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Guerra en Ucrania: los cálculos y errores de Vladimir Putin

Este artículo se basa en la entrevista de ‘El Mundo es un Pañuelo’ de Radio Nacional de Colombia con Vladimir Rouvinski, profesor de Ciencia Política en la Universidad ICESI.
Guerra entre Rusia y Ucrania
Foto: MIKHAIL METZEL / SPUTNIK / AFP
Carlos Chica

Desde agosto de 2021 era inminente que la máquina rusa de la guerra en Ucrania estaba prendida y que serían vanos los esfuerzos por disuadir a Vladimir Putin.

En el verano de 2021, el director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) estuvo en Moscú en una misión inimaginable: compartió la información que tenía Estados Unidos sobre el plan militar del líder ruso. La visita dejó boquiabiertos a muchos asesores del Kremlin. No obstante, Putin desafío a Washington, continuó con sus planes y desde entonces estuvo dando señales de que no estaba dispuesto a dar marcha atrás.

Una mirada retrospectiva permite inferir hoy que Putin no ha improvisado y que tenía calculado cómo garantizar por un buen tiempo la estabilidad económica, sabiendo que habría una escalada de sanciones por parte de Estados Unidos y sus aliados occidentales –especialmente en la Unión Europea–.

Putin activó la máquina rusa de la guerra, aunque en 2021 tan solo ocho o nueve civiles perdieron la vida en la región de Donbass, según la información de las repúblicas separatistas, apoyadas por Moscú. Allí, prácticamente no había combates ni riesgos inminentes para las vidas de la población ruso parlante. La situación se había estabilizado después de ocho años de típico conflicto de baja intensidad.

La activación de la máquina de guerra estuvo acompañada de un ultimátum a Estados Unidos, no a los ucranianos ni a los europeos. Solo a los Estados Unidos porque a Putin le interesaba más que resolver las tensiones con el gobierno de Kiev, el reconocimiento de un nuevo orden internacional, sin el liderazgo prominente de Washington.

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Putin usó la pretensión de Ucrania de acercarse a la Unión Europea y la expansión de las fronteras de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) como pretexto para su ultimátum a Estados Unidos: fijó un plazo de apenas dos semanas para que su exigencia fuese aceptada so pena de atenerse a las consecuencias. No puede olvidarse ahora que occidente comenzó a negociar con Putin. Casi cada semana, dos o tres líderes mundiales pasaron por el Kremlin con propuestas y escenarios para abrir negociaciones.

Estados Unidos estuvo dispuesto a negociar, pero de repente, Putin dijo: no, se acabó el tiempo, iré a la guerra. El pretexto de la expansión de las fronteras de la OTAN como una amenaza para Rusia suena bien como narrativa, pero carece de evidencia sobre acercamientos para tener una base real en Ucrania. No puede olvidarse tampoco que Rusia tiene presencia militar en el corazón de Europa, desde el enclave de Kaliningrado, herencia de su participación en la Segunda guerra mundial.

Putin calculó mal la reacción de los países europeos ante su rechazo a la expansión de la OTAN. Si quería debilitarla y evitar que siguiera expandiéndose, produjo un resultado contrario: hay una renovada solidaridad entre los miembros de la Alianza y consenso en que la OTAN se necesita, manteniendo el liderazgo de Estados Unidos.

Los cuestionamientos que hubo sobre la arquitectura de la OTAN y el rol de Estados Unidos antes de la guerra en Ucrania, así como las iniciativas encaminadas a la creación de fuerzas de seguridad y defensas alternativas a la OTAN, han desaparecido por ahora. Lo evidencia la acogida a la solicitud de ingreso por parte de Suecia y Finlandia.

Contario a los cálculos del Kremlin, la OTAN va a expandirse, con el ingreso de otros países europeos. Cobra vida el argumento según el cual la Organización debe buscar amenazas más allá del teatro europeo y la percepción de que Rusia es nuevamente el enemigo y que, por tanto, se necesitan capacidades para combatir futuras amenazas.

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Para la Unión Europea, con la guerra en Ucrania Putin ha roto los límites y ha demostrado cuán impredecible puede ser su conducta, con una excepción: el uso de armas nucleares. Putin no es suicida y sabe muy bien –como todo ruso educado bajo el régimen soviético– que en una guerra nuclear no hay ganadores y que apelar a las armas nucleares tácticas desataría la tercera guerra mundial y la destrucción del mundo.

Las razones de Putin para embarcarse en la guerra quizás estén arraigadas en la visión de su rol como personaje histórico: reconstruir el poder de la Unión Soviética, no para recrearla, sino para mostrar que Rusia tiene un nuevo lugar en el sistema internacional y el derecho a promover sus intereses en Europa.

Putin se equivocó al presumir que Europa se había quedado sin liderazgo internacional, tras el retiro de la Canciller alemana, Angela Merkel, con quien había construido vínculos de confianza. También se equivocó al considerar débil el liderazgo de Joe Biden. Creyó que el presidente estadounidense no tendría condiciones internas y externas para movilizar a los Estados Unidos y a sus aliados para detener la máquina rusa de la guerra.

Entre los cálculos de Putin ha estado siempre latente el potencial rol de China y su capacidad diplomática y comercial para inclinar la balanza a su favor. En algunas entrevistas, Putin dejó claro que su discurso estaba dirigido a Occidente y a Estados Unidos. Algo así como: miren, si ustedes no aceptan nuestras condiciones, si no toman en cuenta lo que quiere la Rusia de Vladimir Putin, fortaleceremos nuestros vínculos con China.

Putin se equivoca con el rol de China. Para el país asiático, Rusia no es un socio ideal para establecer una alianza entre iguales; es un socio menor. Quien decide las reglas de convivencia entre Moscú y Beijing, no es Moscú sino Beijing. Lo vimos cuando Rusia comenzó a venderle petróleo y gas por debajo de los precios del mercado porque, simplemente, no tiene opciones. Por ese camino, Rusia se está aislando de Occidente y rompiendo lazos. El futuro que espera a Rusia es convertirse en un socio menor de China, con el control de muchas cosas desde Beijing.

Pasados los primeros tres meses de la guerra en Ucrania, a Putin le está llegando el momento de reconocer por sí mismo los errores que ha cometido. Él mismo porque en la Rusia de Vladimir Putin nadie se atreve a decirle: señor Putin, usted se ha equivocado, su plan no va a funcionar y cualquier cambio en la narrativa o en las justificaciones para mantener la guerra irán haciendo mella en la opinión pública rusa, a pesar del control estatal sobre los medios.

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