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La planificación familiar, la ruta de un derecho

Aunque la sociedad ha avanzado en este plano, aún hay un dominio patriarcal de doble moral.
Planificación familiar
Foto: Pixabay
Ana María Lara

Decidir si uno o una quiere tener hijos, y cuántos, es hoy un derecho humano reconocido y este derecho se ha logrado gracias a las luchas de las feministas. A la vez, ha estado condicionado por políticas estatales para frenar la natalidad (por ejemplo, en China, en los años 80 con la política del hijo único) o para estimularla (como en Europa después de la Segunda Guerra Mundial, con altos subsidios para las familias numerosas).

Tradicionalmente, han sido varios los escollos para ejercer esta libertad. Aunque la sociedad ha avanzado en este plano, aún hay un dominio patriarcal de doble moral que se expresa en que si una mujer planifica, es porque es o quiere ser infiel. Al tiempo ocurre que muchos hombres se resisten a planificar (aun cunde el temor de que la vasectomía pueda afectar su virilidad).

Así mismo, las creencias religiosas impartidas por la Iglesia católica en el mundo occidental siguen teniendo mucho peso. Considerar el sexo como pecado ha contribuido a limitar ese derecho a decidir; tanto más si se cree que el propósito único del sexo y la sexualidad es la procreación. Para la Iglesia la planificación familiar debe centrarse en la abstinencia, o en métodos “naturales” como el de Ogino o el de la temperatura basal; ambos con probabilidades de error y riesgo.

Desde la antigüedad existieron maneras de evitar que una relación sexual produzca un embarazo. Se usaban algunas plantas, pero también sustancias estrambóticas, como el excremento de cocodrilo o de elefante mezclado con miel, o sal de cobre en agua, entre muchos otros. A lo largo de los siglos, se fueron diversificando los métodos, más o menos bárbaros y muchas veces nocivos para las mujeres. Finalmente, se fueron generalizando algunos muy poco seguros, como el coitus interruptus y el condón en tela o en cuero de cordero, esencialmente para evitar la sífilis.


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Pero en los años 60, con el desarrollo y la difusión del feminismo y la lucha por que la mujer pueda decidir libremente si quiere tener hijos, la contracepción se vuelve un objetivo que se traduce en el logro de la famosa píldora anticonceptiva, seguida de otros métodos, como el dispositivo intrauterino (DIU) o las inyecciones. También se lucha por el reconocimiento del derecho al aborto en condiciones seguras, por cuanto este procedimiento practicado en condiciones clandestinas puede ser fatal. No en todos los países se ha aprobado el aborto y sigue la discusión sobre el tema.

Pero también se lucha para que el asunto de la planificación no recaiga únicamente en las mujeres; por ello se desarrolla la vasectomía masculina que, aunque rodeada de prejuicios sobre la posible pérdida de masculinidad, es cada vez más aceptada. De tal forma que aún hoy la planificación, en su mayoría, resulta siendo un asunto de las mujeres.

Sin embargo, todavía hay mucho camino por recorrer. En Colombia, en 1969 se creó Profamilia, que presta todos los servicios de información y procedimientos de contracepción. A pesar de las campañas y de los proyectos pedagógicos de educación sexual impartidos en escuelas y colegios, aun el 20% de mujeres entre 15 y 49 años no utiliza ningún método de contracepción, por falta de información o motivos culturales.

Hay que señalar también las dificultades de acceso, por costos, por escasez o ausencia de los servicios de salud en los territorios, siendo muy críticos en nuestro país en los departamentos de la costa Caribe; Nariño y el Valle. En África, menos del 50% de las mujeres planifican, en Asia lo hace el 64% y en América Latina el 74%. Todavía en el mundo más de 220 millones de mujeres no tienen acceso a la contracepción.

La esterilización (ligamiento de trompas, irreversible) encabeza todavía la lista de métodos más usados, seguida de los dispositivos intrauterinos, las pastillas, los preservativos, las inyecciones y los métodos tradicionales. De los 20 métodos anticonceptivos, solo dos son para los hombres. La investigación en salud reproductiva avanza tratando de vencer la mirada aun machista sobre el cuidado y autocuidado que implica el uso de métodos anticonceptivos. Detrás de ese propósito está el derecho a decidir, así como también el anhelo de que los niños que nazcan sean deseados y amados por sus padres y madres y nunca el resultado de la fuerza, la violencia y la dominación.

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