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Los guardianes de la laguna de Pedro Palo en Tena, Cundinamarca

Desde hace varios años, este ecosistema es protegido por los dueños de las ocho reservas naturales que lo rodean.

Por: Richard Hernández

En la vereda Catalamonte, a 12 kilómetros del casco urbano del municipio cundinamarqués de Tena, se encuentra la mítica laguna de Pedro Palo, uno de los ecosistemas más biodiversos de la cuenca baja del río Bogotá. Desde hace varios años, es protegido por los dueños de las ocho reservas naturales que lo rodean.

El Grupo Río Bogotá, un proyecto social y ambiental que trabaja en alianza con otras fundaciones y empresas privadas para la recuperación del río, visitó Tenasucá. Esta reserva, considerada una de las mejor conservadas, se está consolidando como un aula viva para la ciencia y un sitio para conectarse con la biodiversidad.

Casi todas las semanas, según el Grupo, decenas de biólogos, ambientalistas y estudiantes, incluso provenientes de otros lugares del mundo, recorren las 42 hectáreas de esta reserva, con el fin de dar rienda suelta a sus proyectos sobre biodiversidad o, simplemente, para disfrutar el encanto natural de su paisaje.

“Estas alianzas con la ciencia no solo permiten mostrar la magia de la biodiversidad del territorio. También han arrojado un centro de documentación conformado por las diversas investigaciones realizadas en Tenasucá. La investigación es un turismo científico de bajo impacto que solo busca proteger la naturaleza”, señala Roberto Sáenz, dueño de la reserva y uno de los guardianes de la laguna de Pedro Palo.

Tenasucá no es exclusiva para los científicos, asegura Roberto. También los amantes de la naturaleza pueden visitarla y aprender sobre el legado de los muiscas, la biodiversidad de la laguna y la lucha de los dueños de sus reservas, todo bajo el compromiso de no alterar la tranquilidad natural del lugar.

“Este proceso de estudio y encuentro respetuoso con la biodiversidad ha generado una novedosa manera de conservar los ecosistemas, algo llamado socioecosistemas. Es una visión que permite abordar el acceso a la naturaleza desde el conocimiento y estudio de las especies”, explica Sáenz.

Este bogotano, que está radicado en Tenasucá desde hace más de cuatro años, afirma que la investigación y todos los proyectos sobre la biodiversidad y la cultura presente en Pedro Palo, son el mejor mecanismo para blindarla de las ambiciones de los mandatarios de turno. “Varios han querido convertir la laguna en un parque recreacional para los deportes náuticos y el camping”, cuenta.

Así, por ejemplo, en las 125 hectáreas de dicha reserva forestal protectora-productora, fueron identificadas 345 especies de aves, información que servirá para la elaboración de una guía de aves para los pajareros que la visiten.

Entre las investigaciones científicas más recientes en Tenasucá está el estudio de la biodiversidad del suelo por parte de Sebastián Galvis, estudiante de biología de la Universidad Nacional de Colombia quién descubrió tres nuevas especies de ciempiés.

“Con Nicolás Rozo, estudiantes de la Universidad Distrital, hemos identificado más de 200 especies de aves, de las cuales tres son endémicas y no se encuentran en ninguna otra parte del planeta: el inca negro, el colibrí frente azul y el dacnis turquesa. Con esta información elaboraremos una guía de las aves de Tenasucá”, comenta Roberto.

Por su parte, Victoria Molina, esposa de Sáenz, está trabajando en un proyecto con las mujeres de la vereda para fomentar el respeto, entender el cuerpo y rescatar la cultura muisca.

“El primer paso será una investigación sobre la población femenina, pero siendo respetuosos de lo que hay y de las necesidades de la comunidad. Vamos a escuchar a las mujeres para ver qué sienten y cómo se perciben, una actividad que podríamos hacer en unas onces con chocolate todos los miércoles”, expone.

Este trabajo también incluirá a las niñas y jóvenes de la vereda Catalamonte. “La mirada de la mujer desde la intuición y la forma de concebir al mundo y a la naturaleza, son muy distintas a la de los hombres. Nosotras tenemos esa capacidad intuitiva de escuchar más allá de la razón y de las cosas que son evidentes. El ideal es que las mujeres de toda la región se nos unan”, agrega.

Asimismo, Sáenz dice que, al consolidar su reserva como un lugar de investigación y aprendizaje a través de la ciencia ciudadana, permitirá que lleguen cada vez más jóvenes para que entiendan que este tipo de lugares son sagrados y se deben conservar.

“Debemos consolidar una fuerte red de aliados para que ningún interés pueda llegar a tocar la laguna y crear un verdadero socioecosistema que sirva de ejemplo en otras zonas de la cuenca del río Bogotá y en general, para todo el país”, concluye.

Otra labor que realizó el Grupo de Río Bogotá fue una investigación de cómo la gente ve a este río que abarca 46 municipios de Cundinamarca y la capital del país, y cuya cuenca responde por 32 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) y 26 por ciento de la producción nacional.

De los 380 kilómetros del río, tan solo 11 cuentan con aguas cristalinas, un tramo que forma parte de su nacimiento en el páramo de Guacheneque. Según la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR), el 73 por ciento del afluente en la cuenca media cuenta con una calidad hídrica catalogada como mala. Esa categoría se extiende a 46 por ciento del agua de la cuenca baja y al 20 por ciento de la cuenca alta.

A pesar de los esfuerzos por recuperar el río, los habitantes de dicha cuenca tienen poca fe en el proceso de recuperación del cuerpo de agua. La encuesta del Grupo Río Bogotá y el Centro Nacional de Consultoría (CNC) arrojó que el 56 por ciento de los ciudadanos ve como poco probable que el río pueda restaurarse en los próximos 10 años. Este resultado coincidió en un 63 por ciento con los estudiantes y organizaciones ambientales.

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