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"Es espíritu vive en ese espacio donde habita el misterio": Camila Rodríguez

Esta es una entrevista con Camila Rodríguez Triana, directora de ‘El canto del Auricanturi’, la película colombiana que ya se encuentra en las salas de cine del país.
Camila Rodríguez Triana, directora de ‘El canto del Auricanturi’
Colprensa.
Colprensa

Rocío regresa a su pueblo natal para reencontrarse con su madre Alba, de quien se separó cuando era una niña, pero Alba ha dejado de hablar como consecuencia de la guerra, lo que obliga a Rocío a buscar otras maneras de comunicarse con ella para contarle que está embarazada. Una historia íntima de amor maternal que se desarrolla en medio de un pueblo espectral que vive en un ambiente de tensión y zozobra. Una guerra que amenaza con volver, mientras Alba y Rocío se esfuerzan por reparar el dolor para alumbrar un nuevo nacimiento.

Se trata de ‘El canto del Auricanturi’, la película colombiana de la directora Camila Rodríguez Triana, que ya se encuentra en las salas de cine del país.

Su realizadora, Rodríguez Triana, habla sobre el recorrido que la llevó a realizar esta película y la búsqueda que aún continúa.

‘El canto del Auricanturi’

Detrás del canto, ¿cómo describir la película?

Para mí la palabra es la resiliencia. La elección de la vida aun ante la violencia y el dolor. La generosidad que impulsa a estas dos mujeres a ejecutar actos de reparación a pesar de su dolor y su trauma.

  • La desarticulación familiar también es parte de esta historia de dos mujeres víctimas de la violencia, hablemos de estos dos personajes… sus motivaciones, que parecen siempre estar enmarcadas en el amor.

Alba no puede hablar como parte del trauma y el dolor que le dejó la violencia. Su rostro, su cuerpo, sus movimientos, su silencio nos hablan de eso que le sucedió. Aun así, ella decide dedicar sus días a actos de reparación: ha reparado todos los objetos rotos de su casa, repara las ropas que encuentra en los huecos que hace en el bosque, cuida de un huevo y con ese huevo cuida de la promesa de una vida que está por nacer.

Rocío regresa a ese pueblo para reencontrarse con su madre. Está embarazada y se siente sola. Ella se esfuerza por reconstruir la relación con su madre, por encontrar una forma de volver a comunicarse con ella, por comprenderla y en ese encuentro va descubriendo que ellas dos nunca dejaron de estar comunicadas, que su lazo ha sido más grande que la violencia, el dolor y el silencio. Su madre es ese pasado que ella quiere sanar y su hijo es la promesa de una nueva vida que nace.

‘El canto del Auricanturi’

El silencio de la madre ‘le habla’ muy fuerte al espectador ¿Cómo lo logra?

Yo tengo un interés por la comunicación no verbal. Me interesa mucho lo que comunica el cuerpo, en sus posturas, en su ritmo, en sus gestos, en la relación con otro cuerpo, con los objetos y el espacio. Es algo que he trabajado hace varios años.

Todos los personajes los trabajo siempre en un gran porcentaje, desde esa comunicación no verbal, en la relación con lo que pueden decir y con lo que no pueden decir en palabras. Para mí es muy importante eso que no se dice y la manera en que eso se revela. En eso que no se dice está el misterio, que es algo por lo que yo siento mucha fascinación. Para mí el espíritu vive en ese espacio donde habita el misterio y en la relación de complementariedad de los opuestos. Esto es algo que está presente en todo mi trabajo.  

En el caso de Alba, era un personaje que había renunciado a la palabra y eso centraba toda la expresión de su interior y su historia en lo que reflejaba su cuerpo, su rostro, su ropa, su casa. El cuerpo de Alba, sus ropas y su casa nos están diciendo lo que ella no dice, nos está contando lo que le ocurrió, el dolor que lleva, y su resiliencia. El trabajo con Alba se concentró en la creación de memorias, de emociones y de cómo esas memorias moldeaban su cuerpo, sus ropas, su casa.  

Sobre el reparto, ¿Cómo llegan estas actrices a convertirse en ‘Alba’ y ‘Rocío’? ¿Qué nos puede decir de ellas?

Yo siempre tuve claro que quería que la mayoría de los actores fueran personas que habitaran el territorio donde íbamos a trabajar. Me interesaba que los cuerpos fueran hablantes de ese territorio y de su historia.

El territorio, el clima, las personas que nos rodean, nuestros hábitos, nuestras emociones moldean nuestros cuerpos. Entonces nuestra búsqueda se concentró en ese territorio y la selección de los actores estuvo muy centrada en que sus cuerpos ya comunicaran algo de cada uno de los personajes; que en sus cuerpos yo pudiera ver las historias de los personajes, sus ancestros. Cuando eso ocurría hacíamos unos ejercicios de actuación con el objetivo de sentir su sensibilidad, su apertura emocional e identificar dónde tenía que concentrarse el trabajo con cada uno de ellos.

