Floresta de orquídeas: Santander y su identidad musical contemporánea
En los últimos diez a quince años Bucaramanga se ha convertido en el epicentro de la movida cultural y artística del nororiente colombiano, con el florecimiento de una red sustentada por una variedad de creativos, gestores, emprendedores y público curioso.
La ciudad cuenta actualmente con las primeras evidencias de una comunidad con la posibilidad de influenciar de manera positiva y a largo plazo la economía local; esto es especialmente palpable en el sector de la música independiente, cuyos agentes han contribuido de manera paulatina a la aparición de un frágil pero vibrante ecosistema.
El crecimiento ha sido impulsado por el espíritu creativo y la pasión de artistas locales, al mismo tiempo que su desarrollo ha estado marcado por la fundación y el fenecimiento de distintos escenarios para la circulación de proyectos musicales. Desde bares de autor hasta festivales al aire libre, pasando por teatros de naturaleza mixta, la escena musical santandereana se ha congregado alrededor de estos lugares en busca de espacios dónde solidificar una relación que permita un intercambio duradero entre el público y la comunidad polifónica de la ciudad.
Esta relación se ha caracterizado por ser fugaz y multifacética. Sin desconocer el pasado, sus lugares y su gente, sino haciendo uso de los ejemplos a la mano de las experiencias vividas por la autora como habitante de Bucaramanga, es necesario mencionar que del año 2010, al 2013, coexistieron principalmente dos espacios para la circulación de artistas musicales, cada uno con sus propias dinámicas.
Por un lado, con una propuesta enfocada en la música y el diseño local y apuntando a la asistencia masiva de público, se daba el Festival LEA, en la Finca El Cortijo, organizado por el Colectivoostal. Así mismo, tras la sombra del abandonado Club El Profesionales se gestaba una relación entre Juan Pablo Villamizar, dueño de Dixie, un bar con un ambiente acogedor y una pequeña tarima, y los músicos locales.
De una manera orgánica y como respuesta a los pocos espacios para la música en vivo independiente en la ciudad, ese lugar pasó de ser un tranquilo establecimiento dedicado exclusivamente al jazz a convertirse en la caldera y lugar de apogeo de la comunidad musical durante la primera mitad de la década de los años 2010.
Presentaciones en Dixie de bandas como Velandia y la Tigra, Tres y yo, Mr. Clean y Los Annovas, empezaron a arrojar una luz sobre una colectividad de músicos que le apostaban a la creatividad, las canciones propias y las sonoridades que usaban el rock como un ancla, pero que al mismo tiempo se daban la libertad de explorar otros géneros musicales y dejarlos influenciar sus composiciones.
Así mismo, las y los parroquianos de Dixie más que alentar a sus amigos y familiares a perseguir un sueño, empezaron a forjar relaciones con las agrupaciones locales, que entregaban sus canciones como una forma de decodificar las vivencias del departamento y su relato frente al arte.
La emergencia cada vez más visible de una comunidad artística y un público asociado a la misma, llevó en los siguientes años a la aparición de nuevos escenarios culturales en los que la música bumanguesa fue ganando un espacio, toda vez que no solo crecieron nuevos proyectos con distintas propuestas y sonidos, sino que surgieron otro tipo de agentes asociados a la cadena de valor de la música como managers, programadores, técnicos, comunicadores y otros más.
Recapitulando, se entretejen momentos claves para este ecosistema en el Festival de los Planetas, Opus 27, BPM, el Teatro Corfescu, Bonobo y Matamba, por nombrar algunos. Allí se daban, de manera autogestionada, conciertos de artistas como la Natural Family Crew, Pterodáktiloz, María Cristina Plata, Ballenas de Bolsillo, Gallo Fino, (un) Buen Plon (En El) Paraíso Varicela, Ahtu y los Animales Sueltos, La Churumband, Protopost y muchísimos más.
Además, los agentes contaban allí con espacios seguros para dialogar sus ideas y discurrir sobre el estado actual del sector. Como suele suceder, pocos de los diferentes escenarios mencionados continúan en pie debido a una amalgama de factores como la falta de un crecimiento equitativo del sector artístico y cultural de la ciudad, la incapacidad de algunos venues de articularse con la escena musical y mantener una política de puertas abiertas, la inexistencia de programas gubernamentales de apoyo que no estén condicionadas al cumplimiento de métricas y un cubrimiento mediático poco efectivo por parte de la prensa regional, entre otras razones.
No obstante, el principal problema es uno que persiste debido a la incapacidad que tiene la región santandereana de cuantificar el valor artístico de los productos culturales propios y a una desconexión latente entre economía y arte. Esto se traduce en la reticencia a reconocer los quehaceres artísticos como trabajos dignos, que más allá de ser percibidos como importantes para la sociedad, deben ser remunerados de manera acorde.
Es en medio de dichas circunstancias que, aprendiendo de errores pasados y aplicando modelos actuales de gestión cultural, en los últimos cinco años han surgido en Santander tanto nuevos proyectos musicales como escenarios para la circulación de dichas propuestas. Igualmente, algunos artistas y entidades han encontrado una revitalización a partir de distintos procesos de transformación y búsqueda de nuevos públicos y sonoridades.
Una de las piedras angulares de este periodo álgido para la música santandereana es la fundación de Municipal - Música Viva, sala de conciertos ubicada en el corazón comercial de la capital de Santander, la cual se ha convertido en un baluarte de la escena independiente de la ciudad, permitiendo la confluencia de todo tipo de agentes culturales y disciplinas artísticas que se practican en el departamento.
