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San Jacinto despidió al último cacique: hoy fue sepultado el maestro Toño García

Con gaitas, tambores y muchas voces cantando sus canciones, San Jacinto despidió al último de los gaiteros originales que hasta ayer vivía.
Edgardo Ochoa

Desde la mañana, el cielo en San Jacinto, Bolívar, tenía un azul grisoso y en repetidas ocasiones caían gotas, como si se acordara por ratos que había muerto a sus 94 años el gran Manuel Antonio García Caro, ‘Toño García’, aquel que les tocaba la gaita a los cultivos de ñame y yuca. 

En la casa esquinera, ubicada en el barrio “El Porvenir”, las gaitas sonaban sin parar, pero se escuchaban tristes. Mientras tanto, la sala de la casona se llenaba de gaiteros, familiares, curiosos y algunos extranjeros que llegaban a despedir al último cacique de la música sanjacintera. 

El féretro color café estaba simétricamente ubicado al centro del salón, mientras que la silla donde el gran Toño García pasaba la tarde estaba en una esquina quieta, como extrañando el cuerpo del gaitero más humilde y sincero que ha parido los Montes de María.

“Aunque muchos esperábamos este día, duele saber que, dentro de esas cuatro tablas, está el cuerpo de un hombre bueno, sencillo, laborioso, entregado a su familia y defensor de nuestro folclor, un hombre que no le negó nunca a nadie una explicación o una nota, estaba en su naturaleza enseñar nuestra música”, asegura Manuel Castro, cantautor sanjacintero.


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Aún no eran las tres de la tarde, cuando partió el cortejo fúnebre con el cuerpo del maestro Toño hacia el Museo Comunitario de San Jacinto, el cielo continuaba gris y volvieron a caer gotas. 

Empezaron a sonar las gaitas, pero nadie bailaba. Los acompañantes iban cabizbajos, como rindiendo una última pleitesía al esposo de la señora Candelaria García, su amada compañera con quien compartió la vida desde los 19 años. 

Al llegar al museo, otro grupo de gaiteros y su premio Grammy lo esperaban. Uno de ellos es Marlon Peroza, gaitero y compositor del municipio de Montelíbano, Córdoba, quien expresó que “para mí el maestro Toño García es mi máximo referente, mi ídolo, es por quien decidí ser gaitero. Su forma de tocar la gaita me enamoró desde niño, hoy mi corazón está triste, pero también sé que donde está, ya seguramente está tocando con sus antiguos compañeros”. 

Acto seguido, empieza a cantar la canción “Mi Voz”, una de las tantas que le compuso a su mentor.

Luego de la misa en su honor, un grupo de gaiteros interpretaron sus canciones y después de recibir la bendición del párroco, el cuerpo del maestro Manuel Antonio García Caro inició el último recorrido por la calle principal de San Jacinto hacía el cementerio en el barrio “La Gloria”, cerrando así el último capítulo del libro de la gaita autentica y ancestral, ese mismo que sin reparos, ni celos el gran Toño García nos permitió leer.
 

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