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Memorias de Álvaro Díaz Manrique, un rockero muy rolo: segunda parte

Les invitamos a leer la segunda parte en la que Álvaro Díaz recuerda los días en los que fundó la legendaria agrupación Los Young Beats.

Álvaro Díaz Manrique ha sido un testigo privilegiado de la historia del rock en Colombia.

Este bogotano con raíces boyacenses pasó de bailar en las discotecas a promover efímeros empeños discográficos, organizar festivales de rock al aire libre, gestionar ciclos de conciertos en teatros y agitar a las juventudes a través del periodismo.

Les invitamos a leer la segunda parte en la que Álvaro Díaz recuerda los días en los que fundó, junto a Roberto Fiorilli, la legendaria agrupación Los Young Beats.

La suya es la memoria viva de los albores de nuestro rock.

Están cambiando los tiempos

La última temporada del bachillerato se alargó a causa de la bohemia juvenil, los enamoramientos, las amistades y el divertimento de las fiestas donde el baile y el rocanrol iban de la mano. Cocacolos, nos llamaban los mayores y la prensa.

Por esa época hice parte de las barras del centro, a las que empezaron a calificar de manera despectiva como pandillas. Esta presunción no tenía nada que ver con lo que en realidad sucedía. Las barras eran reuniones de chicos que por lo general coincidíamos en los alrededores de nuestro barrio hacía el final de la tarde. Solo hablábamos de rock y comentábamos sus noticias que escuchábamos en los programas de la radio.

Primero fue la de la calle 24, frente a la Biblioteca Nacional. Luego la de la calle 23 y, por último, la barra del Ley de la calle 22. En esta última se reunían los que veníamos del barrio Las Nieves y otros que llegaban de otras vecindades como las del Eduardo Santos, la Sexta Avenida y el San Antonio. Nos ubicábamos al frente del histórico almacén y hacíamos gala de nuestros peinados engominados. Lanzábamos encendidos piropos a las chicas que a esa hora hacían su septimazo.

A mediados de 1962, apenas terminando el colegio, mi pareja y yo nos embarazamos prematuramente. Tuve que ponerme a trabajar. Alcancé a tener buen dinero en el bolsillo que, además de cubrir la responsabilidad paternal, me alcanzaba para comprar discos de rock que aun hoy conservo. Esto me dio cierto estatus con los amigos de la barra.

Así transcurría mi primera juventud cuando me encontré con Roberto Fiorilli y juntos creamos Los Young Beats.

***

Curiosamente, Roberto y yo nos habíamos visto sin reconocernos en el concierto de Bill Haley. Nos volvimos a ver en 1965 cuando, casualmente, coincidimos en el lugar donde ensayaban Los Flippers. Era una casa que quedaba en frente del Hospital Militar. Recuerdo que Roberto me dijo: “yo toco batería”. Sin pensarlo demasiado le respondí: “y yo canto rocanrol”. Ese día intercambiamos números telefónicos con el anhelo de concretar esos sueños. Aunque dice la sabiduría popular que “del dicho al hecho hay mucho trecho”, esto no se aplicó al pie de la letra pues meses más tarde, luego de contactar al bajista Miguel Suárez –a quien conocí en el radio teatro de la emisora Nueva Granada- llamé a Roberto y le anuncié que todo estaba listo. Por su parte, Miguel conocía a un buen guitarrista llamado Ernesto Suárez. Así quedó lista la primera formación de Los Young Beats, banda que tuve el honor de bautizar.

Conseguí un tom de piso, un bombo y un redoblante. Fueron mi aporte al baterista, quien, por cierto, se ejercitaba con cucharas y tenedores sobre la mesa del comedor de su casa que se convirtió en el primer lugar de ensayo de la incipiente banda. Tanto Roberto como yo vivíamos en el centro por esos días. Eso significa que Los Young Beats fue la primera banda de rocanrol que se gestó en el centro de la ciudad, exactamente en el barrio Las Nieves.

Siempre he estado en el lado organizativo de los propósitos emprendidos y en el caso de Los Young Beats no fue una excepción. Al mes de haber iniciado los ensayos conseguí la primera presentación del grupo. Aquí el azar volvió a jugar un papel crucial pues fue por mera coincidencia que un día en el aeropuerto El Dorado vi frente a mí a Edgar Restrepo Caro, reconocido músico y locutor difusor de la cultura del rock en Colombia. Aunque apenas nos habíamos cruzado en la Nueva Granada donde él trabajaba como ingeniero de sonido, nos saludamos como viejos amigos. Entre la conversa espontánea que surgió, aproveché el momento y le conté que tenía una banda, que nuestro repertorio era bien diferente al de los grupos del momento y que estábamos listos para presentarnos.

Y de nuevo las confluencias y la casualidad: ¡Édgar necesitaba para el fin de semana un grupo que supliera a Los Flippers, quienes viajaban a Medellín a grabar su primer disco! Fue así como nuestro debut inesperado se llevó a cabo en 1966 en Le Boun Gout, discoteca postinera ubicada en los altos del Teatro Imperio, en pleno corazón de Chapinero, frente al Parque de Lourdes.

La breve carrera de Los Younb Beats comenzó, así como se forjó una gran amistad con Édgar Restrepo, quien se convirtió en mi alter ego en esta aventura del rocanrol.

Al mes siguiente contactamos a Pedro Schambon, dueño de la discoteca Diábolo, quien nos programó durante cuatro fines de semana consecutivos Al cabo, fuimos artistas exclusivos del lugar. Luego, una tarde me le aparecí a Alfonso Lizarazo en su oficina de Radio 15. Logré convencerlo, a él y a la coreógrafa Kathy Chamorro, para que nos incluyera en su programa Juventud Moderna. Esa misma tarde me los llevé para la flamante sede de nuestros ensayos que quedaba ubicada en el barrio Quiroga, adonde Roberto se había ido a vivir junto a su pareja. Al siguiente sábado, frente a todo el país, hicimos nuestro debut en la televisión. Les gustó tanto que nos invitaron de nuevo.

Conmigo como cantante registramos en los estudios de Radio Continental un sencillo con dos canciones inéditas en el repertorio de los grupos del momento: "Memphis Tennesse" y "The girl can´t help it". La oportunidad la conseguí con doña Alicia de Rojas, quien trabajaba allí. Infortunadamente esa grabación se perdió cuando Roberto se fue a vivir a Italia. Salí de la banda justo antes de que Eduardo Calle del sello Bambuco ofreciera un contrato para publicar un disco que se llamó ‘Ellos están cambiando los tiempos’.

Y vaya si cambiaron los tiempos después.

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