Por: Jimmy Cuadros. Radio Nacional de Colombia Atlántico.
En el mágico mundo de San Jacinto, municipio del centro de Bolívar, enclavado en los verdes Montes de María, la gaita es arrullada con décimas al vaivén de una hamaca.
Nadie en esta población imagina la vida sin alguno de estos tres pilares en los que se sostiene la cultura e identidad sanjacintera desde tiempos ancestrales.
Rafael Pérez García tampoco cree que sea posible que la gaita, la hamaca y las décimas vayan cada una por su lado. Según él “no se le puede quitar una parte a la otra”.
“¿Cómo se hace para quitarle la hamaca a la música de San Jacinto, si Adolfo Pacheco la unió para siempre en la ‘Hamaca Grande’? ¿Cómo haces para quitarle esa historia, si el máximo exponente de la gaita, Toño Fernández, fue decimero?”, se pregunta Rafa, como le dicen de cariño.
Rafael –de origen campesino- es decimero, enseña y fabrica gaitas y también teje hamacas. En un rincón de la sala de su casa, en la corona de una empinada calle del barrio San Francisco, están los instrumentos de su Fundación Mi Gaita y a un costado hay un telar que esconde la vetusta repisa en la que reposa el gramófono que se ganó hace 12 años con su canción ‘Un fuego de sangre pura’, que le dio título al disco con el que Los Gaiteros de San Jacinto obtuvieron el Grammy Latino a Mejor Álbum Folclórico.
El tema de la relación entre gaita, hamaca y décimas lo apasiona tanto que insiste en explicar por qué están tan ligadas las unas a las otras. Para ello habla de las parrandas con esa sabrosura de los caribeños y la sapiencia natural de los hombres del campo.
“Mire el enlace que hay. En las parrandas tocaban los gaiteros. Terminaba la parranda y comenzaban a cantar décimas. Terminaban de cantar y colgaban las hamacas para descansar. Es una sola historia. Es mi concepto”, asegura.
Música de gaita, otra ‘santísima trinidad’
La gaita salió del campo a conquistar el mundo gracias al talento de los viejos juglares como Toño Fernández, Nicolás Hernández Polo, Juan ‘Chuchita’ Fernández, Rafael Rodríguez y Manuel Antonio ‘Toño’ García, entre otros. Este último, tío de Rafael Pérez.
Los campesinos heredaron esta música del mestizaje de la época de la Conquista. Rafael lo explica claramente en la canción ‘El Heredero’, en la que empieza cantando, acompañado de una gaita sentida en ritmo de porro, que recogió de su padre la hombría y de su madre la nobleza.
“Yo soy el buen heredero
del negro, el indio y el blanco.
Del negro heredé el tambor,
Del indio heredé la gaita
Y del español su canto.
Por eso yo toco y canto,
Por eso yo bailo y canto…”.
Pero esa esa ‘santísima trinidad’ no sería nada sin las inspiraciones campesinas de los juglares que hacían música con los ruidos del monte, la bulla de los micos y otros animales y la imponencia de la naturaleza.
“La gaita sigue siendo la historia más representativa de nosotros. Pero eso que hicieron ellos no lo puede hacer nadie más, ni nosotros que somos de acá”, asegura Rafael Pérez García.
Ese sello campesino y la fabricación de la gaita como lo hacían los zenú, con cardón o pitahaya, le dan mayor relevancia a la tradición sanjacintera ante el mundo.
“Eso tiene un toque especial, es como el sancocho, si no le pones el limón no va a saber igual. Aquí no hacemos gaitas de madera, seguimos usando el mismo material que usaban los ancestros. Lo único sintético que usamos es las tapitas de jeringas, que reemplazan las plumas de pato porque ya casi no se ven”, cuenta Rafael.
Para preservar este legado, Rafael decidió crear la Fundación Mi Gaita, donde las fabrica y enseña a niños no solo a interpretarla, sino que también hace que se apropien de la historia que encierra este mágico instrumento.
Para explicarles cómo se fabrican, prefiere hacerlo con una décima de su autoría, titulada ‘La gaita y sus instrumentos’.
“Vengo a contarles contento
cómo se hace la gaita
porque mi pueblo dio al taita
de este famoso instrumento
a todos se las presento
a la vez también les cuento
en esta composición
toda la elaboración
de tambores y maracas
porque esa es la eterna placa
de mi bella población.
Se despoja un cardón
de su vestido espinoso
y con la palma del corozo
se le saca el corazón
claro que esté en condición
o sea su carne escurrida
con una vara prendida
cuando el cardón está seco
se le abren cinco huecos
con su correcta medida.
Del cardón su cabecera
se le envuelve y lo tupido
luego con carbón molido
se mezcla toda la cera
bien moldeada y a la espera
con el pito verdadero
pluma de pato casero
por una abertura estrecha
y así la gaita está hecha
en las manos del gaitero.
La gaita macho no más
lleva dos perforaciones
y las demás condiciones
siguen el mismo compás
la maraca viene atrás
del totumo cimarrón
se le saca el corazón
y con chuira se rellena
y al agitar se resuena
acompasando al cardón.
El tambor mayor se hace
pero con palo de banco
ese es un madero blanco
que en las montañas se nace
se le da un formón que pase
perforándolo todito
luego se deja lisito
y con cuero de venado
más luego será forrado
y verán un tambor bonito.
Sobre del cuero va un aro
sobre ese aro va otro
ya lo hemos hecho nosotros
y no es un caso tan raro
más tarde llega el amparo
de una potente manila
que con la cuñas estrilas
por su deber de ajustar
y así se puede tocar
sobre de esa obra tranquila.
El llamador se aproxima
o sea el tambor menor
que tiene un golpe de honor
bien adecuado a la rima
ese golpe va a la cima
de la anticuada figura
no es difícil su estructura
del mayor lleva la esencia
la única diferencia
es su pequeña estatura.
Les hablo de la tambora
se hace del mismo madero
y se forra con dos cueros
con aro y se perfora
para que quede sonora
el cáñamo hace el derecho
la ajusta bien al estrecho
y se toca con dos palitos
tomen en cuenta toditos
que ya el conjunto está hecho”.
Todo este legado musical y cultural, pese a tener vigencia, está amenazado, según Rafael Pérez, por falta de apoyo.
“San Jacinto se caracteriza porque conservamos la música desnuda, pero no es posible que año tras año se diga que está en veremos la realización del Festival Nacional Autóctono de Gaitas, eso no puede seguir pasando. Yo siento que aún no han reconocido el trabajo que se está haciendo en San Jacinto. Los que estamos somos los que hemos seguido la tarea de preservar esto. Mi escuela gratuita es un reconocimiento a esos viejos juglares y una lucha por conservar la gaita”, indica.
Rafa, que fue cantante, verseador y compositor de los Gaiteros de San Jacinto, también tiene una resma de canciones inéditas autóctonas que no ha podido grabar por falta de recursos. Sin embargo, anuncia que no se rendirá hasta poder hacerlo.
Parece una labor quijotesca, pero mientras haya aire en sus pulmones seguirán sonando las gaitas.
Escuche aquí la crónica completa de esta historia sobre la tradición de las gaitas en San Jacinto (Bolívar):