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La segunda vida de ‘El justiciero cha cha cha’, un tributo iberoamericano a Os Mutantes

El disco que rinde homenaje al popular trío brasileño llega, luego de más de 10 años, a las plataformas digitales.

Por: Luis Daniel Vega

La supresión de las libertades democráticas, la censura y el asfixiante clima autoritario fueron el caldo de cultivo para que en Brasil, a mediados de los sesenta, se empezara a hablar comúnmente del “tropicalismo” o la “tropicalia”, un movimiento cultural donde gravitaron, entre otros, el artista plástico Hélio Oiticica, el cineasta Glauber Rocha, y, con especial atención, los cantantes Caetano Veloso y Gilberto Gil que, sin pretenderlo demasiado -pero conscientes de la ruptura que estaban generando-, redefinieron el rumbo de la música popular en Brasil, por esos años ahogada en las radicales ideas nacionalistas impuestas por la dictadura.

En medio de un ambiente creativo desbordado, apadrinados por Veloso y Gil, surgieron Os Mutantes, un trío que se dio a conocer en Sao Paulo. Rita Lee, Sérgio Días y Arnaldo Antunes debutaron en 1966 con un estilo controvertido que, permeado por los Beatles, parodiaba de forma descarada tanto la bossa nova como el baiao. Criticada por la izquierda -decían que estaban alienados por el imperialismo- y atacada por el estado -que veía con malos ojos ese despiadado sentido del humor-, la agrupación es recordada por su vocación experimental, trasgredir los límites oficiales del pop y condensar en cinco discos publicados entre 1968 y 1972 uno de los capítulos culminantes de la psicodelia en Brasil.

Aunque en las décadas siguientes cada uno de los miembros del grupo forjaron carreras exitosas, Os Mutantes quedó relegada al lugar de la rareza y la curiosidad extravagante. Solo hasta 2011 se reveló la vigencia y la poderosa influencia que había tenido en las músicas populares iberoamericanas gracias a ‘El justiciero cha cha cha’, un tributo que imaginó el músico y escritor brasileño Arthur de Faría, quien invitó al periodista porteño Humphrey Inzillo a darle forma a la idea.

El resultado fue una reunión inverosímil de los nombres más sonoros del escenario del pop latino –Fito Páez, Café Tacvba, Aterciopelados-, viejas leyendas de la canción –Liliana Herrero, Arnaldo Antunes, Fernando Cabrera-, y otros que en esos días apenas emergían como Martín Buscaglia, Silvia Pérez Cruz y Pablo Dacal.

En medio de ese cartel exuberante llama poderosamente la atención la presencia de Asdrubal, una modesta agrupación bogotana que cierra el disco con una desquiciada versión instrumental de “Mutantes e Seus Cometas no País do Baurets, canción publicada originalmente en 1972.

“Es en este álbum donde se ve con claridad la marca legible y la poderosa influencia que ha tenido el grupo brasilero sobre las tendencias modernistas y populares dentro de la partitura musical americana. Os Mutantes resultó ser una de las primeras cocteleras delirantes de este barrio, donde aparecen todas las marcas que caracterizaron a la vanguardia artística, y una de las carabelas que vio la tierra del híbrido posmoderno, sin que le temblaran las piernas…”. Con estas palabras Fito Páez celebra la llegada del disco a las plataformas digitales, asunto que no es menor si tenemos en cuenta que desde hace varios años -como si quisiera repetir el destino de Os Mutantes- el tributo circulaba de manera subrepticia, casi como un rumor.

A propósito de la segunda oportunidad de ‘Justiciero cha cha cha’ hablamos con Humphrey Inzillo.

¿En qué circunstancias nació la idea de este tributo tan particular?

‘El justiciero cha cha cha’ fue una idea de Arthur de Faría, referente cultural oriundo de Porto Alegre, al sur de Brasil. Él es músico, periodista, escritor y también un gran enlazador de mundos artísticos. Yo lo había conocido a principios del nuevo milenio cuando vino a Buenos Aires a dictar unos seminarios sobre MPB en el Centro de Estudios Brasileños. Yo tenía poco más de 20 años en ese momento y desde entonces construimos una hermosa amistad, un poco epistolar y otro poco forjada en encuentros entre Buenos Aires y Porto Alegre. Habrá sido en 2005 o 2006, que Arthur me contó por primera vez del proyecto: un disco tributo a Os Mutantes pero cantado en español. Su primera propuesta fue que escribiera el libreto del disco, y para mí fue un orgullo. Pero luego, generoso, me invitó a participar de la producción. Los tiempos, como podrán ver, fueron bastante laxos. En 2007, Manuel Onís publicó un disco extraordinario, ‘Bagunça’. Manuel en los 90 había integrado El Horreo, un grupo que recogía el legado psicodélico de Os Mutantes - ¡había vivido en Brasil y era fan! -, y también había sido contrabajista de La Chicana, un grupo que fue uno de los pilares de una nueva generación tanguera en la Argentina. Ese disco de Manuel parecía una síntesis de todas las músicas que me interesaban en ese momento, y se transformó hasta el día de hoy, en uno de mis discos favoritos. Lo recomendé con mucho ímpetu en Rolling Stone, la revista donde trabajaba, y lo invité a participar del tributo. Éramos vecinos, así que también nos terminamos haciendo amigos. La aparición de Manuel le dio un nuevo impulso al proyecto, y Arthur aceptó encantado de sumarlo a la producción. Desde Brasil, Sandro Bello ofició de productor ejecutivo. Tuvimos un presupuesto modesto, pero indispensable para poder concretar el álbum.

