Por: Ana María Lara Sallenave
Seres humanos, hombres, mujeres y niños, propiedad de otros, que disponen de sus vidas sin limitaciones como si fueran objetos, estos son los esclavos. Desde la remota Antigüedad, en Mesopotamia, Egipto, luego en Grecia (cuna de la democracia) y Roma, la esclavitud fue parte de la vida económica y de la vida familiar.
Inicialmente, los esclavos son presos de guerra, pero también lo son por deudas impagadas. Trabajan en la agricultura o como sirvientes en las familias acaudaladas.
De hecho, la gran marea del esclavismo ocurre en las Américas a partir del siglo XVI y por más de 200 años. En América del Sur, los esclavos provenientes de África reemplazan a los indígenas, diezmados por las enfermedades después de la Conquista, para trabajar en los cultivos de algodón, azúcar y tabaco.
Traídos en barcos donde una gran parte muere por las condiciones de los viajes- hambre, hacinamiento- son comprados en subastas por comerciantes y terratenientes, marcados con hierro y llevados a las haciendas. Jornadas de trabajo extenuantes, escasa comida, alojamientos precarios, malos tratos, esta es la vida del esclavo. Es probable que la condición esclava haya sido aún más dura en América del Norte, donde no se dio mestizaje, como en América del Sur.
Algunos esclavos se rebelaron, a veces incendiando las plantaciones o huyendo en masa para formar nuevos pueblos autónomos de cimarrones (por ejemplo, el palenque de San Basilio, cerca de Cartagena,) o los quilombos de Brasil.
En América del Norte, desde principios del siglo XVII, inicia la esclavitud, a ritmo variable pero especialmente en el sur del país. Plantaciones de algodón y tabaco, con jornadas de 15 horas y castigos sistemáticos.
El antiesclavismo, especialmente de la Sociedad de Amigos, que agrupó a quaqueros, de religión protestante, se propaga en el siglo XVIII, pero será la guerra de Secesión entre el norte industrial y el sur agrícola la que dará fin a la esclavitud y en 1868, la Constitución reconoce que toda persona nacida en los Estados Unidos es ciudadana, lo cual no impedirá que la segregación racial se mantenga, hasta que en los años sesenta del siglo XX surge con fuerza el movimiento por los derechos civiles de los negros, liderado entre otros por Martin Luther King y Malcom X.
En América del Sur, el abolicionismo se nutrió de la Ilustración, con las voces de filósofos y ensayistas como Voltaire, Montesquieu y Rousseau y las controversias al interior de la Iglesia Católica, cuya cúpula aceptaba la esclavitud siempre y cuando los esclavos fueran bautizados. Además, muchos esclavos participaron en las guerras de Independencia, con la promesa de su emancipación después del triunfo. Sin embargo, solo hasta 1851 se dio la liberación de los esclavos en Colombia. Brasil fue el último país de la región en abolirla, en 1888.
En las Antillas sobresale el caso de Haití, colonizada por Francia, donde la rebelión de los esclavos se convirtió en guerra de guerrillas que logró la independencia, creando la primera república negra en 1804.
Hoy, siglo XXI, a pesar de todas las Declaraciones de Derechos humanos y del Derecho laboral, se calcula en 40 millones el número de personas esclavas: trabajo en condiciones infrahumanas, coerción, amenazas y abusos, en fábricas, explotaciones agrícolas, trata de mujeres y niñas para su explotación sexual, matrimonio infantil forzado. ¿Para cuándo una abolición total?