Aunque era martes en una ciudad que se precia de laboriosa, el día lucía más como domingo, como aquellos de finales de la década del 90 y principios del 2000, cuando el fútbol se jugaba los fines de semana y el único plan era ir al estadio.
El ‘cilindrazo’ aún permanece en la retina de los hinchas en Bucaramanga. Ese gesto histórico logrado en Buenos Aires se pensaba repetir en el ‘Américo Montanini’.
El defensa de Racing, Agustín García Basso había dejado el ambiente caldeado desde esa fatídica y solitaria noche para la Academia. “Ellos se llevaron una victoria que no sé si se esperaban”.
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El debate se había trasladado a las redes sociales. “Hay que gritar, hay que gritar. Al equipo de Pedro ‘el escamoso’ le tenemos que ganar”, se popularizó ese apodo para Leonel, que apenas apareció con sus crespos grisáceos sobre el césped, revolucionó al estadio.
La sensación antes del partido fue Luciano Pons. Sí, causó furor cuando en compañía de su familia buscó su asiento en la tribuna occidental alta. Ante la incertidumbre que había sembrado Leonel Álvarez sobre su participación, verlo en la grada era antónimo de gol en el campo de juego.
Por vez primera en Bucaramanga, todo el estadio se uniformaba auriverde y Leopardo escrito en negro. El tifo lució magnífico. “El marco fue espectacular”, reseñaron los jugadores del Bucaramanga. “Nunca dejaron de alentar”, reconoció Gustavo Costas, DT de Racing.
Ni haber empezado el juego, ‘Maravilla’ Martínez se aprovechó de una confusión entre Romaña y Quintana, para meter el primero de la jornada. La flecha 5-4-1 que estableció Costas dio réditos desde el principio.
Se supone que los primeros quince sirven para soltar cualquier tipo de nervio, pero Atlético todavía los cargaba en cada pase, en cada rechazo, no así en el ataque, porque no hubo.
El club de Avellaneda había salido a comerse el terreno; el local apenas pudo establecerse en el medio, tanto para defender como para atacar, pero nunca pudo descifrar la línea de cinco de Costas.
Leonel Álvarez fue más puntual. “No estuvimos finos en el primer tiempo. Recibir un gol a los 3 minutos contra Racing no es fácil”.
Del desorden ofensivo de Bucaramanga, algo bueno surgió. Peñaranda defendiendo, que incluso lo hizo mejor, Sambueza tirado a la izquierda, Londoño a la derecha y Castañeda volanteando, se lograron espacios con los cuales tejer el balón.
Justo ahí, Almendra, zorro viejo, se tiró al piso para enfriar el envión rival. Maldito vicio latino de querer ganar con picardía. El golero chileno Gabriel Arias también se sumaba al club de los quematiempo.
Pelotazo iba, seguidilla de pases en vano venía. En los dos oncenos por igual. Atlético arañando lo que podía, Racing confiado en lo que traía.
La más clara del ‘Leopardo’ vino en el tiempo de adición. Por izquierda se juntaron Peñaranda y Londoño para una pared que les permitió acercarse. El venezolano la rifó por los aires y Castañeda controló, pero remató desviado con su pierna de apoyo.
Cayó la tarde, no hubo arreboles. Cielo azul gris sobre ‘la bonita’, reflejo exacto del fútbol de su equipo. “No supimos descifrar esa línea de 5 y hay una rotación normal”, explicó Leonel sobre el desorden ofensivo al que se vio obligado: Todos en posiciones no habituales.
“Cuando no tienes la posesión y no generas los espacios y más cuando no ganamos duelos, cuesta”, resumió el DT Leopardo.
Quien les escribe, había olvidado el grasoso, delicioso y crujiente sabor del boje que venden en la trastienda de las gradas del ‘Montanini’. Había que ponerle sabor a la jornada, y por fútbol, parecía no iba a ser.
Con Jhon Vásquez puesto de 9 y Diego Chaves un poco atrás como alternativas para los 45 que faltaban, marginaron a Peñaranda a la derecha. Parecía un tren sin freno. Dos llegadas le dio al equipo en menos de 2 minutos. Inútiles, al final.
Al 50, una filigrana de Fabry Castro con pase a Jhon Vásquez terminó en falta. El Chino Sambueza acarició la redonda, pero ella esquiva, besó el palo y se fue. Bucaramanga se estremeció.
Cinco minutos después en una desatención de la defensa amarilla, Solari se armó un toma y dame, que definió perfecto a la izquierda de Quintana. Si en Buenos Aires fue el ‘cilindrazo’, a esto se le puede llamar ¿El Americomontaninazo?
Nada de eso. Aunque para Racing era una final, es tan solo una victoria más en su haber, así lo calificó el DT Gustavo Costas. “Allá fue un desastre, aquí teníamos encima a la hinchada que nunca los dejó de alentar, pero el partido siempre lo fuimos a buscar, la idea era no dejarlos a ellos”, dijo entre sonrisas el ídolo de Avellaneda.
Costas sabía que lo había logrado
Parte del éxito de Racing estuvo en la defensa planteada sobre Sambueza. El objetivo, cumplido por demás, era opacarlo. Si se iba por izquierda, Colombo lo frenaba, en el centro se encargaba Sosa, y por derecha lo atajaba García Basso.
“Creo que lo hicimos muy bien con esa línea de 3 que nos llevó a ganar dos copas”, detalló Costas.
Cuando se jugaban los 20 minutos del complemento, llegó el agua. El día había estado cálido, la noche tenía que llover. Así es Bucaramanga, de contrastes, y la referencia no se refiere al clima. En un nuevo descuido, a partir de un tiro libre argentino, Sosa apareció totalmente solo, si referencia alguna, y de cabeza venció a Quintana. En Argentina Atlético Bucaramanga había creado fútbol, en Colombia Racing Club se creció, y todo a partir del 5-4-1 dibujado por Costas. Pareciera que las palabras de García Basso eran ciertas.
Salvo la hinchada sur que nunca se calló, las chompas blancas y húmedas que escondían caras largas y los brazos cruzados de 20 mil personas decoraban perfecto el paisaje espectral del estadio.
El espejismo se rompió con un centro de Sambueza que Peñaranda adelantó hasta las 5 con 50, y aunque remató, encima ya estaba Arias para defender su portería. Bucaramanga se fue a descontar o morir. Y murió en el intento. Martín Barrios corrió la cancha por su cuenta. Quedó de frente a Quintana, que le atajó la primera opción con el pie, pero el rebote lo convirtió en un sombrero. Una acción de cámara lenta que le devolvió al Atlético Bucaramanga a su realidad.
Hay mucha diferencia entre un equipo que es tercero y ya está clasificado con localía incluida en la liga argentina, a uno que en la liga colombiana está por debajo del top diez, que ya perdió chances de clasificar localmente y que ahora depende de dos partidos a domicilio para clasificar a la siguiente ronda continental.
Leonel Álvarez hizo mea culpa. Incluso, si se quiere, le faltó darse látigo en la rueda de prensa: “Mil disculpas porque en toda mi carrera, es la primera vez que recibo cuatro goles en un partido, pero asumo la responsabilidad”, dijo, genuinamente acongojado.
Para Bucaramanga, ahora el trabajo corre por cuenta de un buen equipo de sicólogos, para restarle importancia a lo que sufrió. O sencillamente recordar que mañana es miércoles, y la gente deberá madrugar y volver a trabajar.