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¿Por qué sonaba tanta música clásica en Radio Nacional?

Por: José Perilla.

Por: José Perilla.

Reporte gráfico a Radio Nacional de Colombia por H. Wallenberg. Revista Estampa, febrero 10 de 1940.

Para entender la supremacía que tuvo la música clásica en la programación de la Radio Nacional de Colombia en el siglo XX, hay que echar marcha atrás en el tiempo y asomarse a ver las condiciones que se vivían en Europa a finales del XVIII y durante el XIX. Porque allá y en esos años se estableció la reverencia por la música clásica y desde entonces se han desarrollado costumbres e instituciones acordes con su autoridad. La radio, una vez establecida alrededor del mundo en la década de 1920, entró a ser parte fundamental del proceso.

Contraportada, Boletín de Programas, mayo de 1986.

Ideales románticos, revolucionarios. Contexto urbano y mercantil

La admiración por grandes obras musicales y sus compositores; el silencio en la sala para su contemplación; la industrias de publicación de partituras y de conciertos; el surgimiento de conservatorios, sociedades y demás entidades encargadas del sostenimiento y difusión de la tradición y sus cánones; la participación de los medios de comunicación como escenario para el comentario musical, la crítica y en ocasiones la pedagogía; todo ello se consolidó entre los XVIII y XIX. Es decir que son procesos que venían en desarrollo pero adquirieron centralidad, en medio de tensiones sociales y políticas.

Con el desarrollo industrial, muchos campesinos europeos migraron a las ciudades para engrosar la fuerza trabajadora del creciente número de fábricas mecanizadas. Al mismo tiempo, diversas revoluciones políticas y sociales abrieron paso a la abolición de rangos y privilegios y el sistema monárquico se vio debilitado. Surgió entonces una concepción de ciudadanía con derechos civiles distantes de la condición desfavorable que implicaba ser sujeto de una monarquía. Con ello se reprodujeron ideales de libertad y expectativas en cuanto a la calidad de vida. Clases medias-altas, favorecidas por el incremento económico, disfrutaron de una mejor educación, también del incremento de sus capitales culturales y de su liderazgo en la sociedad.

Contra el avance industrial, reaccionó el pensamiento romántico. La reivindicación de la naturaleza, el heroísmo, la búsqueda de ideales sublimes ajenos al mundanal ruido de la ciudad cada vez más grande y llena de gente. Los ideales de libertad se expresaron en la revelación del individuo a través de su producción filosófica y cultural. La literatura, la poesía, las bellas artes y, especialmente, la música. No aquella popular vista con desdén, que surgía para entretenimiento de las masas, sino la que era producto del refinamiento técnico y creativo de un individuo, el compositor, el maestro.

Portada y detalle del Boletín de Programas, agosto de 1949.

La música, lo sublime

Un importante proceso en curso durante el siglo XVIII fue el de secularización e independencia de la composición y la interpretación musical. Como parte del crecimiento de las ciudades, también creció la oferta de conciertos públicos y el consumo de partituras. La corte monárquica y la Iglesia dejaron de ser ámbitos privilegiados para la producción musical. La música orquestal de gran formato, junto a la música de cámara, de conjuntos pequeños, especialmente los cuartetos de cuerda, dejaron atrás el carácter funcional específico de un servicio litúrgico o el entretenimiento de los nobles. Se convirtieron en objeto autónomo de admiración y contemplación. En el refinamiento de sus prácticas, los compositores expresaron su individualidad y sus audiencias buscaron en ello la verdad sublime.

Johann Wolfgang von Goethe, paradigma del pensamiento romántico, consideraba que “quizá es en la música donde la dignidad del arte aparece del modo más eminente, porque la música no posee elemento material alguno que tenga que ser tenido en cuenta. La música consiste por completo en forma y contenido; y [por consiguiente]… eleva y ennoblece todo lo que expresa”. Desprovista de toda atadura material al mundo (aún restaban cerca de dos siglos para el giro conceptual que consideró el sonido como materia), para finales del XVIII y durante el XIX la música era lo más cercano al ideal romántico.

Como mencionamos, se trataba de aquella música de tipo refinado técnicamente, que apelaba a una audiencia con hábitos de escucha igualmente cultivados. Este carácter en una y otra de las partes, se convirtió en indicador de buen gusto y poderío. Vista de ese modo, la música clásica era herramienta para el cultivo espiritual y el desarrollo de la civilización. Su virtud trascendía barreras espaciales y temporales. Sus valores empezaron a ser considerados eternos. Podría pasar el tiempo, pero, a partir del siglo XIX, las obras de grandes compositores continuaron siendo parte fundamental de programas de concierto de orquestas, conjuntos y solistas.

Boletín de Programas, julio de 1954. Detalle de escrito por Andrés Pardo Tovar.

Boletín de Programas, julio de 1954. Detalle de escrito por Andrés Pardo Tovar.

