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Los lustrabotas: un oficio con mucho brillo

Conoce la historia de José Joaquín Ayala , un lustrabotas que va a cumplir 80 años y sigue todavía en el oficio.
Los lustrabotas: un oficio con mucho brillo
Fotos: Richard Hernandez Gonzalez
Richard Hernandez Gonzalez

Uno de los personajes más queridos y recordado por los colombianos que creó el abogado, periodista y humorista Jaime Garzón, fue el de Heriberto de La Calle, el mordaz y frentero embolador.

También conocidos como lustrabotas, lustradores, limpiabotas y embellecedores del calzado, este oficio, que durante muchos años tuvo gran importancia y el cual era ejercido la mayoría por niños, hoy en día ha ido desapareciendo.

Históricamente sobre esta labor poco se ha profundizado. Se dice, según algunos investigadores, que los primeros limpiadores de calzado surgieron hacia 1750 en Inglaterra. En Colombia comenzó a finales del siglo XIX y va vinculado al desarrollo urbano de Bogotá.

Sin embargo, hay una referencia de Daniel Ortega Ricaurte en su libro titulado 'Apuntes para la historia de Chapinero', publicado en 1967, que habla del comienzo del gremio de los emboladores y del origen de esta palabra.

Ortega cuenta que: “Chapinero era intransitable y cuando los chapinerunos, especialmente los que iban a visitar a sus novias llegaban con el calzado embarrado” y que por eso en ese sector nació este simpático gremio de los lustrabotas.

Su iniciador fue un francés de apellido Deutienes, hacia el año de 1868. Hacía uso de una caja de bocadillos de Vélez, para que allí pusiera el pie los clientes y guardar los útiles de trabajo. El betún que Deutienes llamaba “bola”, era fabricado por él con cenizas de papel quemado, manteca y un poquito de trementina. En esta forma se inició este gremio, que, por muchos años llamaron los chapinerunos y los bogotanos con el título de “emboladores”, ya que su profesión consistía en untar de “bola” el calzado”.

Lustrabotas

Asimismo, los historiadores señalan que cuando las clases más acomodadas empezaron a usar zapatos de cuero, esto generó un desarrollo industrial y comenzaron a aparecer las primeras fábricas de calzado como Corona en 1906. Sin embargo, las clases menos pudientes seguían usando alpargatas.

En la Calle 17 entre Carrera séptima y octava, costado sur, entre varias columnas que sostiene un edifico de una entidad bancaria, que paradójicamente lleva el nombre de popular, se pueden ver todavía a varios lustrabotas trabajando en medio de vendedores de lotería.

Uno de ellos es José Joaquín Ayala, quien el próximo 25 de agosto cumplirá ochenta años 80 años de edad. Ayala proviene de una familia bogotana de escasos recursos, cuya madre tuvo que criar sola a sus once hijos. Ella trabajaba en la plaza de mercado de Las Nieves, mientras los hermanos mayores se quedaban cuidando a los pequeños en una casa, ubicada en el barrio La Paz (calle 23 con Avenida Circunvalar), en donde vivieron por algunos años.

“Empecé a trabajar a los siete años, en la Calle 18 con Carrera Séptima junto a otras ocho personas provenientes del Tolima y Antioquia. Nosotros no teníamos la caja de lustrar, sino que utilizábamos un ladrillo en donde las personas ponían el pie. Los útiles de trabajo: cepillo, betunes, paños y naranja (para darle brillo a los zapatos) se cargaban en los bolsillos. Los clientes que atendíamos era gente muy educada: profesores, abogados, intelectuales, políticos y deportistas”, señala.

Mientras acomoda un trajinado cojín para atender a uno de los pocos clientes que le quedan dice: “yo soy uno los pioneros de este trabajo en esta zona. No estoy de acuerdo en que nos llamen emboladores, porque ese término no concuerda con la profesión. La palabra adecuada es lustrabotas o limpiabotas”.

