Pasar al contenido principal
CERRAR

“El negro Jimmy”: el librero mayor del centro de Bogotá

"Vengo de una familia de libreros por mi papá y mis hermanos. Yo fui el que salió más negrito de la familia, por eso me llaman el negro Jimmy".
Richard Hernández

Una labor importante y quijotesca es la que realizan los libreros, a pesar de la irrupción de la era digital y de que en nuestro país el índice de lectura es muy bajo. Según un estudio realizado por el centro de investigación Lectupedia, respaldado por el DANE y la Cámara Colombiana del Libro en 2022, en promedio un colombiano lee 1,9 libros al año.

Los libros usados, ya sean textos escolares, universitarios, científicos, históricos o literarios, tienen cierto encanto, pues en cada hoja se esconde una historia de su lector. También nos permiten acercarnos al conocimiento y, adicionalmente, su precio es más económico que el de un libro nuevo. Además, ayudan al medio ambiente, ya que se talan menos árboles.

"Vengo de una familia de libreros por mi papá y mis hermanos. Yo fui el que salió más negrito de la familia, por eso me llaman el negro Jimmy. A los siete años ya acompañaba a mi familia en este trabajo en San Victorino. En 1968, cuando el Papa Pablo VI llegó a Bogotá, el alcalde Virgilio Barco mandó a recoger a los gamines y a los vendedores ambulantes, y nos enviaron detrás de lo que hoy en día es El Gran San. A pesar de que el Papa iba a estar solo tres días, nos dejaron allí como un mes", señala Jimmy Morales, propietario de la librería Jim Black.


También puedes leer:


En ese lugar, Morales cuenta que pasaron mucha hambre. En un cajón con ruedas esferadas tenían que recoger todos los días los libros de las estanterías, envolverlos en plástico para que no se mojaran y llevarlos a un estacionamiento. Hasta que, cansados de esta situación, decidieron realizar una protesta para solicitar al alcalde que les permitieran ser vendedores estacionarios.

librero

Esta acción tuvo éxito. En 1970, durante la alcaldía de Carlos Albán Holguín, les otorgaron unas licencias que les permitieron construir unas casetas de madera en la carrera Décima entre las calles 13 y 12, en la parte occidental. Permanecieron allí durante varios años.

"En ese lugar vendíamos textos escolares en la temporada de febrero. Como los indígenas, la mayoría provenientes del Putumayo, se ubicaban cerca de la caseta para vender sus pócimas y amuletos como grimorios y pentáculos. Los domingos vendíamos libros de brujería, magia roja, magia negra, el libro de San Cipriano, Santa Cruz de Caravaca, nos iba muy bien porque llegaba gente del campo y nos compraban ese tipo de libros. Durante todo el año vendíamos literatura", cuenta.

Don Jimmy relata que nació en el barrio Egipto con la ayuda de una partera debido a la situación económica. Sus dos hermanos también se dedicaron a la venta de libros usados. Según él, su hermana fue la que recibió más educación. De hecho, a pesar de la pobreza, nuestro padre logró pagar nuestro bachillerato en un colegio privado, pero yo no era buen estudiante. Intentamos hacer carreras técnicas en el Sena. Incluso estudié joyería, pero no la practiqué", dice.

En 1970, varios libreros y amantes de la música, en su mayoría provenientes de diferentes regiones del país, montaron un gran número de casetas de madera y metal de color azul a ambos lados de la Calle 19, entre la carrera octava y décima. El lugar se hizo famoso por la venta de discos de grandes bandas de rock, conjuntos de salsa, libros universitarios, cómics y revistas. También se podían encontrar pequeñas tipografías allí.

"Mi padre y mi hermano mayor se mudaron a la Calle 19. Yo me quedé en San Victorino. Les fue tan bien con la venta de libros universitarios que decidí unirme a ellos y compré una caseta. Se vendían muchos libros rusos porque había una editorial que los importaba. Había muchos estudiantes durante las horas pico. Además, varios grupos se hicieron famosos allí, como Los Aterciopelados, Sindamanoy y Los Carrangueros de Ráquira que a veces venían a tocar", asegura.

Librero

Don Jimmy también recuerda que cuando Gabriel García Márquez ganó el premio Nobel de Literatura en 1982, mucha gente se acercaba a las casetas en busca de obras del autor de Cien años de soledad, algo que antes no hacían.

En la noche del 18 de agosto de 1989, la misma fecha en que asesinaron a Luis Carlos Galán Sarmiento, el alcalde de ese entonces, Andrés Pastrana, envió maquinaria pesada para derribar estas casetas, las cuales se habían convertido en uno de los mercados de libros usados más importantes del país y en un punto de encuentro para artistas, bohemios, melómanos, estudiantes y amantes de la literatura.