Así las cosas, la educación musical fue parte decisiva de la transformación del gusto. Su “elevación” o “purificación” dependió de los conocimientos que se tuvieran sobre la materia. Es significativo que haya sido en el marco de la Revolución Francesa cuando se creó el Conservatorio de París (1795), modelo internacional de educación sistemática. Pero no toda la población estaba en capacidad de vincularse a ese tipo de instituciones. Por ello conservó su validez la enseñanza musical particular, el cultivo de la música en casa y empezó a tener mucho más peso el papel que tuvo la prensa escrita y el crítico musical especialista como portador de conocimiento y guía del gusto.

Nuestro caso

Esas ideas emigraron a diversos lugares de América y se arraigaron en mayor o menor medida. En Colombia se tuvo un intento fallido de Sociedad Filarmónica entre 1847 y 1854; luego, en un entorno de mediana actividad de conciertos, impresión de partituras y música para el hogar, se conformó la Academia Nacional de Música en 1882, con limitados recursos pero empeño suficiente para salir avante luego de la Guerra de los mil días. Duró como tal hasta 1910, cuando se convirtió en Conservatorio Nacional.

Por 25 años, este fue dirigido por el compositor y violinista Guillermo Uribe Holguín (1880-1971) quien renunció en 1935 bajo presiones reformistas que venían desde la Dirección Nacional de Bellas Artes. Creada ese mismo año, esta entidad tuvo a cargo hacer efectivo en el entorno cultural, el ánimo reformista liberal que caracterizó la década de los treinta. La historia viene a colación porque el primer director de Bellas Artes fue Gustavo Santos (1892-1967), responsable en esos mismos años del proyecto que dió origen a la Radio Nacional de Colombia en 1940

En reemplazo de Uribe Holguín, Santos nombró al compositor Antonio María Valencia (1902-1952). Este último había sido responsable de la inspección a la gestión de Uribe Holguín y sus críticas fueron publicadas en 1932. En simpatía con los ideales de Valencia, en dos ocasiones durante los años cincuenta sus palabras fueron reproducidas en el Boletín de Programas de la Radio Nacional. Ambas, a través de los escritos de Andrés Pardo Tovar (1911-1972), quien llegaría a dirigir la emisora entre 1969 y 1972.

Extractos del texto Revista Contrapunto, donde Andrés Pardo Tovar cita las palabras de Antonio María Valencia. Boletín de Programas, noviembre de 1954.

En un porcentaje mayoritario, la programación musical de Radio Nacional fue hecha conforme a este tipo de cánones propios de la música clásica. Intelectuales a cargo de la emisora se identificaron completamente con ellos. El poder de la música clásica era, por así decirlo, natural para ellos. Y a partir de allí se quiso definir, en parte, la naturaleza de la Nación. Es decir, que la música clásica llegara a ser algo natural y la sociedad se comportara de acuerdo a su autoridad. El problema fue el contraste entre ideales y realidad. Las razones históricas que motivaron el surgimiento y desarrollo de la música clásica fueron muy distintas al contexto colombiano a mediados de siglo XX.

Así es que, durante los años ochenta, luego de cuarenta largos años de labores, la Radio Nacional pasaba por momentos difíciles debido a carencias presupuestales, tecnológicas y bajos niveles de audiencia. Su director Hjalmar de Greiff, sin embargo, ratificaba en los editoriales del Boletín de Programas el compromiso de esta entidad con la divulgación cultural y educativa acorde con los cánones propios del intelectual, naturalizados en el propósito de brindar con la Radio Nacional un acceso democrático a la cultura.

Extracto de nota editorial. Boletín de Programas, noviembre de 1983.

Dos intelectuales representativos de esta tendencia, que trabajaron durante varias décadas en la Radio Nacional como programadores musicales son Julio Sánchez Reyes y Otto de Greiff (tío de Hjalmar, 1903-1995). Como parte de la celebración de los 50 años que cumplió la emisora en 1990, fueron homenajeados y condecorados en el marco de un Concierto de Gala ofrecido por la Orquesta Sinfónica de Colombia el 16 de febrero de 1990. Concluimos estas reflexiones con las palabras iniciales que leyó en aquella ocasión el director de Inravisión, Carlos Medellin.

Palabras de Carlos Medellín en celebración de los 50 años de Radio Nacional. Boletín de Programas, marzo de 1990.

Al reflexionar sobre los orígenes y las razones de ser que tuvo la presencia preponderante de la música clásica en la programación de la Radio Nacional no pretendemos asumir una posición escéptica frente a su valor, si bien consideramos pertinente llamar la atención sobre la poca recepción que tuvo este modelo en la audiencia de la emisora. En cualquier caso, no es fácil precisar con exactitud la mezcla de elitismo y auténtica preocupación por la difusión cultural democrática. Ciertamente, los logros alcanzados en el ámbito de la música clásica pueden enriquecer hoy nuestro desarrollo como individuos y como Nación y la labor de la Radio Nacional durante el siglo XX fue importante para el desarrollo de la música clásica en Colombia. Es por ello que el conocimiento de las prácticas asociadas a esta tradición musical sigue vigente en las labores de la Radio Nacional de Colombia a través de Señal Clásica y el cubrimiento de diversos festivales asociados. Pero así mismo, es claro el aprendizaje que ha tenido la Radio Nacional en el siglo XXI como medio de interés público enfocado en la diversidad del contexto al que pertenece.

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