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Cuatro sonidos de piano para esta Semana Santa

Por: Laura Galindo M.De niños, nosotros, los pianistas, fuimos los que contaban jugando a las escondidas, los que elegían de últimos en los equipos de fútbol y los que hacían el ocho con la cola en las fiestas. Los que iban a clase de ajedrez los martes, de inglés los jueves y de música todos los días. Los que no tenían permiso para salir solos al parque, los que jamás dormían en casas ajenas y los que no veían televisión entre semana.

Por: Laura Galindo M.

De niños, nosotros, los pianistas, fuimos los que contaban jugando a las escondidas, los que elegían de últimos en los equipos de fútbol y los que hacían el ocho con la cola en las fiestas. Los que iban a clase de ajedrez los martes, de inglés los jueves y de música todos los días. Los que no tenían permiso para salir solos al parque, los que jamás dormían en casas ajenas y los que no veían televisión entre semana.

En el colegio, fuimos los que lloraban cuando no los recogían a tiempo. Los que llevaban frutas en la lonchera y los que encontraban sus cuadernos flotando en el inodoro después del recreo. Los que se sentaban adelante para escuchar mejor al profesor y llegaban siempre con los zapatos embolados. A nosotros, los pianistas, los populares nos abrieron campo en su mesa del almuerzo para que les prestáramos las tareas y los tímidos del curso se volvieron nuestros mejores amigos.

Cuando fuimos adolescentes escribimos cartas de amor que jamás nos respondieron, nos vimos ajenos en el espejo y le regalamos nuestro primer beso a los giros por azar de una botella. Pero un día, un día cualquiera, nos sentamos al piano y fuimos enormes. Acariciamos los bordes mordidos de la madera y el frío se nos coló por la yema de los dedos. Las manos recorrieron el teclado, los pies temblaron en los pedales. El pecho se llenó de aire y el cuerpo de sonidos. Se nos escaparon los primeros acordes y, entonces, entendimos: nosotros, los pianistas, teníamos el piano.

Igual que lo tuvo Bach cuando quiso sentirse más cerca de Dios, Chopin al sufrir su primera crisis de depresión, Tchaikovsky el día que necesitó dinero para pagar las cuentas o Philip Glass esa mañana en la que se vio tan distinto que ya no lograba reconocerse. El piano estuvo para entenderlos y, sobre todo, para narrarlos. Para hablar de sus miedos, de sus soledades, de sus transformaciones y sus preocupaciones más humanas.

Desde este jueves 18 hasta el domingo 22 de abril, a las 6 p.m., Radio Nacional de Colombia presenta cuatro pianistas que encontraron en su instrumento la mejor forma de habitar el mundo: András Schiff, Krystian Zimerman, Vladimir Ashkenazy y Philip Glass. Cuatro obras que cuentan historias: Las variaciones Goldberg de J.S Bach, las Balladas de Frèdèric Chopin, Las estaciones de Piotr Ilich Tchaikovsky y las Metamorfosis de Glass. Cuatro momentos en la historia: el barroco, el romanticismo, el postromanticismo y el siglo XX. Cuatro días en los que el piano se convierte en oración, en consuelo, en mantra y en consigna. En universo.

Jueves 18 de abril - J.S Bach - Variaciones Goldberg.

Viernes 19 de abril - Frédéric Chopin - Balladas No. 1, 2, 3 y 4.

Sábado 20 de abril - Piotr Ilich Tchaikovsky - Las estaciones.

Domingo 21 de abril - Philip Glass - Metamorfosis

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