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El Tapir: la narrativa de la danza ancestral

En las malocas de los pueblos ancestrales de Mitú, las familias danzan ritmos distintos según la época del año.
Daniel Santa

“Esta es la selva. La selva ustedes la comienzan a tocar desde aquí. Me preguntan a mí: ‘¿Usted quién es?’. Y yo digo: ‘Yo soy un indígena cubeo, del pueblo Cubeo, con mi habla, con pensamientos… esa es la parte diferencial. Usted y yo. Porque yo me alimento de lo mío y vivo con lo que me da la selva y lo que me da la tierra, y sobre ella canto, danzo, hago artesanías, figuras, pinturas… todo eso tiene un significado”.

Esta es la voz de Luis Enrique Llanos, artesano del pueblo Cubeo del Vaupés, una voz que nos recuerda a los blancos que, a diferencia de las ciudades, en la selva, toda expresión de lo sublime (un canto, una danza, una vasija de barro), tiene un porqué. Y ese porqué atraviesa la cotidianidad; las ceremonias de celebración, el mambe, el yopo, las danzas, el fuego, no son artilugios raros que salen a flote pocas veces al año, sino que sazonan la realidad total y diaria de la vida en la Amazonía.


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Por eso, en las malocas de los pueblos ancestrales de Mitú, las familias danzan ritmos distintos según la época del año. Por ejemplo, en el Clan Tatuyo, la música hace parte de todas las celebraciones y encuentros: los danzadores representan, con sonidos distintos, la fertilidad de la tierra, las enfermedades, la visita de los espíritus.

“Porque la vivencia de esto, de las danzas, de la comida, de la naturaleza, el contacto con las plantas, con los animales, con los seres invisibles, hace que nosotros vivamos tranquilos. Usted aquí encuentra la tranquilidad, la paz; total tranquilidad. Y la naturaleza se encarga de darle a usted todo lo que usted necesita”, relata Nelson Cándido Muñoz, danzador de la maloca Jericó.

Las danzas del Clan Tatuyo tienen variaciones, como variaciones tiene la intensidad de las músicas que las acompañan. Al interior de la maloca, cada espacio está cargado de simbología y sentido. Las mujeres saben en qué momento unirse a la danza; los músicos saben qué melodía entonar dependiendo del tiempo de reunión. Hay comida, palabra, sabiduría. Este es un paisaje sonoro sobre la narrativa de la danza ancestral del Clan Tatuyo.

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