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La huerta urbana comunitaria que transformó 'olla' del microtráfico en Bogotá

En el barrio Santa Fe, donde hasta hace un tiempo predominaban la delincuencia y el expendio de drogas, hoy se cosechan hortalizas y plantas medicinales. Se siembra esperanza.
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Jardín Botánico de Bogotá.
Yaneth Jimenez Mayorga

En donde hasta hace unos meses existía un vetusto edificio en el barrio Santa Fe de la localidad de los Mártires en Bogotá que durante varios años sirvió de guarida a delincuentes, traficantes y expendedores de droga, hoy crecen cultivos de lechuga, coliflor, tomate, acelga, remolacha, rúgula y repollo verde y morado, que conforman la nueva huerta urbana La Fortaleza II, un espacio de 93,5 metros cuadrados desde donde se construye tejido social en una de las zonas más deprimidas de la ciudad. 

“Tras un proceso de extinción de dominio del edificio por parte de la Sociedad de Activos Especiales-SAE-, y acorde con el proyecto de la Alcaldía de recuperar predios que estaban en manos de expendedores de droga, se abre la posibilidad de implementar herramientas que le brinden una mejora tanto al espacio como a la comunidad. Luego de revisar alternativas, evidenciamos que la agricultura resultaba ser el instrumento más práctico, versátil, económico y de fácil manejo medioambiental”, explica Wilson Rodríguez Velandia, coordinador general del proyecto de Agricultura urbana y Periurbana Agroecológica del Jardín Botánico de Bogotá.  

Así, posterior a la demolición de la propiedad, ubicada en la calle 21 con carrera 14b, y al retiro de escombros, se inicia la adecuación de la huerta agroecológica urbana en un trabajo entre la Secretaría de Seguridad, la Alcaldía Local de Los Mártires, la Fundación Gilberto Alzate Avendaño, la Uaesp, la Unidad de Mantenimiento Vial, el Idipron y el Jardín Botánico, en conjunto con la comunidad. 


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“Al ser el terreno de concreto, empezamos la transformación productiva a través de la elaboración de contenedores de madera o camas elevadas para la siembra de especies hortícolas, plantas medicinales y aromáticas libres de químicos, acompañados de otras obras de mejoramiento y embellecimiento del entorno, que han ido convirtiendo el espacio en un punto de encuentro, arte, cultura y apropiación”, comenta Rodríguez. 

El trabajo del Jardín Botánico ha centrado su trabajo en tres aspectos: capacitación, es decir, brindar los conceptos básicos de la agricultura urbana para que la persona pueda iniciar la huerta; asistencia técnica, tutoría y acompañamiento por parte de profesionales expertos que se desplazan a territorio; y el suministro de los insumos al igual que las de plántulas de lechugas, coliflor, tomate, acelga, remolacha, rúgula y repollo verde y morado.

Reverdecer- transformar  

Algo que ha sido fundamental en este proceso ha sido el compromiso interinstitucional, indica Rodríguez Velandia: “Así, por ejemplo, la alcaldía local de los Mártires gestionó recursos para el cerramiento del predio para evitar futuras afectaciones; la Casa Lgbti Diana Navarro, de la Secretaría de Integración Social, ubicada al frente, nos abrió los espacios para incorporar los elementos, guardar toda la parte constructiva, y será la encargada de permitir el ingreso de la comunidad. Ellos serán los custodios del lugar”. 

Durante el lanzamiento de la huerta comunitaria, Alexa Meza, coordinadora de la casa Lgbti, afirmó que este espacio permitirá transformar el sector. “Será un lugar donde los niños, jóvenes, adultos mayores y la comunidad Lgbti podrán sembrar y conectarse con la naturaleza”. 


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Fortaleza II se une a La Favorita, La Fortaleza y Centro Amar, las otras huertas agroecológicas urbanas levantadas sobre sitios de expendio y venta de drogas, que hacen parte del Distrito Huertero de la localidad de Los Mártires, con las que la ciudad busca fortalecer el tejido comunitario y el intercambio de saberes a través de esta práctica. 

María Ruby Huesos, habitante del sector, manifestó en la presentación de la iniciativa que esta fue la mejor decisión que pudieron tomar. ”Una huerta es la mejor manera de recuperar el espacio. Además de darnos alimentos sanos y servirnos como terapia, estos terrenos reverdecen las zonas gobernadas por la selva de cemento, como es el caso de nuestro barrio”, apuntó. 

Para Martha Liliana Perdomo, directora del Jardín Botánico de Bogotá, la transformación de “ollas” de microtráfico en huertas comunitarias no solo ofrece un nuevo rostro al centro de la ciudad, sino que, “además, transforma el imaginario de la comunidad, bien sea flotante o residente, al permitirles entender que con trabajo colectivo y sentido de pertenencia, es posible superar décadas de miedo e inseguridad del centro de Bogotá, en espacios amigables y dignos”, dijo. 

 

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