''Estudiar la música que dirijo es un acto egoísta, pero cuando voy a una orquesta comienzo un proceso que busca afectar la vida de todos aquellos que presencian un concierto. Estuve a cargo de tres orquestas –Sinfónica de Colombia y las Filarmónicas de Bogotá y el Valle del Cauca- que conozco profundamente, al igual que todos sus músicos, porque conocen la música que dirijo a través de ellos e incluso de mí mismo'', afirma el Maestro estadounidense Irwin Hoffman.
Su memorable estadía en Colombia bien podría ser comparada con un acto de filantropía, pese a los riesgos que tomo al decidir dirigir en un país que atravesaba uno de los periodos más violentos de su historia.
De hecho, el día después a haber dejado el país para regresar a Costa Rica explotó una bomba en Residencias Tequendama, justo en el piso donde se alojaba. Además dirigió la Orquesta Filarmónica en el Club el Nogal, que pocos días más tarde sería objeto de un ataque terrorista, afirma de hecho que si tuviera la posibilidad de volver a dirigir en Colombia, con esas mismas condiciones, el Maestro Hoffman no lo dudaría un solo segundo.
''Durante la Segunda Guerra Mundial me desempeñé como soldado; hubo momentos de peligro y puede haber muerto, pero no suelo pensar en ello. De otra forma estaría recluido en un instituto psiquiátrico'', explica el Maestro Hoffman, quien si bien hubiera podido componer es la persona más feliz del mundo al tener la batuta de orquestas como la Sinfónica de Vancouver (a lo largo de 20 años), Sinfónica de Chicago (7 años), Orquesta de la Florida (19 años), o la Orquesta Sinfónica Nacional de Costa Rica (3 años).
Como director titular, estuvo al frente de la Orquesta Sinfónica de Colombia a lo largo de tres temporadas a partir del 2000; dirigió la Filarmónica de Bogotá como director invitado antes de ocupar el cargo de Titular durante tres años.
¿Qué lo llevó a interesarse por la música?
Provengo de una familia de músicos: mi abuelo era cantante; mis cuatro tíos eran todos músicos y mi papá era violinista. Cuando cumplí los seis años de edad, él me puso un violín bajo el mentón y así comencé.
¿Y su interés por la dirección de orquesta?
Al llegar a la juventud, interpretaba el violín en calidad de solista y realicé algunos conciertos en compañía de orquestas, y por supuesto, también acostumbraba asistir a las presentaciones que hacía la Orquesta de Filadelfia, ciudad en la que vivía.
Y a los 13 o 14 años decidí que me iba a dedicar al estudio de partituras orquestales, así que mi primera adquisición fueron las nueve sinfonías de Beethoven en un solo volumen que uso hasta el día de hoy, y acostumbraba ordenar las sillas de la sala de mi casa de tal manera que parecieran una orquesta que luego dirigía.
¿Qué lo llevó a concretar esta decisión?
Al cumplir los 17 años gané un concurso para dirigir la Orquesta de Filadelfia, y eso determinó mi futuro: me inscribí en la Escuela Juilliard y además de continuar con mis estudios del violín tomé cursos en dirección de orquesta.
Durante esa primera audición había tres jueces muy famosos: Vladimir Golschmann –quien dirigía la Orquesta Sinfónica de Saint Louis-,Bronisław Huberman –célebre violinista durante el periodo tardío de Brahms-, y Eduard Steuermann –quien fue el primero en interpretar gran parte del repertorio para piano de Schoenberg-.
Me preguntaron qué obra quería dirigir y yo les respondí, de manera arrogante y presumida, que alguna de las sinfonías de Beethoven. ¿Cuál de todas?, insistieron. ¡Elijan un número!, fue mi respuesta: dirigí la séptima. Años más tarde, en efecto no solo las estudié sino que además memoricé cada una de ellas.
Muchos compositores y directores tienen al piano como instrumento principal. ¿Qué usted se haya decidido por el violín hace alguna diferencia?
Yo toco el violín de manera profesional, y tengo la destreza suficiente como para interpretar algunos conciertos. No soy el mejor pero tampoco soy el peor, y al mismo tiempo que estudiaba violín también comencé a tomar lecciones de piano, aunque nunca con igual devoción; porque como instrumento el piano permite interpretar más de una voz al mismo tiempo, de manera que las armonías de una composición se hacen evidentes.
El violín en esencia es un instrumento melódico, pero el piano tiene muchos más registros a la vez. Además, puesto que el piano es un instrumento de percusión, cada vez que se presiona una tecla se produce un sonido, que no es el caso del violín.