Algunos de los libreros que estaban en la Calle 19 recibieron ofertas favorables del gobierno para comprar locales en el Centro Cultural del Libro, en la carrera octava con calle 15, donde funcionó durante muchos años el reconocido restaurante "Temel", propiedad de dos judíos. En 1990, este nuevo espacio para la venta de libros usados fue inaugurado formalmente.

"Como ya estábamos censados y pertenecíamos al sindicato, teníamos el derecho de comprar, pero mucha gente no lo hizo porque esta calle peatonal es muy tranquila y nadie nos conocía. Entonces, los dirigentes vendieron los locales a otras personas que eligieron los mejores", afirma.

Mientras tanto, aquellos que no estaban conformes se instalaron en Kennedy. Luego estuvieron en la calle 42 con carrera 17, cerca de la Casa Museo Gaitán, donde la hija del líder asesinado, Gloria Gaitán, les ofreció su terreno. Después regresaron a San Victorino, donde alquilaban casetas. Años más tarde, don Jimmy alquiló un local en el Centro Cultural. Después de pagar el arriendo durante tres años, finalmente lo compró como persona particular.

En cuanto a la adquisición de libros, según don Jimmy, antes era más difícil porque tenían que ir a las casas, a lo que ellos llaman "direcciones". También recibían muchos clientes que vendían libros. Hoy en día, para los libreros es más fácil obtenerlos, ya que hay un grupo de alrededor de cien personas que se hacen llamar "Los cucuteños" y se encargan de recorrer todos los barrios recolectando libros para luego venderlos en los locales.

"Hoy en día, la literatura es la que manda la parada, ya que la venta de libros universitarios y técnicos ha caído aproximadamente un 95%. Sin embargo, obras como el famoso álgebra de Baldor, cuyo autor es Aurelio Baldor, quien es cubano y muchas personas piensan que es árabe por el turbante (risas), siguen siendo vigentes. Gabriel García Márquez también es uno de los autores más vendidos. Personalmente, me mantengo mucho con los clásicos, como Dostoyevski y Alejandro Dumas, ya que se venden en cualquier época, sin importar su edición. También se venden muchas trilogías de vampiros y a los jóvenes les gusta mucho Harry Potter", señala.

Cuando llega una gran cantidad de libros usados al local de don Jimmy, es necesario hacerles algunas restauraciones antes de venderlos. Se les da un baño de varsol para eliminar los gérmenes, aunque esto depende del tipo de pasta, ya que algunos libros podrían perder la pintura. Además, se envían a refilar en guillotinas que funcionan en los sótanos del edificio, y a otros se les colocan nuevas tapas. En el caso de ediciones muy valiosas, como las de Aguilar, que vienen en papel encebollado y con las tapas deterioradas, se envían a expertos en restauración.

"La diferencia de precio entre un libro y el de una librería comercial es considerable. Después de realizar estas restauraciones, es importante asegurarse de que el precio sea justo. Para esto, existen los catálogos. Un libro nuevo que cuesta 60 mil pesos, aquí se puede conseguir por 20 mil pesos. Por eso la gente dice que vale la pena invertir en libros usados", asegura.

Don Jimmy lleva 42 años casado con Nubia Ruiz, quien también proviene de una familia de libreros. Desde niña, ella ayudaba a su padre en ese negocio y se ha convertido en su mano derecha en la venta de libros.

Uno de los grandes propósitos de don Jimmy es promocionar el Centro Cultural del Libro, que cuenta con 209 locales (de los cuales solamente 40 están abiertos y algunos se utilizan como bodegas) y recuperar la Carrera 8, entre las calles 15 y 16, que es poco transitada debido a la presencia de personas consumiendo drogas.

Centro librero

Por eso, junto a su hijo Jimmy Junior, quien es instructor en la realización de audiovisuales, han logrado obtener varias becas de programación artística en librerías del Instituto Distrital de las Artes (Idartes). El primer proyecto ejecutado en 2021 se centró en la figura de Gabriel García Márquez; el segundo, en el escritor caleño Andrés Caycedo en 2022, y este año esperan obtener otra beca para seguir promocionando este espacio con actividades culturales en torno al libro usado.

Además, don Jimmy tuvo la oportunidad de viajar a México para compartir su experiencia con los libros, gracias a un premio otorgado por la localidad de Kennedy. Allí visitó editoriales, librerías y ferias callejeras.

"Les preguntaba a algunas personas cómo fomentaban la lectura y ellos me respondían: 'aquí les quitamos los celulares a los niños porque la cultura comienza en casa'. Lo que sucede aquí en Colombia es que a mucha gente se le olvidó leer. Como decía Jorge Luis Borges: 'Si no te gusta un libro, no lo leas; si no te gusta leer, no lo hagas. La lectura no es una moda, es una forma de felicidad y no se debe obligar a alguien a ser feliz'", concluye Jimmy Morales.

Artículos Player