Ayala también fue testigo del 9 de abril de 1948: “fue muy catastrófico para la ciudad. Tenía cinco años, era la grabadora de la casa (risas), porque todo lo que veía lo contaba”. Parte de su infancia la pasó en varias instituciones como la Escuela integral, un albergue que había fundado Manuel Briceño Pardo, quien había sido alcalde Bogotá en 1952 y al que se le atribuye, en gran parte, el uniforme oficial del equipo de futbol Millonarios (camiseta azul, pantaloneta blanca y medias azules).

lustrabotas en Bogotá

También, estuvo en el albergue que fundó Yolanda Pulecio Vélez (madre de Ingrid Betancourt). Además, solía frecuentar otros dormitorios como el que tenía el sacerdote José Restrepo Posada, una antigua casona ubicada en la Calle 18 con carrera 4, que albergaba a niños de la calle. En ese lugar estudiaba y tenía que pagar el desayuno que costaba 5 centavos y por el almuerzo y la comida 10 centavos.

“Yo no era buen estudiante, lo mío era futbol. Eso me costó muchos regaños y castigos. Jugué en un equipo que tenía el padre Restrepo. También en el departamental hasta 1962. A los 17 años me fui para Medellín. Allí estuve jugando en un equipo de Leonel Montoya Sánchez, que era un arquero profesional de independiente Medellín. Luego por falta de apoyo dejé esa profesión y regresé a Bogotá”.

De nuevo en la gran ciudad, Ayala se dedicó a trabajar en diferentes oficios hasta que volvió a ocuparse de lustrabotas en un bar del centro de Bogotá llamado “Luis XV” en donde trabajaba su hermano.

Ayala tiene muy clara la fecha en que comenzó a trabajar en la Calle 17 con Carrera Séptima: “Yo llegué a este lugar el 3 de agosto de 1968. En ese entonces había 16 lustrabotas. Ahora solo hay 12, algunos jóvenes, Yo soy el más antiguo. Mis dos hermanos que trabajaban conmigo ya murieron: Humberto hace 8 años y Luis hace14 años. Antes el banco nos daba overoles con la marca de la entidad”.

Ayala quien tiene cinco hijos y que vive solo desde 1993 en una casa en el barrio Diana Turbay, recuerda con nostalgia la época dorada de este oficio: “no tiene ni punto de comparación con lo que se ganaba anteriormente. En una semana uno se podía sacar unos 80 centavos, eso era un dineral. Con tres centavos compraba panela, queso, huevos, pan, de todo y le sobraba plata. Ahora con 100 mil pesos no alcanzan ni para el mercado de la semana. Me toca hacer un gran esfuerzo para pagar el arriendo”.

También Ayala a quien apodaban Tostao, cuenta que por su puesto han pasado personajes famosos como el ex presidente conservador Belisario Betancur. Asimismo, muchos futbolistas como el brasileño Eduardo Texeira Lima quien jugó en Millonarios y en Junior de Barranquilla. Asimismo, Alfonso Cañón el volante del Independiente Santa Fe y Carlos Arango quien participó con la Selección Colombia en el Mundial de 1962 en Chile; en donde el jugador colombiano Marcos Coll, anotó el único gol olímpico en la historia de los mundiales de fútbol.

“Antes no existía la pulida, solo era cepillo, betún y trapo. Ahora uno tiene que pulir el calzado y sacarle brillo. Antiguamente se utilizaba la naranja, hoy no, porque es muy acida y puede dañar el calzado. Actualmente usamos mucho el agua, aunque algunos aplican alcohol. Yo utilizo una tela que se llama garza para pulir. Hoy empleamos betunes caseros que compramos en las cigarrerías de la Calle 19, porque los betunes caros ya casi no existen. Yo todavía tengo un cepillo con buenas cerdas y crines que compre en Medellín hace 45 años", dijo.

La historia de los lustrabotas

Han pasado muchos años y Ayala ha sido testigo como la ciudad se ha ido transformando, al igual que las costumbres de las personas. Antes la gente se vestía de manera formal porque el protocolo lo exigía, más que todo en oficinas, bancos juzgados y almacenes. Hoy la gente ya poco usa el traje con corbata. El zapato de cuero ha venido siendo remplazado por los tenis y la ropa casual.

Una de las ventajas que Ayala le ha sacado a este oficio, es que se ha convertido en un gran lector. Por eso aprovecha el tiempo libre para leer mientras aparece un cliente. Generalmente libros sobre filosofía, historia y ficción. En estos momentos espera conseguir una obra de Mario Mendoza, un escritor que le llama la atención. Además, se dedica a resolver crucigramas”.

