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La partería, una tradición que en Tumaco nace de las entrañas del hogar

Desde hace más de tres siglos, este oficio se práctica por hombres y mujeres que residen en más de 80 apartadas veredas de la costa pacífica nariñense.
La partería, una tradición que en Tumaco nace de las entrañas del hogar
Juan Miguel Narváez Eraso.
Juan Miguel Narváez Erazo

La limitada accesibilidad a los servicios de salud en apartadas veredas de las subregiones del Sanquinaga, del Telembí y del Pacífico sur, hace que la mayoría de mujeres rurales no acceda a los controles que requieren durante y después del embarazo. Por fortuna los conocimientos ancestrales de los hombres y mujeres que en aquellas zonas se dedican a la partería han sido vitales para ayudarlas durante el alumbramiento de sus criaturas.

“Esta es una práctica familiar que en mi hogar ha trascendido de generación en generación. El gusto por la partería lo llevo desde que estaba en la barriga de mi madre, pues 11 años después de que nací; empecé a ayudar a mi tía a preparar los elementos necesarios para atender a las mujeres que iban a dar a luz”, expresa Teresa Velásquez, presidenta de la Asociación de Parteras Nariñenses Asocigüeña de Tumaco.

Incluso trajo a su mente aquellos momentos en que a esa edad ayudó a su mamá Marcirene Casierra a parir a su hermano Carlos Vásquez quien actualmente vive en Ecuador. 

“Es más, tengo tantas experiencias que contar que la que más me gusta es la que tiene que ver con mi papá Lorenzo Velásquez quien también fue partero. Él, trabajó de la mano con mi tía Teresa en la atención de las tumaqueñas que en aquel entonces iban a tener a sus bebés o moritos”, dice Teresa, quien en el barrio Primavera es cariñosamente conocida como ‘Mamá Tere’, por su amor a las embarazadas y a sus criaturas. 

Mientras revisa tres deteriorados cuadernos de 100 hojas cada uno en los que aparecen registrados los nombres de las más de 1.000 madres afrodescendientes e indígenas que desde 1960 hasta el año 2000 su padre Manuel de Jesús Vásquez y su tía Teresa atendieron en las veredas aledañas a los ríos Mexicano, Mira, Patía, Caunapi, Rosario, Chagüí y Tablones, confía en que las aprendices que la siguen traspasen sus conocimientos relacionados con la partería.    

“Mi tía quien en los partos también acudía a las oraciones para que todo saliera bien, falleció a los 75 años de edad y cinco años después, es decir a los 80 años murió mi padre. Durante el tiempo que los acompañé aprendí muchas cosas sobre la partería, incluso secretos para acomodar desde el vientre a los bebés que están en mala posición”, dice.   

Aunque sus conocimientos tienen como base la experiencia, asegura que los saberes de las parteras, parteros y aprendices los complementan con las capacitaciones que suelen recibir de diferentes especialistas de la salud. 

“De los más de 300 niños y niñas que he ayudado a nacer, varios de ellos son profesionales y cuando me los encuentro en la calle me saludan, me abrazan y me dicen que alegría volver a verla mamá Tere. Esas palabras me llenan de mucha satisfacción, porque ellos al igual que yo los llevo en mi mente”, manifiesta.

Su asociación cuenta con más de 400 parteras tradicionales quienes en Tumaco y en la zona del Sanquianga entre otras regiones del departamento de Nariño, tienen como objetivo preservar esta tradición que en el año 2023 la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura Unesco, la declaró en Colombia y en otros países del mundo como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

"Satisfacciones sociales”
Matilde Castillo es otra matrona quien hace más de 40 años, en la vereda San José del Guayabo tuvo la oportunidad de atender el parto de 15 madres allegadas a su familia, tradición que según ella le ha dejado muchas satisfacciones personales y sociales.  

“Siento una felicidad indescriptible cada vez que recibo en mis brazos a una nueva criatura. Durante el tiempo que llevo como partera, creo que son más de 30 bebés los que he tenido la oportunidad de arrullar y ponerlos en el pecho de sus madres”, dice. 

Aunque no está determinado el tiempo que puede tardar una mujer en parir, asegura que todo depende de la fuerza de cada embarazada. Es decir que el trabajo de parto puede durar entre 10 y 15 minutos.

“Conozco mamitas que una vez rompen la fuente, el niño nace rapidito y sin complicaciones. En cambio, hay otras que se ponen nerviosas y eso hace que se tarde la venida del bebé”, argumenta. 

Conservan la memoria cultural
“En el municipio de La Tola, la partería es una tradición familiar que tiene sus raíces en los hogares. Estoy muy convencida de eso, porque desde los 17 años de edad soy matrona y entre mi madre y mis abuelas maternas y paternas hemos atendido más de 800 partos”, expresa Ana Julia Hurtado, otra "cujapa" de la región, quien a sus 80 años, trasmite los conocimientos de la partería a las jóvenes rurales.    

En su adolescencia aprendió de su madre María del Carmen Cuenú Solís y de sus abuelas maternas y paternas; Juana María Hurtado Cuenú y Brigida Bravo sobre como estimular a los bebés desde el vientre. 

“De ellas, soy su semilla porque llevo en mi corazón todos los saberes que me impartieron para ser una buena matrona. Yo nací en los brazos de mis abuelos y el conocimiento se adquiere desde el vientre”, argumenta.

Sus primeros pasos como partera los dio cuando tenía 17 años de edad, época en la que junto a su madre caminó largas distancias para ayudar a parir a aquellas mujeres que en sus humildes casas de paredes de madera necesitaban de su ayuda.   

“Si bien es cierto jamás llevamos registros de cuantos niños y niñas hemos ayudado a nacer, considero que entre mi abuela, mi madre y yo, atendimos por los menos 600 partos. Nuestro oficio no tiene horario, ni fecha en el calendario pues hay noches en las que atendemos hasta dos mujeres”, indica.  

En el 2023 Ana Julia atendió tres partos y cada vez que pasa por la casa de aquellas madres, les insiste a las progenitoras en que es urgente traspasar los conocimientos de la partería, porque muchas matronas que superan los 80 años de edad han fallecido y con su partida se ha perdido parte de un gran legado social y cultural de los pueblos afrodescendientes de la costa pacífica nariñense. 
 

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