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‘Voces de resistencia’: los cantos de paz en Bojayá

A través de sus cantos mujeres de Bojayá defienden su territorio y piden paz.
Foto: Colprensa.
José Luis Murillo

Desde Pogue, la última comunidad afro de río Bojayá, cantan cada vez con más fuerza para defender el territorio y denunciar los atropellos de los grupos armados ilegales. A través de la música estas comunidades fortalecen el amor por su tierra. “Yo hago parte del Comité por los Derechos de las Víctimas, orgullosamente cantaora de alabao, mujeres que trascienden con sus voces y que luchan por la paz a través de estas”, son las palabras con que habitualmente Máxima Asprilla Palomeque comienza sus conversaciones.

Las alabaoras son mujeres que hasta hace poco acompañaban los ritos fúnebres, quienes a causa del conflicto decidieron ir mas allá con sus voces y defender el territorio, convirtiéndose en la voz de un pueblo que no se doblega ante la violencia. “Mi historia es una historia muy bonita. Desde niña mi abuelo Macario Asprilla Murillo me crio y me enseñó a ser parte de esta sociedad. Él me enseñó que lo más bello que le puede pasar a un ser humano es hacer parte de la parte social. Porque es allí donde uno aprende a vivir en comunidad, y aprende a entender a todo el mundo con sus errores, con sus vacíos, con sus aciertos y sus desaciertos. Yo soy una persona a la que le gusta trabajar por el bien de la comunidad”, expresa Máxima.

“Por eso me gustó ser parte de grupo de mujeres ‘Voces de resistencia’, porque entendimos que una forma de mitigar la ola de violencia también era posible si nosotras contábamos nuestras historias con nuestras voces”, cuenta la cantaora.

Para Máxima ha sido fundamental la participación del Comité por los Derechos de las Victimas, pues el proceso de perdón y reconciliación se ha hecho de mano con la comunidad. “El proceso ha sido elegante porque nosotros mismos lo hemos venida trabajando a través del tiempo. Fue una actividad que se socializó con la comunidad, con la población afectada, desde ese punto de vista hemos venida formando a las personas para que entendieran que el perdón lo da Dios, pero que las excusas las damos nosotros y las recibimos nosotros”.

El entender una situación dolorosa y que se reconozca la participación de quien causa una afectación, es en sí un acto de liberación espiritual de ambas partes. “A través de esas excusas públicas a la que le llaman perdón, se ha mitigado un poco el dolor y tratamos nosotros también de liberarnos un poco de la pesadilla, de la incertidumbre que se ha venido viviendo en todo el país”, afirma Máxima 

El esclarecimiento de la verdad es una parte importante en el cierre del duelo, pues permite sanar las heridas abiertas por el conflicto armado. Por ello, Máxima confía en que el sistema de paz es la salida. “Yo creo en la JEP, la Comisión de la Verdad y la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas, porque son organizaciones que viene luchando por descubrir y decirle al mundo donde está el detalle y el detalle está en la implementación social. Cómo no creer si desde ese punto de vista se viene esclareciendo cosas que venían quedando tapadas debajo de una alfombra allá en el alto gobierno. Para nadie es un secreto que lo que pasó en Bojayá es una situación que se detonó desde el alto gobierno, porque hubo alertas tempranas, entonces a quien vamos a responsabilizar”.

Además, Máxima afirma que “desde allí es que se va a descubrir quién es el culpable de esta guerra y esta revictimización. Lo único lamentable y triste es que el gobierno haya dado solo tres años para que se llegue a un feliz término. En ese hecho murió la mitad de mi familia, pero los muertos de Bojayá también hablan, porque nos dan la fuerza para contar lo que tuvimos que vivir y para hacer lo que hacemos. Por eso quisiera pedir al presidente, a los senadores y todo los que tienen que ver con eso, que tres años es irrisorio”.

Para Máxima lo irrisorio del tiempo tiene una explicación. “Si le dan si quiera 10 años obviamente se van a descubrir quiénes de corbata blanca están involucrados, quienes de los que pisan el tapete están involucrados. Considero que tres años es organizar un formato y ni siquiera se llena la encuesta, además hay personas quieren saber dónde se encuentran sus familiares y esta es la única forma en que se pueden acceder a esa información”.

“Yo quiero decirle al país que la paz es una realidad, porque la paz nos la damos nosotros mismos. La paz empieza en mi corazón, pero también hay que hablar de una paz social y una paz global y esa es la que le pedimos al presidente y a los internacionales, a través de espacios de dialogó. Pedimos que el presidente invierta en lo social, que invierta en el campo, que ponga a los jóvenes a producir, a estudiar y trabajar para que sea una paz con realidad. Pero no una paz de papel, ¿Dónde está la inversión social?, ¿Dónde está esa capacidad de estudio y progreso para los jóvenes campesinos?, la guerra está en el campo y es responsabilidad de gobierno nacional en cabeza de su presidente”, concluye Máxima. 

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