Además de la realización de más de 800 eventos desde el año 2018 a la fecha, con la participación de proyectos locales, nacionales e internacionales, uno de los logros más significativos de Municipal ha sido la producción discográfica de la compilación “Fuego en la 33”, lanzada en medio de la pandemia en el mes de noviembre del año 2020. Este disco, producto de un reconocimiento dado por el Ministerio de Cultura al venue, se caracteriza por explorar distintos géneros musicales de artistas regionales y acotar la corriente de las “nuevas músicas santandereanas.”
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Este término se usa para abarcar un fenómeno musical que contiene un proceso artístico que reinterpreta y reformula la identidad musical de la región. Estas nuevas músicas no se limitan a la repetición de estilos tradicionales, sino que son un reflejo de la diversidad cultural contemporánea del territorio, abrazando influencias de diversos géneros musicales que han enriquecido la paleta sonora del departamento.
Artistas como Enkelé, Las Avispas Africanas, Monte, NOH-ES, El Nido, Edson Velandia, Jaison Neutra, Cordillera y Na Morales son algunos de los destacados representantes de esta nueva ola musical santandereana. Sus propuestas trascienden las fronteras de los géneros tradicionales, fusionando elementos propios de la riqueza musical expandida del departamento. En estas composiciones, es posible escuchar el eco de ritmos autóctonos como el bambuco, el pasillo y el torbellino, entrelazados con la energía de la cumbia, los bailes cantados, el rock, el hip-hop, las músicas afrocolombianas y hasta el jazz.
Este proceso de reinvención musical no solo ha llevado a una mayor diversidad sonora, sino que también ha generado un enriquecimiento cultural significativo para la región. Las nuevas músicas santandereanas se convierten así en un medio para explorar y dar a conocer la identidad de una comunidad que recuerda sus raíces, pero que también mira al futuro con una mentalidad abierta y creativa.
Aunque se quieran resaltar cuatro de estas agrupaciones, no se considera que estos sean más sobresalientes que otros, sino que su escogencia obedece a la manera en la cual resuenan con la autora y a la diversidad de sonidos que habitan este territorio. Aquí van:
El Nido
La punta de lanza del Hip-Hop santandereano es, indiscutiblemente, El Nido; integrado por Alman Lenid, Sike Damodar, Repz Bar$ y DJ Peche.
Este colectivo de Floridablanca cuenta con un formato de tres MCs y un DJ que comparten una personalidad inspirada en el relajo del sonido neoyorkino, en las que tanto beat como raperos demuestran un amplio control de la cadencia y el flow.
Sus canciones se sienten como una invitación a pertenecer a una familia, aunque cada una tiene una personalidad singular. El Nido es una agrupación que desde la independencia ha logrado conectarse con la ciudad de una manera diferente, decodificando sus gentes y sus calles a partir de ganchos certeros y beats gordos.
'Días Mejores' - El Nido
Enkelé
Enkelé es una agrupación femenina de voces y tambores. Nacidas en Gamarra, Cesar, y radicadas en Bucaramanga, este proyecto fomenta y difunde el acervo cultural de los bailes cantados, la herencia del mestizaje y la diáspora africana en América Latina, la región Caribe y riberas del Magdalena Medio. Su música se enmarca en los sonidos tradicionales del bullerengue, la tambora, el chandé y la flauta de millo, entre otros.
Su música, además, le canta desde la tradición a los nuevos roles femeninos en la sociedad.
'Repica el Tambó' - Enkelé Voces y Tambores
Na Morales
El trabajo de esta artista nacida y radicada en Barrancabermeja se ha ocupado, desde hace más de diez años, en explorar las distintas sonoridades y tradiciones de las músicas latinoamericanas, entre ellas la cumbia.
Actualmente, es una de las artistas de la región con mayor proyección profesional, conformando un formato de banda en vivo que busca reavivar el poderío de las grandes orquestas lideradas por figuras femeninas.
'Ancho Río' - Na Morales, Calle Candela
Monte
Agrupación bumanguesa liderada por el músico y gestor bumangués Doménico Di Marco, que aprovecha el formato clásico de dos guitarras, voces, bajo y batería para imprimirle potencia a una propuesta que toma influencias de los sonidos Africanos y Afrolatinos pasados por el filtro de la Psicodelia y el Rock.
Acompañado de Carlos Ulloa en el bajo, Edo Jímenez en la batería, Jose Ocampo en la percusión y Chepe de Castro en la guitarra, Monte le canta a través de Di Marco a la belleza, al horror y al inevitable paso del tiempo.
'El Cambiaformas' - Monte y Cristian Piedrahita
Aunque se quedan muchos por fuera, es importante mencionar que cada banda y artista involucrado en este proceso de evolución musical trae consigo una historia única, fusionando sus experiencias personales y trayectorias musicales para crear una propuesta original y vanguardista.
Desde las letras que retratan la realidad local hasta la instrumentación que destaca los sonidos autóctonos, cada detalle juega un papel crucial en la creación de esta identidad musical en constante transformación.
Es interesante especular acerca de las futuras propuestas que vienen a la escena musical independiente de Santander, especialmente cuando se tiene en cuenta la fuerza que está tomando la música electrónica en el territorio. Es posible que esta semilla que efervece y genera adeptos en la escena underground de la ciudad sea la que permita una solidificación del ecosistema musical regional y ponga nuevamente los ojos del país sobre esta floresta de orquídeas que lleva tantos años cultivándose.