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Cañaverales: el clamor de un pueblo que se resiste a la minería

En el sur de La Guajira, la comunidad afrodescendiente de Cañaverales libra desde hace 17 años una batalla contra un proyecto de minería de carbón que amenaza su manantial, su agricultura y la vida de más de 3.000 habitantes.
Cañaverales resiste: comunidad afro en La Guajira lucha por salvar su manantial del proyecto minero de carbón
Luis Rojas
Luis Rojas

En el corazón verde del sur de La Guajira, entre cultivos de yuca, ají y tomate, se libra desde hace 17 años una batalla por el agua, la naturaleza, la identidad y conservación del territorio, se trata del corregimiento de Cañaverales, un pequeño poblado afrodescendiente de unas 3.000 personas, la comunidad enfrenta la posible entrada de un proyecto de minería de carbón a cielo abierto, promovido por la empresa Best Coal Company (BCC), de capital turco.

El proyecto pretende extraer 7,5 millones de toneladas de carbón en una zona que, según la comunidad y expertos ambientales, no solo es un pulmón ecológico, sino la fuente de vida de cientos de familias campesinas y un refugio del bosque seco tropical, uno de los ecosistemas más amenazados del país.

Cañaverales no es una mina. Es un vergel, en sus suelos fértiles crecen alimentos que abastecen los mercados del territorio guajiro, la comunidad ha vivido históricamente de la agricultura, el pastoreo y la pesca artesanal en sus quebradas. Su joya ambiental es el Manantial de Cañaverales, una reserva forestal protectora reconocida por Corpoguajira en 2012. Desde sus estribaciones brota el agua que sostiene cultivos, animales y hogares de miles de personas en la localidad.

“Si ese manantial se pierde, se acaba la vida aquí”, dice Orangel Moya, miembro del Consejo Comunitario Los Negros de Cañaverales. “Del manantial a la cabecera hay 20 metros de desnivel y allá donde quieren abrir la mina pretenden hacer un hueco de 260 metros. Por gravedad, el agua se iría para otro lado. Acabar con Cañaverales sería acabar con la vida de más de 3.000 personas y con un territorio que aporta alimentos a toda La Guajira”.

No es una advertencia exagerada. Según estudios de Censat Agua Viva, la zona forma parte del corredor del Perijá, un ecosistema frágil que conserva los últimos relictos de bosque seco tropical en el sur del departamento y afirman que la intervención minera fragmentaría aún más el ecosistema y pondría en riesgo la seguridad alimentaria y el equilibrio hídrico de la región.

“Este proyecto tiene grandes consecuencias para la comunidad afrodescendiente de Cañaverales y para el bosque seco tropical”, explica Luis Fernanda Pedraza, investigadora de la organización Censat Agua Viva. “El ecosistema ya ha sufrido fragmentación por actividades extractivas previas. Si se permite esta mina, se afectará la reserva forestal protectora del manantial, uno de los últimos relictos naturales de esta zona del país”.

El riesgo no es solo ambiental. Según expertos, la contaminación del agua y la degradación del suelo podrían hacer inviable la agricultura, aumentar la pobreza y provocar desplazamiento forzado. En un departamento que ya sufre los estragos de la sequía y la desnutrición, la minería podría agravar esta crisis.


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El proyecto que amenaza el manantial

La empresa Best Coal Company (BCC) busca desarrollar un proyecto de explotación de carbón a cielo abierto en predios cercanos al corregimiento. El área de intervención se calcula en más de 150 hectáreas, con un tajo de unos 149 metros de profundidad, y botaderos de material estéril a pocos kilómetros del casco urbano.

Pero según Jaime Álvarez, gerente de sostenibilidad de BCC. El proyecto está completamente definido, explica: “Tenemos áreas de explotación y botaderos distantes de las comunidades y no implica ningún traslado involuntario. Hemos realizado los estudios de contaminación atmosférica e impactos hídricos e hidrogeológicos requeridos por la autoridad ambiental”.

Sin embargo, la comunidad sostiene que la mina se ubicaría en las cercanías directas del manantial, dentro de un área que debería mantenerse intocable por los grandes beneficios ambientales que ofrece al territorio.

17 años de resistencia

El conflicto no es nuevo. Desde 2008, cuando el título minero fue otorgado, la comunidad afrodescendiente de Cañaverales ha librado una larga batalla legal y social para evitar la llegada de la minería. Han participado en audiencias públicas, interpuesto tutelas, solicitando la consulta previa y llevado su caso hasta la Corte Constitucional, que reconoció la necesidad de proteger sus derechos étnicos y ambientales.

“Estamos esperanzados en que Corpoguajira tome una buena decisión”, dice Óscar Gámez, presidente del Consejo Comunitario los Negros de Cañaverales. “En junio tuvimos una audiencia pública y la entidad se comprometió a darnos una respuesta en 40 días. Luego pidieron una prórroga y ahora, en noviembre, esperamos que finalmente se pronuncien. Confiamos en que cumplan su deber de proteger el medio ambiente”.

El proceso está en manos de Corpoguajira, la autoridad ambiental del departamento, que debe decidir si otorga o no la licencia ambiental para el proyecto. Mientras tanto, la comunidad vive entre la esperanza y la incertidumbre.

“Este es ya el tercer proyecto minero que quieren meternos en el territorio”, señala Isabel Gámez, habitante de más de 60 años. “Pero no nos vamos a dejar. De aquí solo nos sacan muertos, aquí crecimos, murieron nuestros padres, nacieron nuestros hijos y nietos, no vamos a dejar que nuestra identidad sea opacada por el carbón”.

Una decisión que marcará el futuro

A mediados de este mes, Corpoguajira deberá pronunciarse sobre la licencia ambiental del proyecto. La comunidad espera que la respuesta esté del lado de la vida. Para los habitantes, Cañaverales no es solo un territorio: es su identidad, su

alimento y su agua. Por eso, no conciben que se decida abrir un tajo de carbón sobre el corazón mismo del manantial.

“No pedimos limosnas ni regalías”, resume Óscar Gámez. “Pedimos respeto por la vida. Si el país habla de transición energética, no puede seguir sacrificando los territorios que alimentan y dan agua”.

Cañaverales es hoy símbolo de una disyuntiva nacional: ¿puede Colombia hablar de transición energética mientras sigue entregando licencias para nuevas minas de carbón?

Esa respuesta dependerá de Corpoguajira, que no solo definirá el destino de un corregimiento, sino también el mensaje del Estado frente a la justicia ambiental, la soberanía alimentaria y los derechos de las comunidades afrodescendientes.

Mientas eso suceda, la población sigue aferrada a sus raíces, porque en un territorio donde el agua aún brota pura entre las piedras, Cañaverales sigue esperando que el manantial, su fuente de vida, no se convierta en un recuerdo sepultado bajo toneladas de carbón.

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