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Venadillo: la guerra y las heridas que sanan al norte de Tolima

El conflicto armado dejó en el municipio 1.397 víctimas, según el Registro Único de Víctimas, por lo que fue seleccionado como Zomac.

Por: Adriana Chica García

Venadillo toma su nombre de la población de venados común en sus planicies de bosque seco tropical, cuenta el historiador Hermán Rolando Troncoso; aunque ninguno se escucha en el horizonte, ni en ningún lado. La única vez que él cree haber escuchado uno fue dentro del monte, donde dormía con sus papás y hermanos para engañar a la violencia. Para cualquier forastero la guerra puede pasar desapercibido en el municipio tolimense, tranquilo y sin contratiempos, pero no para las 1.397 víctimas que quedaron.

Esa fue la cifra del reciente, pero largo, conflicto armado colombiano en Venadillo, según el Registro Único de Víctimas. Pero hubo más desde la lucha entre liberales y conservadores que le tocó a los padres de Hermán, y que recuerda levemente siendo niño. La que le tocó a él comenzó su pico en 1996, con las primeras tomas guerrilleras. Para entonces ya era jefe de maquinaria e interventor de obra, dirigente sindical y funcionario de la administración municipal.

La primera toma fue del Frente Tulio Varón o el 21 de las Farc en el corregimiento Junín, en 2000, recuerda Hermán. Pero le siguieron otras, un combate entre el Eln y las Auc en 2003, que dejó 30 muertos entre ambos bandos; y una masacre paramilitar el mismo año, con el asesinato de tres personas. Todos en Junín. En el resto de sectores del municipio había homicidios selectivos, y colectivos.

“Eso generó zozobra, temor, desconfianza entre la gente, porque llegaban acusando de apoyar a uno o a otro. La gente se empezó a ir, a dejar sus fincas abandonadas”, describe Hermán. Los grupos irregulares imponían control social, pautas de comportamiento, restricciones a la movilidad, utilización de los suelos para actividades ilícitas, aprovechamiento de la minería ilegal, registró la Alcaldía municipal.

Hermán Rolando Troncoso, historiador y víctima del conflicto armado en Venadillo (Tolima). Foto: Adriana Chica.

“A nosotros nos tocaba reunirnos con ellos directamente para pedirles permiso de entrar a las zonas rurales, porque el campesinado también depende de las obras que se realicen en sus veredas”, afirma Hermán. Comenzaron así amenazas e intimidaciones. Él recibió varias, fue retenido tres días por las Farc en 2000, luego en 2002 por las Auc, más tarde declarado objetivo militar del Ejército Revolucionario del Pueblo. Y vivió en su propia piel el dolor de la guerra. Su padre, Tulio Troncoso, fue asesinado en la puerta de su casa al ser confundido con su hijo.

“Un comandante del Erp, que es de aquí mismo, de Venadillo, ordenó que me asesinaran, y lo confundieron”, cuenta Hermán con la voz entrecortada. La guerra en Venadillo, como en todas las regiones del país que la padecieron, trajo dolor y pobreza. Mientras las guerrillas manejaban las relaciones sociales y económicas, los paramilitares, como el Bloque Tolima, se asociaban con autoridades, políticos y líderes gremiales; detalla un informe del Centro Nacional de Memoria Histórica.

El municipio, que era cafetero, ganadero y arrocero, dejó de producir. “La guerra nos afectó demasiado económicamente. Las guerrillas acabaron con el banco agrario y cafetero, a uno le tocaba desplazarse hasta Ibagué para cobrar, eso fue destruyendo los negocios”, dice Hermán. El Junín apenas ahora se asociaron para producir nuevo café, algunos remolinos de arroz han cerrado, pero en las carreteras los suelos aún se ven con sus cultivos. Y la siembra es más variada: plátano, cacao, más ganado.

Con todo este padecimiento, Venadillo fue uno de los 344 municipios seleccionados por el Gobierno Nacional para conformar las Zomac -Zonas más Afectadas por el Conflicto Armado-, destinadas con inversiones para superar las secuelas de la tragedia, en productividad y reconstrucción de tejido social. Hermán es uno de los veedores de los proyectos, que incluyen emprendimientos, pavimentación de vías, construcción de otras infraestructuras y donación de viviendas destinadas a la población desplazada.

“Los Acuerdos de Paz han servido bastante, hemos sentido una tranquilidad enorme, ya no tenemos la zozobra de que un día tengamos que amanecer en medio de las balas. Y desde el año 2017 Venadillo ha empezado a surgir”, asegura Hermán. Los estragos aún se ven. La introducción de economías ilegales en el municipio disparó una delincuencia post desmovilización al servicio del microtráfico, que incrementó la problemática de la drogadicción.

Sin embargo, Venadillo se mantiene a pie de fuerza, sin olvidar, pero perdonando. “Yo perdono a los que asesinaron a mi padre, ya pagaron cárcel y viven aquí mismo. Toca seguir adelante, pese a todo yo creo que este país sale adelante. Yo sueño a Venadillo grande, enorme, yo quiero mucho a mi pueblo y trabajo por él”, termina Hermán. “Discúlpeme por llorar, quiero mucho a mi padre y lo extraño cada día”.

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