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Mompox, 480 años de relatos junto al Magdalena

Basta con pisar estas tierras para disfrutar del calor que recibe a turistas que encantados por la arquitectura, gastronomía e historias, se enamoran de Santa Cruz de Mompox, municipio ubicado en Bolívar.

Por: Angélica Blanco Ríos - Radio Nacional Bucaramanga

De cara al río, erguida e imponente como quien sobrevive al olvido, está Santa Cruz de Mompox, municipio ubicado en el centro de Bolívar, donde las aguas del río Magdalena, aunque van lentas y silenciosas, bañan a la que fue la primera población en proclamar la independencia absoluta de la colonia española (6 de agosto de 1810).

Tres años después, Simón Bolívar, entre las muchas frases que dejó a los colombianos del hoy, perpetuó con sus labios y pensamientos a este pueblo con la siguiente línea: “Si a Caracas debo la vida, a Mompox le debo la gloria".

Y precisamente eso es lo que ven sus turistas al disfrutar lo que esta pintura flotante. “Yo nunca había soñado tanto con conocer un pueblo, como lo he hecho con este. Ahora realmente compruebo por qué es conocido como ‘La Tierra de Dios’. Dicen por ahí que es una ventana al cielo y la estoy viendo”, susurra Martín Quintana, uno de los turistas, quien con cámara en mano y mientras se toma un agua de corozo, bebida que refresca a quienes pisan tierras momposinas, suspira y cuenta que siente cómo sus ojos brillan al ver uno de los atardeceres desde el Portal de la Marquesa.

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Foto: Andrés Rojas.

Allí los ocasos son dorados, como los hilos de oro o plata con los que tejen la famosa filigrana, técnica orfebre que mueve la economía de esta zona, que hace parte de los 17 pueblos de la Red Patrimonio de Colombia.

A cada despertar, lo acompaña el sonar de siete campanas, el olor del pescado y con un calor que solo se siente en esta región del país, el sol brilla a más de 38 grados centígrados y en el aire se escuchan tamboras.

A su vez, Mompox está lleno de historia y riquezas arquitectónicas, pero ha escrito la suya. Hoy se sostiene también de la pesca y del turismo, pues con 29 sitios para mostrar, el mismo número de hoteles y 875 camas disponibles, recibe a más de 8.000 mil visitantes en tan solo dos fechas del año: “la Semana Santa y el Festival de Jazz”, así lo asegura María Bernarda Palomino, secretaria de Turismo y Cultura, que detalla que a Mompox llega gente de todo el mundo.

Foto: Andrés Rojas.

Los caminos que le abren paso a Mompox

Desde hace años a Santa Cruz de Mompox se llega por carreteras viejas y destapadas o en ferry, como lo hizo Bolívar en su último viaje a este lugar, que logró ser un puerto al estar rodeado de fuentes hídricas tan importantes como el Magdalena, lo que permitió que se moviera el comercio que iba hacia el interior de Colombia y a viajeros, hacer escala en este punto.

Pero si se salta al presente, el municipio donde el río se ‘durmió’ y dejó de ser un puerto, tiene cerca de 44.000 habitantes, está ubicado a 7.700 kilómetros de Santander, a 325 de Cartagena y busca ser, según un proyecto del Senado, un Distrito Especial, Cultural e Histórico de Colombia.

Historias que se tejieron en esta isla del Magdalena

Para conocer el pueblo hay que leer también a Gabriel García Márquez, quien le dio especial relevancia a Mompox en su novela ‘El general en su laberinto’ o que fue en 1987, la locación en la que se grabó la película ‘Crónica de una muerte anunciada’, basada en la novela del mismo nombre y que fue escrita por este Nobel de Literatura -que amó profundamente a Mompox, tierra en donde su esposa pasó varios años cuando era joven- “Y que lo inspiró tanto, que siempre hemos creído que Mompox es el famoso Macondo, esto porque él cuenta cosas maravillosas, que se parecen a las nuestras. Se parecen a nuestros pescaditos de oro”, comenta la secretaria de turismo, María Bernarda Palomino.

Foto: Andrés Rojas.

Sin embargo, no se puede hablar de la historia, sino se menciona a sus bebidas o por lo menos al vino. Su evidencia más antigua data del año 5.400 antes de Cristo, pero a “Mompox llegó con los españoles y desde entonces las variedades nos rodean. Ellos también se llevaron lo nuestro”, dice Abad Sosa, dueño de Vinos Mompox, empresa que desde hace 14 años existe, pero que se pensó hace 40.

A él, le atribuyen la grandeza de vender y hasta de dar muestras gratis del vino de palma, aceituna negra, níspero, banano, naranja, tamarindo y su especialidad: el de corozo.

Dicen que todo lo que toca lo convierte en vino y sonríe cuando se lo cuento, pero tampoco lo niega.

Sosa está sentado en una silla momposina, frente a una de las siete iglesias que tiene esta localidad, “quizá la hizo José Trespalacios Arques”, dice uno de los pobladores de Mompox que, montado en una bicicleta, pedalea antes de dar su nombre.

Foto: Andrés Rojas.

Trespalacios es un tejedor de sillas que nació hace 53 años en este municipio que cumplió 480. Desde los 13, se dedica a darle vida a estas ‘mecedoras’ que abundan en los hogares que yacen sobre este territorio del Magdalena.

Allí, niños y adultos, en el vaivén y crujir de sus maderos, crecieron y vieron pasar la vida, como si fuese el agua que corre por el río de la patria, en el cual Trespalacios se bañó desde pequeño y donde aprendió a entretejer, con paciencia e ímpetu, lo que hoy le da de comer.

“El proceso para hacer una de estas, es bien largo”, recalca José, mientras apunta una silla con su dedo.

Foto: Andrés Rojas.

“Tenemos que trasladarnos a los potreros, darle motosierra al palo, traer la madera a Mompox. Antes era fácil, pero ahora no. Después de que llega, buscamos empleados, ellos la sierran en tablones de tres centímetros y medio, se sacan los moldes, se cepillan las piezas, se pulen y listo; se arma el mecedor”, repite de memoria este artesano que de vender 400 mecedoras al mes, ahora solo comercializa 50.

Además, relata que vende estas sillas desde que su papá murió y no le quedó más remedio que aprender a hacerlas, para sobrevivir. Hoy tiene un taller, de esos que se abren paso en todo Mompox, municipio que se salvó del olvido y donde las tradiciones siguen vivas.

Foto: Andrés Rojas.

Un recorrido por ‘La Tierra de Dios’ y sus sabores

Santa Cruz de Mompox se tiene que recorrer a pie, con bolsa de agua en mano y preparado para comer su famoso arequipe; queso de capa, que mide 60 centímetros y está relleno de manjar blanco o bocadillo. También se vende el postre de limón, que bañado en un almíbar, que hierve por horas, su preparación toma más de 2 días y deleita a quienes lo prueban.

Sin embargo, las papilas gustativas, no son las únicas que se alteran en la lista de los sentidos, pues la vista puede disfrutar de las siete iglesias existentes: la Casa de la Cultura, el Museo de Oro, el Palacio de San Carlos de Borromeo (la Alcaldía), la Albarrada del Campillo, la Calle Real del Medio y hasta se puede subir a conocer los campanarios más antiguos, que resguardan relojes de hace más de 180 años, historias que aseguran quedarán marcadas para siempre.

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