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Rafting en el Güejar, la iniciativa de campesinos y excombatientes en Mesetas, Meta

Campesinos y excombatientes se unieron para mostrarle a Colombia y el mundo un paraíso mágico a través del rafting.
Diego Cuervo Escobar

“Como nuestra la marca lo dice: aquí tenemos ‘paraísos ocultos’ que la guerra no permitió que conocieran los colombianos, la gente no venía por temor. Ahora, después de los acuerdos, el mundo ha podido ver la belleza de esta región”, señala Aldemar Casas Barragán, un firmante de la paz que después de dejar las armas quiso dedicar su vida a impulsar el turismo en Mesetas, Meta, con un recorrido de rafting en medio de las aguas que atraviesan el imponente cañón del Güejar.

“El nacimiento de la Cooperativa Catypsa es a raíz de un programa llamado ‘Ambientes para la paz, vida digna y reconciliación’, financiado por el Consejo Noruego. Como parte de nuestra multi actividad creamos a ‘Catypsa Expedition’ que impulsa esta actividad acuática en la región”, comenta Casas.

La cooperativa está integrada por 100 asociados, 70 campesinos y 30 personas en proceso de reincorporación.

En el último año, según datos de Asociación Asoguejar, 35 mil personas han llegado a esta zona del Ariari para aventurarse, con remo y chaleco salvavidas, en las aguas verdes del río Güejar que atraviesa las paredes rocosas que vienen desde la Guyana Francesa. El rafting se ha convertido en una de las mejores actividades que atrae a propios y visitantes que, a su vez, contribuyen al desarrollo de una región que se vio seriamente afectada por el conflicto.

Esta actividad recreativa en la que siete u ocho personas se aventuran en un bote inflable para sentir la velocidad del agua, ha ido atrayendo cada vez más adeptos en varias partes del país. En el Meta no es la excepción.

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Son 24 agencias de turismo que actualmente trabajan en el municipio de Mesetas. Lejos de alguna rivalidad por quien consigue más clientes, todos trabajan de la mano para brindar el mejor servicio y que los amantes de la naturaleza y el deporte extremo sientan la nostalgia de tener que regresar a sus hogares.

“Este río es una maravilla, todos los días nos sorprende (…) en cada parte del recorrido te vas encontrando con cosas muy hermosas, por eso, más allá de lo económico, tramos de cuidarlo porque es la vida de la región”, agrega don Aldemar emocionado por lo que la comunidad ha podido lograr.

La imponente naturaleza

El recorrido inicia, en época de invierno, en el embarcadero ‘El Limón’; cuando el nivel del río es más abajo, hay que subir a la balsa unos kilómetros más adelante. A los pocos metros de iniciar el trayecto, la magia de la naturaleza empieza a aflorar. Cascadas, aguas cristalinas que permiten apreciar diferentes especies de peces, descensos rocosos entre el agua que producen adrenalina, son algunas de las maravillas que se pueden apreciar.

“Este es un turismo de la mano de la naturaleza, nosotros como campesinos sabemos cómo cuidar el medio ambiente y dejarles un mejor futuro a nuestros hijos”, comenta a bordo de la barca Jennifer Martínez, la representante legal de la Cooperativa Catypsa.

El famoso ‘Titanic’, una gigantesca piedra que se abre paso entre el agua, es parada obligatoria para la contemplación y una foto para el recuerdo. Se respira aire puro, los sonidos de las aves y el mono aullador que habita aquí resuena con eco. Es imposible no deslumbrarse.

“Aquí tenemos muchas especies de fauna silvestre. En cuanto a peces encontramos la sardinata, el bocachico o la nutria, este último un animal muy representativo de la región (…) también tenemos tres clases de micos: el tití, el aullador y el maicero. Y se dice que esta selva es hogar del jaguar, por eso el nombre del cañón (Güejar)”, cuenta “nacho”, como le dicen cariñosamente al guía de turístico que nos acompaña en el recorrido.

El río sigue su cauce y continúan apareciendo las cascadas, ‘La Escondida’ es una de ellas, una formación rocosa de 120 metros de alto que sirve de especie de puerto para que los viajeros tomen un pequeño descanso.

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Entre los estrechos caminos del cañón, parece que la naturaleza quisiera dejar su huella. Rocas en forma de conejo o tortuga se abren paso en esta ruta selvática.

“Además del rafting, en esta zona también podemos practicar rapel, senderismo y tener avistamiento de aves”, señala doña Jennifer que, aunque no nació en las llanuras del Meta, los 20 años que lleva viviendo en esta zona la certifican como una hija adoptiva del territorio.

Aquí el agua se refleja en las extensas montañas y rocas, el agua cambia por momentos de color, pero sigue siendo la misma corriente que invade de emoción a quienes la navegan. Uniones naturales que, por causalidad o no, también se están reflejando en las comunidades ribereñas.

“Para nosotros como campesinos es muy bonito resaltar la convivencia que podemos llevar con los firmantes del acuerdo de paz. Ellos son personas como nosotros y creo que somos un claro ejemplo de la reconciliación. Mire todo lo que hemos logrado hasta el momento”, expresa ella.

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Mi mejor amigo, el remo

Para quienes practican por primera vez el rafting, puede resultar confusa la remada o cierto “códigos” que se usan en el equipo para no caer al agua. Sin embargo, en la parte de atrás del bote está “nacho”, el guía perfecto para ir practicando a lo largo del recorrido y el encargado de dar ánimo e instrucciones para completar el recorrido de casi cinco horas.

Aunque su vida no inició al lado del río, desde muy pequeño lo tuvo de frente. Sus padres vendían “mecato al lado del Güejar y allí comenzó a enamorarse de sus aguas”.

“Antes de ser mayor de edad me invitaban a recorridos y yo iba, luego tomé el curso de guía, me capacité y aquí estoy, con 19 años subiendo y bajando el río todos los días”, señala.

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Como muchos otros, él es el encargado de guiar a la ‘tripulación’, de socorrerla en caso de algún percance y de ser el anfitrión de su tierra para mostrar las maravillas que allí se aprecian.

“Lo que más me gusta de mi trabajo es ver la cara de felicidad de las personas, el intercambio cultural que tengo con ellos y ellos conmigo. Y como usualmente les digo: el río Güejar siempre les dará la bienvenida”, termina “nacho”.

Es difícil plasmar en pocas líneas lo que se puede ver en 17 kilómetros de trayecto que termina en la finca ‘La Resevera’, en el municipio de San Juan de Arama. Después de tantas emociones y esfuerzo físico, la cachama frita puede ser opción para recuperar fuerzas. El cañón se despide, pero los brazos de aquellas personas que quisieron apostarle a la paz, a la reconciliación y a las nuevas oportunidades a través del turismo, siempre estarán abiertos para quienes quieran vivir una experiencia única con el rafting.

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