‘El canto del Auricanturi’

En el caso de Alba la expresión de su rostro fue muy importante. Su expresión combinaba la ternura con el dolor de una manera muy fuerte. En un ejercicio de actuación yo me di cuenta de que ella tenía memoria de lo que significa la separación de una hija; ella lo había vivido y su cuerpo podía entender las emociones que esa separación deja. Además, Celina (Alba) es una mujer muy sensible y generosa y esas dos cualidades son indispensables en el trabajo actoral.

El caso de Natalia (Rocío) fue distinto. Rocío creció en la ciudad; de niña tuvo que dejar su pueblo como consecuencia de la violencia. Por esto buscamos a Rocío en la ciudad; buscamos un cuerpo que estuviera marcado por las dinámicas de la ciudad, pero que en sus facciones se pudiera sentir ese territorio ancestral del que venía. Esa coexistencia de la ciudad y lo ancestral en el cuerpo fue lo que me llevó a elegir a Natalia. Después fue muy enriquecedor trabajar con el conocimiento y la experiencia actoral de Natalia.

¿Qué representan esas pertenencias que ‘regresan’?

Para mí las ropas que Alba encuentra en los huecos del bosque, las sogas en los árboles, los objetos que salen del lago son los rastros que quedaron en la tierra de lo que allí sucedió. La tierra es testigo, guarda la historia y no soporta más. La tierra grita, arrojando esos objetos violentados a la superficie del lago y dejando al descubierto esas ropas. La tierra es testigo hablante que revela la verdad de lo sucedido. Esa verdad es la condena de quienes ejercieron la violencia en ese territorio, por eso los vemos todo el tiempo intentando ocultar lo sucedido; ellos son presos de sus acciones, de su violencia, de su pasado.

Ellos están condenados por sus propios actos a tener que ocultar y volver a ocultar; son presos de su propia violencia. Esa violencia es su castigo.

Las locaciones mismas transmiten dolor, angustia y abandono… ¿Dónde se rodó la película y cuánto tiempo tomó?

Nosotros recorrimos parte de Cundinamarca, Boyacá y parte de Nariño buscando la locación de la película. Buscábamos un pueblo pequeño, de clima frío, con niebla, que tuviera la sensación de haberse quedado detenido en el tiempo: calles de tierra, casas con texturas de humedad, con pintura descascarada, texturas de tierra, rodeado de bosques y montañas.

Teníamos la claridad que en esta película los espacios eran testigos de la historia acontecida en ellos y en ese sentido se volvían personajes de la película.

‘El canto del Auricanturi’

En esos recorridos nos encontramos con un pueblo de Nariño llamado Santander. Un pueblo que transmitía ese misterio, esa sensación de tiempo transcurrido. Desde que llegamos a este pueblo supimos que era el pueblo de la película. Después, en el proceso de estar allí y trabajar con sus habitantes, descubrimos que en el pasado este pueblo había vivido la violencia, que estaba marcado por esa violencia y que sus habitantes conocían el dolor y el miedo que esa violencia dejaba.

El rodaje duró cuatro semanas, pero el proceso de trabajo con los actores y la preproducción en general fue de alrededor de un mes y medio.

-El trabajo de arte es avasallador porque nos narra desde los objetos toda una historia de años de violencia, ¿Quién lo hizo y cómo fueron sus directrices para llegar a esto?

La idea del diseño de arte de esta película estuvo planteada desde el guion. En la casa de Alba hay varios objetos que son obras precedentes mías que fueron reproducidas para la película, como por ejemplo el móvil de tapas moradas del cuarto de Rocío, la mesa del comedor que está rota y remendada con bejuco, el nido que construye Alba en su cuarto con las ropas que encuentra en los huecos del bosque, con ramas de árboles y bejuco.

Mi obra en general es recurrente en la idea de la reparación y el universo que yo he construido durante varios años en mi trabajo se llevó a esta película. Yo quería que los objetos de la casa de Alba hablaran de lo que ocurrió allí, pero también de la reparación. Esta reproducción de objetos de mi obra precedente la hizo Adrien Chauvin Picard que es una persona que trabaja constantemente conmigo en mi obra. A partir de esta idea de reparación a través del hilo, a través del tejido, del bejuco, que es una raíz que está en mi obra, se fue construyendo el universo de Alba desde el guion.


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Después, en compañía de la diseñadora de producción Angela Leyton y de la vestuarista Diana Oliva, fuimos encontrando la paleta de colores, trabajando las texturas, las telas y, con sus propuestas, se fue nutriendo el universo artístico de la película.

‘El canto del Auricanturi’

En esta película las protagonistas, además de Rocío y Alba, son el gran grupo de mujeres que la acompañaron detrás de cámaras ¿Qué significa esto para usted?

Yo quería que esta historia de dos mujeres inmensamente generosas y valientes fuera contada desde la sensibilidad femenina, desde las mujeres. Es por esto por lo que, en su mayoría, las personas que construyeron este universo conmigo son mujeres talentosas, sensibles, por quienes yo siento mucha admiración. Todas ellas nutrieron este universo con su sensibilidad, con las lecturas que hicieron del guion, de mi trabajo y con sus propuestas. Fue un trabajo de exploración, de diálogo, de creación que hicimos juntas, muy enriquecedor para mí.

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