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“Tejer, el legado de memoria y resistencia que me dejan las ‘abues’”: María Granados

Para la joven artista, el oficio que heredó de las abuelas se convierte en un catalizador de emociones y reivindicador de convicciones.
María Granados, artesana
Fotos: María Granados
Yaneth Jiménez Mayorga

“Mi papá nos abandonó siendo mi hermana y yo muy pequeñas, por lo que mi mamá nos dejaba al cuidado de la abuela mientras ella salía a trabajar, tiempo durante el cual la ‘abue’ María Elisa nos enseñaba a tejer. Recuerdo que ella elaboraba sacos, pero a nosotras nos enseñaba a tejer una especie de balacas, que a mí me encantaban. Me parecía mágico que uno pudiera crear algo tan bonito. Un legado que también heredamos de la bisabuela Blanca, la mamá de mi abuelito, que manejaba la técnica frivolidad, similar al macramé, pero que ya casi no se usa”, recuerda María Granados, joven artesana de la tejeduría. 

Pasaron los años, y María de las Montañas (su nombre artístico) creció manejando hábilmente las agujas y el hilo, aprendiendo crochet, macramé y otras técnicas, al tiempo que incursionaba académicamente en el campo de la música y el yoga. Así obtuvo su título como profesional en música con énfasis en música occidental y europea, mientras se desempeñaba también como profesora de yoga. 

Mochila

“En un momento de mi carrera, empecé a interesarme por lo tradicional colombiano. Me fui involucrando con las músicas de nuestro caribe, un ejercicio que me llevó a cuestionarme qué era eso tradicional que había en mí. Hice una introspección profunda y me di cuenta que ese tejido que había aprendido de las abuelas, era lo más auténtico, y volví. Me conecté de nuevo con el oficio. Desde entonces no he dejado de tejer, incluso a veces con la abuela, que a pesar de no estar físicamente en las mejores condiciones sigue elaborando algunas piezas, como los patincitos para el bebé que espera mi hermana”, comenta la polifacética artista.  
 


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Telar

En su trasegar profesional como investigadora musical, llegó a San Jacinto (Bolívar), “la tierra de la hamaca grande”, municipio conocido por su gran vocación artesana, donde el oficio del telar la flechó. Esto la motivó a buscar a la maestra Olivia Carmona, uno de los máximos referentes nacionales de la tejeduría, para que le enseñara nuevas técnicas para elaborar, entre otros, cinturones y chumbres, esos implementos que usan los indígenas para abrigar el útero de la mujer. 

“Me impresionó ver cómo en todas las casas de las artesanas del pueblo instalan amplios telares verticales para tejer las hamacas con hilazas de algodón, que tiñen con tintes vegetales, como es tradición, y cómo entre todas se apoyan en su trabajo. A mí, por ejemplo, desde la más joven hasta las experimentadas matronas, entre ellas, integrantes de la familia del músico y maestro Juan Chuchita, me dedicaron en el perfeccionamiento de otros elementos como los que hacen parte del vestuario de los músicos tradicionales de la región, como la mochila y las correas para los tambores”, señala María. 
 


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Comunidad, memoria, resistencia 

La tejeduría, resalta María, le ha permitido descubrir cómo a través de ella se gesta comunidad, cómo se plasma la memoria y cómo se puede hacer resistencia en un mundo capitalista.  

“Gracias a la tienda de tejidos que abrí un tiempo después, empecé a hacer amigas, las clientas se animaron también aprender el oficio, a ser partícipes de cada proceso creativo, otras a enseñarme (una de ellas me enseñó, por ejemplo, a hacer la faja de las mochilas arhuacas); encuentros que me dieron la idea de crear un círculo de mujeres tejedoras, un espacio que nos permitiera recuperar espacios para conversar, para compartir la creatividad, para intercambiar conocimiento a través de ese entretejer la palabra, en un ambiente seguro y sanador para las mujeres”, cuenta María. 

Un círculo que aunque actualmente no se realiza, permitió juntar mujeres mayores, jóvenes, mamás, solteras, abuelas, en un diálogo intergeneracional inspirador, que servirá para abrirlo nuevamente y seguir dejando huella, mientras tanto con su emprendimiento ‘Tejedora del monte’, María le apuesta a seguir creando objetos, a aprender nuevas técnicas, pero sobre todo a seguir construyendo memoria de país. 

María Granados

Para mi, agrega, “es mágico cómo se puede materializar en un objeto de lo que pasa en la comunidad, cómo a través de ellos se guardan y preservan saberes, cómo se hace memoria, cómo a través del tejido podemos construir una hermandad, cómo podemos fortalecer lo femenino, lo familiar”. 

Y cómo se resiste, resalta. “La resistencia para mi, no es solo marchar, esta la ejerzo a través, por ejemplo, de esa producción lenta que realizo, contraria a todo ese ‘boom’ del ‘fast fashion’ y a esas dinámicas capitalistas en las que la gente se acostumbra a comprar cosas rápidas, baratas y donde decirle a alguien que, por ejemplo, la elaboración de un saco puede tardar tres meses y cuyo valor puede ser un poco más alto, no es fácil de entender”, dice.   
 


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Dentro de sus proyectos está seguir creciendo en la música y en el tejido, conformar una red de mujeres empoderadas y valientes, consolidar su emprendimiento, aprender a manejar la máquina manual que recientemente le regaló la ‘abue’, hacer, por qué no, su propia hamaca, así como hacer del arte de tejer, un vehículo sanador de heridas femeninas. Una metáfora de que el ser humano, y en especial, las mujeres, siempre tienen y tendrán la capacidad de remendar y reparar. 

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