¿Cómo lograron reunir un cartel que es, al mismo tiempo, tan rutilante y clandestino?

Os Mutantes es un grupo de culto. “Famoso” en un círculo de iniciados, pero no necesariamente masivo. Yo los conocí, por ejemplo, por una recopilación que había editado David Byrne para su sello Luaka Bop en 1999. Habría leído sobre ellos antes en el libro ‘Verdade Tropical’ de Caetano Veloso, unos años antes. Pero los escuché recién gracias a lo que hizo Byrne. Después me enteré que Kurt Cobain se había hecho fan, entre muchos otros. Su cantante, Rita Lee, había tenido varios hits, como “Lanza Perfume” y “Baila conmigo”, y había hecho un disco muy exitoso de versiones de los Beatles en clave de bossa nova, bastante lounge. Pero pocos sabían que Rita Lee había empezado su carrera en Os Mutantes. Entonces, creo que el disco tenía -y todavía tiene- un triple desafío, que es una triple función. Por un lado, dar a conocer la música de Os Mutantes a una nueva generación. Por el otro, presentarle un montón de artistas acaso desconocidos para aquellos fanáticos de Os Mutantes a través de sus versiones. Y, finalmente, el desafío de la traducción, y la función de construir un nuevo puente a través del idioma. Eso que usted señala en la pregunta capta perfectamente el espíritu del proyecto, mechar figuras consagradas, del mainstream, como Fito Páez, Café Tacvba, Aterciopelados (que grabaron con Sergio Dias, guitarrista de Os Mutantes), Arnaldo Antunes (que venía de vender millones de discos con Tribalistas) colaborando por primera vez con la cantora argentina Liliana Herrero, y luego un montón de artistas emergentes o que, a pesar de una extensa trayectoria -como el uruguayo Fernando Cabrera- todavía no eran masivos. En el disco hay cancionistas como Ana Prada, grupos pop como Rosal, grupos experimentales como La Manzana Cromática Protoplasmática y Asdrúbal. Pero a pesar del eclecticismo, tiene una coherencia. Algo importante de aclarar es que fue un emprendimiento independiente, sin más estructura que nosotros tres empujando para que ocurriera. Y la predisposición de los artistas fue genial. A Café Tacvba, por ejemplo, los contactó Manuel. Le escribió a Rubén Albarrán a través de MySpace. Y él se interesó por el proyecto, lo compartió con la banda y en menos de un mes nos mandaron su versión de “O relógio” que es la única canción del disco cantada en portugués (y es, también, la única canción en portugués que grabó Café Tacvba en sus más de tres décadas de trayectoria).

¿Por qué se demoró tanto en llegar a las plataformas digitales?

En el momento que salió, el CD seguía teniendo peso. Las computadoras, por ejemplo, todavía traían una lectora. Aunque el formato no estaba en su apogeo, había un gran caudal de gente que compraba y escuchaba discos. ‘El justiciero cha cha cha’ tuvo tres ediciones físicas: en Argentina lo editamos con el sello Ultrapop, en Colombia con el sello MTM y en Estados Unidos y Canadá, con National Records. Curiosamente, nunca salió en Brasil. Pero lo cierto es que, en 2010, no tenía sentido -al menos para nosotros- subir los discos a la red. Con los años, el modo de escuchar música cambió sustancialmente. Sin embargo, supongo que, por múltiples actividades, nunca habíamos tomado el impulso de hacerlo. Manuel Onís tuvo la iniciativa de gestionar los permisos y de hablar con El Club del Disco para que el álbum esté disponible en Spotify y en todas las otras plataformas de streaming disponibles.

¿Cómo lo escucha ahora? ¿Descubrió algo nuevo una década después?

Lo primero que descubrí es que me sigue gustando como el primer día. Nuestro trabajo como productores, más allá de ciertas cuestiones logísticas, estuvo vinculado a la curaduría. Es decir, no trabajamos dentro del estudio con los artistas. Sí les sugerimos, en algunos casos, qué canción podrían versionar. En esa selección, hay nombres que hace una década no tenían el peso que tienen hoy en día. Se me ocurren dos o tres casos concretos. Raül Refree, por ejemplo, alcanzó prestigio y reconocimiento como productor del primer disco de Rosalía, pero también ha colaborado con Lee Ranaldo, con Fermín Muguruza, con Albert Pla, más allá de su carrera solista, que es fantástica. Y también fue el productor de Silvia Perez Cruz, que también participa de ‘El justiciero cha, cha, cha’. En ese momento era una cantante emergente y hoy ha cosechado un merecido reconocimiento a ambos lados del Atlántico. Fernando Cabrera, que hizo una locura en el disco, también ha tenido un reconocimiento exponencial en la última década. Para nosotros tres, Fernando era un maestro y por eso lo convocamos, pero en los últimos diez años le han pasado cosas increíbles, como la colaboración y el reconocimiento de Joan Manuel Serrat, Andrés Calamaro y Fito Páez, entre otros. Pero para serte sincero, y eso creo que les pasa a Arthur y a Manuel, es que el disco nos sigue enamorando como el primer día. En lo personal, participan artistas que forman parte de la banda sonora de mi vida, como Café Tacvba, como Fito Páez, como Martín Buscaglia y como el propio Manuel Onís. Pero siento que todo recorte es injusto, porque admiro a todos los que están ahí. El arte de tapa, realizado por Martín Pérez Duro, está basada en la obra gráfica de Arnaldo Baptista, bajista de Os Mutantes. Así que lo que siento es que, en El Justiciero, como dice el axioma de la Gestalt, el todo es más que la suma de las partes.

Escuche aquí el disco completo

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