¿Ayuda uno más que otro a la tarea del director? No, porque lo importante es que se pueda transmitir lo que se ve en la partitura a la habilidad que tenga el intérprete para recrearla. En otras palabras, como violinista puedo hacer que las cuerdas lleguen al lugar que quiero llevarlas, y en Juilliard tuve conocimiento de todo los instrumentos de viento para alcanzar iguales resultados.
¿Tiene alguna clase de gusto por un periodo de música en particular?
De alguna manera, la orquesta sinfónica es una especie de museo que incluye música barroca, del periodo clásico, romántico o contemporáneo en diferentes secciones en las que todos estos periodos están representados.
En la música orquestal, el período barroco no está muy bien representado porque fue concebido para pequeñas agrupaciones musicales, y es por ello que al asistir a un concierto resulte poco frecuente escuchar una suite o un concierto brandemburgués de Bach, porque nuestro museo musical suele comenzar con el periodo clásico vienés: Haydn, Mozart.
De tal manera que a mí me gusta dirigir Mozart o Haydn para pequeñas audiencias en las que el público no espera escuchar el Bolero de Ravel, o la Quinta Sinfonía de Beethoven al final del programa.
¿Qué aspectos contempla al dirigir una orquesta?
El estado físico es muy importante, la habilidad de estar frente a toda una orquesta ensayo tras ensayo por tantas horas, además del concierto; la tensión de ser el blanco de las miradas de centenares de espectadores.
El ser constantemente evaluado por músicos que quieren aprender en cada ensayo la mejor manera de proyectar la música y que esperan encontrar en el director a una persona que les enseñe algo que quizá desconocen.
Todo ello sumado a un estado mental que permita hacer frente al estrés que produce toda esta tensión, y que incluso ha llevado a que directores famosos se vean afectados por su propia profesión, producto de todo lo que deben enfrentar, así como de una competencia muy intensa donde la crítica suele ser muy severa y en la que los reflectores están siempre apuntando al director como queriéndole decir ¿Qué tiene para ofrecer como director?
He tenido suerte en la medida que mis dotes físicos y mentales me han permitido continuar con mi carrera, de manera que en este punto de mi vida pueda tener el mismo entusiasmo que tenía a los 20 años, y que quizá me permiten hacerlo mejor ahora que entonces.
Usted creció en la época de la gran recesión económica y vivió en Colombia durante una época muy complicada de nuestra historia. ¿Qué papel jugó la música en esos momentos?
Cuando era joven, luego de la Segunda Guerra Mundial y durante una época en que el mundo estaba dividido entre países comunistas y no comunistas, Kusevitski me dijo que él podría resolver el problema del enfrentamiento entre la Unión Soviética y los Estados Unidos, si pudiera tomar la orquesta para tocar en Moscú.
Yo no estoy de acuerdo, porque incluso si hubiera podido viajar a la capital soviética con la Orquesta Sinfónica de Boston no creo que hubiera logrado alterar el curso de la Guerra Fría.
Hace cinco años la Filarmónica de Nueva York fue a Corea del Norte para dar un concierto. Se dijo que ese acto era comparable a establecer una misión de los Estados Unidos allí, y pese a que una multitud escuchó el programa, hoy en día Corea del Norte es uno de los países más intransigentes, en el que el desarrollo de armas nucleares prosigue sin que pueda detenerse, por no mencionar la manera diabólica en que tratan a sus ciudadanos.
Cuando era más joven solía pensar de manera similar a Kusevitski, y en algún momento le sugerí al Ministro de Cultura de Costa Rica, recorrer todo Centro América interpretando la Novena Sinfonía de Beethoven. ¿La razón? Costa Rica no tiene Fuerzas Armadas de ningún tipo, y si hacíamos eso sería como llevar la paz a otros países, haciendo que la Oda de la a alegría de Schiller hiciera parte de la conciencia colectiva. Al llegar a Guatemala nos encontramos con que cerca de 1.000 personas fueron al concierto, ¿Qué sucedió con los otros millones de guatemaltecos? Nada.
Imagino que algo similar sucede con el conflicto armado que vive nuestro país…
Durante alrededor de 60 años en Colombia, una parte del país ha tenido un comportamiento disfuncional a causa de gente pobre que en principio quería tener una vida mejor, pero que se volvió en otra cosa en la que la violencia ha sido protagonista, para infortunio de todos los colombianos.
El Presidente ganó una elección bajo la premisa de ser la persona más calificada para terminar con el enfrentamiento entre las Farc y el Gobierno; y en Cuba se está trabajando de manera muy intensa para lograr ese resultado.