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La independencia definitiva de la Costa Caribe

Asedio tras asedio, ciudades como Cartagena cargaron con el peso de las batallas y algunas necesitaron ser reconstruidas.
Javier Hernández

Por: Javier Hernández

La emancipación en el Caribe colombiano fue un doloroso proceso que se consolidó después de la Batalla de Boyacá. Su liberación trajo consecuencias catastróficas para sus provincias por la gran destrucción en todos los aspectos que conllevó lograrla.

Hacía 1814 teníamos en Europa el fin de la coyuntura que llevó a que surgieran los movimientos independentistas en las colonias americanas. El rey de España, Fernando VII, era restaurado en el poder tras los años de dominación francesa. Con él se implantó nuevamente el absolutismo real y con esto se emprendió la más grande expedición para acabar con los rebeldes en el Virreinato de la Nueva Granada. Llegaba la Reconquista del territorio con una fuerza expedicionaria comandada por Pablo Morillo, quien salió de Cádiz al mando de 10mil hombres en enero de 1815.

Cae Cartagena

La expedición llega primero a la Isla de Margarita y después se dirige a Santa Marta y Cartagena. Las provincias de Santa Marta y Riohacha -que a la sazón eran grandes provincias y no sólo ciudades en el litoral-, eran partidarias de la causa realista. Ellas se convierten en bases de entrada para la Pacificación del territorio interior de la Nueva Granada. Cartagena llevó la peor parte de este momento al ser sitiada por las fuerzas de Morillo. Fue sitiada como provincia, tomando los pueblos más importantes de sus alrededores, para así quitarle suministros importantes para resistir.

Finalmente fue bloqueada como ciudad, encerrada en sus murallas, sin salida al interior y mucho menos con salida al mar.

Para la historiadora Adelaida Sourdis Najera, el sitio de Cartagena “fue una lucha dura y sin cuartel que duró todo un año, sacrificó un tercio de la población, liquidó la clase dirigente, destruyó la economía y dejó un saldo de desolación y miseria que fueron la causa principal de la decadencia posterior de la provincia”. El 6 de diciembre de 1815 entraban los españoles a una ciudad desolada. Más de tres mil cadáveres se pudrían en el interior de la ciudad amurallada. Posteriormente se inició la purga de aquellos sediciosos que promovieron la independencia. Más de 300 patriotas de todas las condiciones fueron pasados por las armas. Habría que esperar más de seis años para recuperar la libertad, también a un altísimo precio.

Tras la Batalla de Boyacá

La suerte del dominio español y de las provincias del Caribe se definiría muy lejos de la costa, en los campos de Boyacá con la derrota del Ejército Realista en 1819. Tras consolidar el poder en el centro, era el momento de que las tropas de Bolívar se distribuyeran por el resto del territorio que quedaba por liberar, en este caso el sur y muy especialmente Cartagena, Santa Marta y Riohacha.

“El litoral Caribe y las islas seguían funcionando como un todo orgánico dotado de unidad política y estratégica. Margarita y Maracaibo seguían estrechamente relacionadas con Riohacha, Santa Marta y Cartagena”, continúa Sourdis. El futuro almirante José Prudencio Padilla terminaba con el dominio naval español en el Lago de Maracaibo y Panamá se convertía en el último reducto español en América Central.

Por tres frentes se llevó a cabo la liberación del litoral Caribe. Por mar, una parte del Ejército Libertador llegó desde la Isla de Margarita y ocupó Riohacha en marzo de 1820; por el bajo Magdalena y las Sábanas de Corozal avanzaban los patriotas granadinos José María Córdova y Hermógenes Maza; y desde Ocaña la invasión a la Provincia de Santa Marta estuvo a cargo de los venezolanos Jacinto Lara y José María Carreño.

Se llevó a cabo un proceso similar al que realizó Morillo, tomando las poblaciones más importantes para acorralar las dos ciudades: Santa Marta y Cartagena. Riohacha cayó primero y desde allí se procedió a la invasión de la provincia, siendo Barranquilla capital y centro de las operaciones en la costa. La actual capital del Departamento de la Guajira sufrió un grave incendio como parte del proceso de liberación, al lidiar con una insurrección de mercenarios irlandeses que hacían parte de las tropas libertadoras que llegaron desde Isla Margarita y que no se encontraban conformes con las condiciones en que se les ofreció. Pero esto no fue obstáculo para que el 10 de noviembre cayera Santa Marta en manos patriotas.

Un asedio más para Cartagena

El 14 de julio de 1820 inició un bloqueo de 14 meses a la ciudad de Cartagena. El más devastador de su historia. A pesar de las condiciones adversas de la guerra, los españoles no estaban dispuestos a entregar voluntariamente su última posesión en la costa Caribe granadina. Totalmente bloqueada, con unas conversaciones de paz infructuosas y presa del hambre y las epidemias, las tropas patriotas entraron en la ciudad el 10 de octubre de 1821. La entrega, sin embargo, se realizó en medio de la caballerosidad de ambos bandos. Los españoles que quedaban pudieron salir de la ciudad con destino a la Habana, uno a uno y con todos los honores, a bordo de buques colombianos. No obstante las consecuencias para la ciudad y en general para el Caribe costero serían funestas.

Las consecuencias

Cartagena perdió la tercera parte de su población. Perdió su clase dirigente y la preeminencia geopolítica de la que gozó durante gran parte de la dominación española. Para Sourdis Najera “de 18.708 personas que se calcularon para la ciudad en 1815, la población descendió, según el censo de 1835, a 11.929 personas y siguió disminuyendo durante el siglo. En 1905 Cartagena apenas albergaba a 9.681 personas”.

A pesar de no haber sufrido la misma devastación, Santa Marta se vio afectada por la decadencia económica de Cartagena. Pero si la superó como principal puerto en el Caribe durante gran parte del siglo XIX hasta que Barranquilla tomó ese lugar a finales del mismo periodo. La ciudad de Riohacha, por otra parte, fue destruida dos veces. Como provincia quedó también devastada a tal punto que el gobierno colombiano, al mando del General Santander, autorizó la libre importación de alimentos por diez años, la exención de derechos de aduana por un año y otorgó un auxilio especial de diez mil pesos para reconstruir su iglesia. Fueron casi 100 años de atraso para la costa en medio del tumultuoso siglo XIX hasta la reapertura al mundo que llegó a esta región con el siglo XX.