“Lo mejor de mi trabajo es la libertad que tengo. Hace años comenzaba a laborar a las siete de la mañana. Hoy puedo llegar e irme a la hora que quiero. No tengo que rendirle cuentas a nadie y por eso ya no pertenezco a ninguna asociación del gremio. Aprovecho el tiempo libre, también para arreglar y reparar cosas en la casa”, concluye José Joaquín Ayala.

En la capital del país, según José Saúl Amézquita representante legal y fundador de la Asociación Distrital de Lustradores de calzado de Bogotá, existen otras tres agrupaciones que reúnen a 150 lustrabotas.

La más antigua de ellas es la Sociedad de Limpiabotas de Bogotá que va a cumplir 87 años. Estas organizaciones se encuentran agrupadas en la Unión sindical de lustradores de calzado y en la Fundación de limpiabotas.

En 1952 el gobierno local le entregó a la Sociedad de Limpiabotas, la “Casa del gremio de lustrabotas” la cual está ubicada en el barrio Panamericano. En esta sede, que cuenta con teatro, realizan diferentes actividades administrativas y recreativas. Para el mantenimiento de la casa, suelen alquilarla a programadoras de televisión para grabar novelas, películas y mensajes publicitarios. Además, tienen arrendadas algunas bodegas.

Asimismo, el gremio recibe el apoyo del Banco de alimentos, en donde pueden comprar mensualmente mercados por cincuenta mil pesos. También cuentan con algunas bóvedas en el cementerio Central y en el del Sur, para enterrar a los socios que fallezcan.

En la actualidad no existe una cifra exacta sobre cuántos lustrabotas hay en Bogotá, porque muchos de ellos no pertenecen a ninguna asociación.

“El Instituto para la economía social (IPES) hace 5 años tenía registrado 524 lustrabotas. Sin embargo, esta cifra ha podido cambiar porque algunos han muerto, otros se encuentran enfermos y otros se han retirado del oficio por la edad. En agosto vamos a realizar el Tercer encuentro de lustrabotas, el cual va a estar patrocinado por el IPES y en donde se piensa carnetizarnos”, señala Amézquita.

Mientras tanto estos sociables personajes seguirán con sus habilidosas manos sacándole brillo al calzado de algunos ciudadanos, que aún mantiene la costumbre de “mandarse a embolar”, en una ruidosa y agresiva ciudad, que con el “progreso” va acabando con los pocos oficios antiguos que se niegan a desparecer.

Lustrabotas en Bogotá

Lustrabotas notables y de película

A algunos personajes famosos la vida los llevó a dedicarse a este oficio, como el musico y compositor británico Ozzy Osbourne, quien fue el cantante de la banda de heavy metal Black Sabbath.

Otro cantante que pasó por este trabajo fue el estadounidense James Brown, apodado “El padrino del Soul”. Brown fue considerado por la revista Rolling Stone como el cantante número 7 de su listado de “Los 100 grandes artistas de todos los tiempos”.

También, “Pelé”, uno de los mejores jugadores de la historia del futbol y quien falleció el año pasado, tuvo que lustrar zapatos cuando era un niño para ayudar a su familia que vivía en la pobreza. Asimismo, su compatriota y actual presidente de Brasil, Luis Ignacio Lula da Silva. Además del ex mandatario peruano Alejandro Toledo.

No podemos olvidar a Luis Eduardo Días, más conocido como Lucho “El embolador”, quien llegó al Concejo de Bogotá. Lucho se convirtió en un personaje famoso en el país, por la forma de hacer política y por su manera de ser. Mucha gente veía en él a Heriberto de La calle el personaje creado por Jaime Garzón.

Este noble oficio también ha quedado registrado en películas tan representativas del neorrealismo italiano, como Sciuscià (El limpiabotas), una cinta de 1946 del director Vittorio De Sica.

Por nuestro continente en la cinta “El bolero de Raquel” de 1957, protagonizada por el popular Mario Moreno Cantinflas, quien hace el papel de un bolero (como llaman al lustrabotas en México).

También hay otras dos películas filmadas en Bolivia que tocan el tema de estos personajes: “Averno”: el lustrabotas Tupah en la ciudad de las maravillas” y “Pacha: Un viaje con pasos de niño”, dirigida por el mexicano Hernán Ferreiro.

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