Lo que queda y se va con la entrega de armas de las Farc
En un hecho histórico, el proceso de dejación de armas llevó a los excombatientes a despedirse de su instrumento de defensa y al que le confiaron su vida durante su estadía en el monte.
Mientras el país veía el video que evidenció el almacenamiento de seis armas de diferente tipo, 150 guerrilleros de los 300 concentrados en la Zona Veredal Transitoria de La Elvira (Cauca) manifestaban en sus rostros angustia y nostalgia.
No se trató de la entrega de un artefacto cualquiera, pero tampoco de un compañero; simplemente el proceso de dejación de armas los llevó a despedirse del instrumento al que le confiaron su vida durante su estadía en el monte.
"El arma para nosotros fue un medio de defensa; ya no lo necesitamos. En el momento en el que podemos salir a la calle y hacer política, hablar abiertamente lo que queramos, ya no nos hará falta el arma", son palabras de Tanja Nijmeijer, la holandesa que se vinculó hace 15 años a las filas de la Farc y que se convirtió en una líder de la organización. Con su característico cabello rubio y unos llamativos aretes azules sabe que la dejación de armas no es un acto menor.
El sentir en común es el temor, temor al incumplimiento por parte del Gobierno, temor a las retaliaciones, temor a los paramilitares. La dejación de sus armas, aseguran, no solo es importante para ellos, reconocen que es un hecho trascendental para el país.
En el rostro de Jorge Borger se ven las marcas del sol y el daño de la guerra, a los 14 años se vinculó a las Farc en el Urabá antioqueño y hoy a sus 42 años siente temor. "Muchos compañeros sienten nostalgia de dejar la forma de ellos defender sus vidas. Estamos en una incertidumbre sin saber qué pasará después de dejar las armas, debido a que hay muchos grupos de extrema derecha, especialmente paramilitares, que hoy en día han hecho muchas muertes selectivas especialmente de líderes campesinos".
En medio de la algarabía del evento y la expectativa por ver al presidente Juan Manuel Santos, que no pudo llegar por cuestiones climáticas, miradas inocentes parecían no entender la trascendencia de lo que sucedía en aquella carpa gigante. Los hijos de las Farc, son niños que aún están en el vientre de su madre o que con 10 u 11 años corretean los campamentos. Lucero, de 20 años, sostiene a su pequeño de 2 meses que nació en Santander y, a pesar de ser una mujer de pocas palabras, dejó claro que quiere darle una opción diferente de vida a su hijo con este proceso del que dijo, está convencida.
"Estoy convencida porque se ven adelantos. Pero también el Gobierno no está cumpliendo casi. Tengo temor de que salgan los paramilitares y lo maten a uno", señaló Lucero.
No dar un paso atrás y obedecer las instrucciones de sus comandantes, la consigna de obediencia que los mantuvo en una especie de voto de silencio con los medios de comunicación antes de que iniciara el evento. Allí, detrás de la logística, estaba Yueny Izquierdo, quien se veía emocionada con el suceso del que espera un país con libertad y justicia social.
"(Las armas) Fueron la herramienta que nosotros tuvimos porque prácticamente fuimos obligados a tenerla por las necesidades. A muchos de nosotros nos ayudó a cuidarnos pero no es la herramienta que tenemos en nuestra ideología, que es lo que siempre hemos dispuesto. La tomamos porque la necesitamos, pero en este momento la dejamos porque nuestra palabra es la lucha política", dijo convencida de que ha sido un proceso difícil que le ha costado un par de lágrimas por cuenta de los opositores.
El esperado acto finalizó con la entrega de las certificaciones de la dejación de las armas y de las acreditaciones de algunos miembros de las Farc para que inicien su tránsito a la vida legal. Uno de ellos fue Jonathan Miranda. "Uno siempre ha tenido el concepto del arma y ha estado con ella. Eso se siente algo, de quedar prácticamente libres", dijo al recordar que son seis años de sus 27 los que ha permanecido en esta guerrilla.
En nuestras conversaciones, ellos manifestaron que la toma de las armas no fue un proceso del todo voluntario, ya que las dificultades vividas en sus regiones pareciera que no les dejaron ninguna opción, y que dejarlas, es más difícil de lo que pensaron. Se sienten extraños, incompletos, desconfiados, quién los protegerá si ya no son ellos mismos con sus rifles o revólveres, quién los salvaguardará de la inclemente noche y de sus adversarios. Preguntas que quedan en el aire cuando ven que sus comandantes lideran actos que les dan confianza. Son ellos, los cabecillas de cada frente, en quien confían.
No solo las Farc presenciaron este momento, también lo hicieron pobladores de otros municipios del Cauca como Marino Balanta que desde Suárez, a ocho horas de distancia, llegó con la única intención de ser testigo de la historia.
"Cómo ha cambiado todo. Desde que entró el proceso hemos tenido un descanso, salimos sin miedo a que vayamos a oír un ‘candeleo’, bombas. No, ahora salimos con más tranquilidad aunque no deja de atemorizarnos la presencia de otros grupos armados, pero yo no creo", dijo sonriendo.
Llegamos hasta la recepción de la zona veredal, allí en donde están las tan mencionadas áreas comunes que tardaron en construirse. Hay una cancha, tiendas, pequeñas cabañas y algunas estructuras improvisadas entre palos y plásticos que resguardan de la lluvia a los miembros de las Farc. En este lugar conviven como una gran familia, están distribuidas las zonas, todos ya saben lo que deben hacer mientras el proceso avanza.
Serán cerca de 4 mil armas en poder de las Naciones Unidas con la entrega del 60% del armamento y el próximo 20 de junio los guerrilleros que faltan por entregar su instrumento de defensa se sumarán al tránsito oficial a la legalidad para completar las 7 mil armas de las que habla el organismo internacional.
Escuche a continuación la crónica radial de esta historia, desde Buenos Aires (Cauca), en la zona veredal de La Elvira: