En el corazón del Resguardo Indígena El Gran Mallama, en el suroccidente de Nariño, el sol no solo ilumina. Hoy, el Taita Sol se honra, se canta, se danza y se agradece. Es 21 de junio, y con la fuerza de los pueblos Pastos y Quillacingas, se celebra el Inti Raymi, una de las ceremonias más antiguas y sagradas del calendario espiritual andino.
Entre el murmullo del viento y el aroma de la tierra mojada, se encendió el fuego ceremonial. La comunidad se congregó en círculo, y con ofrendas de maíz, flores y chicha, se elevó una plegaria a la Pachamama, la Madre Tierra.
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El ritual fue guiado por sabedores ancestrales, pero uno de los momentos más esperados fue la presentación de los Danzantes de Males de Córdoba. Con sus trajes coloridos, máscaras y pasos ceremoniales, ofrecieron una danza profunda de agradecimiento, un gesto simbólico que une generaciones y renueva el pacto espiritual con la tierra que los sustenta.
El taitico Danzarín, un perosonake tradicional de los Danzantes de Males afirmó: “Danzamos por nuestros abuelos, por nuestras semillas, por los que vendrán. El Inti Raymi es fuerza, es raíz, es identidad”.
Esta fiesta no es solo un acto cultural: es resistencia viva, es territorio que habla. En cada canto, en cada zapateo, en cada palabra que se pronunció, se tejió la memoria de un pueblo que, desde el sur, sigue mirando al sol con dignidad y esperanza.
