la puerca y no me diste ningún chicharrón”) y ‘Micaela’, la mujer que no le daba permiso al marido para “ir a porrear”. En esta tanda figuran Rufino Garrido Gamarra, más conocido como Rufo Garrido, el cartagenero que con sus ‘Brisas de diciembre’ le cantó a la ventolera de fin de año que “llena el mundo de placer”.

En elepés, en cd o en las modernas plataformas digitales de hoy destellan el ‘Arbolito de Navidad’ y la ‘Navidad negra’, de José Barros. El primero es un son paisa que resuena en el estilo inconfundible de Alberto ‘Tito’ Ávila, exitoso artista antioqueño que en su niñez se radicó en Magangué. La segunda es un homenaje a las comunidades afro que antaño celebraban las navidades a orillas del Caribe. Ya sea en la versión de Matilde Díaz con la orquesta de Lucho Bermúdez o en la de Pedro Laza y sus Pelayeros, ambas se prestan para bailar cumbia de la manera más tradicional.

Son muchos y destacados los aportes ‘cachacos’ a la parranda decembrina. Es el caso de Miguel Velásquez, un antioqueño que al componer una canción memorable también creó una especie de rótulo de la nostalgia denominado ‘Aquellos diciembres’. Según datos del musicólogo Alberto Taborda Restrepo, Miguel grabó esta gaita con Mario Escobar, Juan Jorge Mejía y Álvaro Velásquez, otros tres jóvenes paisas que conformaron Los Falcons, un conjunto que pese a su corta historia es considerado uno de los pioneros de las bandas juveniles colombianas.

El nombre de Julio Torres Mayorga también sobresale tanto por su genialidad musical siendo apenas un joven de 20 años, como por la creación de ‘Los alegres vallenatos’, el primer conjunto de este género que hubo en “la nevera”, como llaman los caribeños a la capital colombiana. A finales de los años 40 y principios de los 50 sus canciones de ritmo contagioso, con temáticas por lo general risibles, le dieron otro sabor a una Bogotá que poco sabía de la música con acordeón. Su nombre como adelantado del vallenato y fiel seguidor de Guillermo Buitrago hasta el punto de imitar su estilo nasal, quedó signado por la leyenda al morir en Cartagena, ciudad a la que había viajado en 1951 para conocer ese mar al que le cantó en su paseo ‘Los camarones’. Tenía 21 años y según el dictamen médico murió ahogado. De su discografía se recuerdan obras icónicas como ‘El aguinaldo’, ‘El volador’, ‘Pomponio’ y ‘El aguacero’.

Por último, de una cosecha más moderna, se destaca gran parte de las composiciones alegres y nostálgicas que le compuso Flavio Enrique ‘Kike’ Santander a la cubanoamericana Gloria Estefan. ‘Farolito’, ‘Abriendo puertas’, ‘Tres deseos’, ‘Más allá’, ‘La parranda’, entre otros, se convirtieron en éxitos imperecederos y exaltaron al músico caleño al estrellato mundial.

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