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Cuenterías, relatos de una colección

Por: Richard Hernández.En los años 60 y 70 en algunos barrios populares de Bogotá y en varias ciudades de Colombia existían las llamadas cuenterías, las cuales se instalaban en pequeños locales, garajes y cuartos de las casas.En estos espacios acudían los niños y jóvenes a alquilar cuentos de sus personajes y héroes favoritos: Superman, Batman, Tío Rico, Archí, Periquita, La Pequeña Lulú, Red Ryder, Memín, El Santo y Kalimán, entre otros.

Por: Richard Hernández.

En los años 60 y 70 en algunos barrios populares de Bogotá y en varias ciudades de Colombia existían las llamadas cuenterías, las cuales se instalaban en pequeños locales, garajes y cuartos de las casas.

En estos espacios acudían los niños y jóvenes a alquilar cuentos de sus personajes y héroes favoritos: Superman, Batman, Tío Rico, Archí, Periquita, La Pequeña Lulú, Red Ryder, Memín, El Santo y Kalimán, entre otros.

Estas publicaciones eran distribuidas a nuestro país por editoras mexicanas como Edar y Novaro y la española Bruguera. Luego empresas colombianas como Epucol, Edicol y Cinco empezaron con esta labor gracias a convenios con editoriales de Estados Unidos.

Pero el auge de la televisión colombiana y el fin de la editorial Novaro, la cual tuvo una gran importancia en la distribución de comics por gran parte de Latinoamérica, hicieron que las cuenterias fueran desapareciendo.

En la Carrera 8 con Calle 22, en pleno centro de Bogotá, encontramos a Juan de Jesús Páez, un coleccionista de comics quien tiene un pequeño local de revistas y cuentos que nos transporta a aquella época. Un tiempo en donde a través de estas historietas los lectores viajábamos a mundos fantásticos.

“Mi padre, Víctor Manuel Páez, fue uno de los pioneros en traer el comic a Colombia, gracias a sus contactos en México y España. También fue el fundador de las casetas de la Calle 19, en donde se vendían libros y fue el primero en empezar a vender cuentos en ese lugar”, señala Jesús.

Antes de seguir con su relato, Juan es interrumpido por dos señoras quienes le preguntan si tiene novelas de Corin Tellado.

“Mi padre tuvo una cuentería en una casa de inquilinato, aún recuerdo el número, Calle 9, 11-27. Las paredes eran de barro y el ponía los cuentos como colgando la ropa, en una cuerda de pita. En un zaguán colocaba unas banquitas y unos tablones para que la gente se sentaran. En ese barrio todavía existían las carbonerías y los relojeros que trabajaban con sus curiosas lupas”, señala Juan.

“Yo tenía como unos nueve años, es decir hace unos 54 años, en esa casa nací y veía como llegaban estudiantes del colegio José Celestino Mutis y hasta profesores a alquilar cuentos, pagaban como diez centavos. Allí muchos aprendimos a leer e incluso a dibujar y a asombrarnos con las historietas. Mi cuento preferido era Tarzan porque hablaba con los animales, pero claro había otros comics que me gustaban como Superman, Batman, Bugs Bunny, Fantomas y el Doctor Mortis”, recuerda.

“Mi padre siempre nos había inculcado que teníamos que cuidar los comics y cuando él murió me dejó unos 200 mil cuentos. Los tengo bien conservados y guardados en cajas, en dos pisos, de una casa que tengo en Arborizadora Alta, en Ciudad Bolívar”.

Para Juan este oficio se convirtió en un modo de vida y como él afirma “en una obsesión”, por eso tiene desde hace muchos años ese local en el centro, que le ha permitido subsistir con la compra y venta de revistas, cuentos y novelas del oeste.

Lo curioso es que al negocio de Juan llegan viejos clientes que le compran y cambian a 400 pesos, novelas del oeste, en especial, las de Marcial Antonio Lafuente Estefanía, quien fue considerado el máximo representante de este género en España. Este tipo de publicaciones de vaqueros también le gustaba leer en los últimos años de su vida, al maestro León de Greiff.

“El local no tiene nombre al igual que las cuenterías que tampoco lo tenían. Por acá pasa mucha gente y personas de mi época se quedan maravilladas cuando empiezan a ver aquellos cuentos que alguna vez leyeron. Por eso, mí mayor deseo, es que toda esta colección que yo tengo, la gente la pueda apreciar a través de un museo del comic, como lo hay en México y España. Que las personas puedan disfrutar como lo hicimos nosotros el llamado noveno arte, o el cine de los pobres” asegura Juan.

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