El cementerio de Santa Cruz de Piñuña Blanco, ubicado en la mitad de un territorio ancestral, es testigo del paso del conflicto armado en Putumayo; queda cerca del río que lleva el mismo nombre del departamento y sus aguas arrastraron hasta las orillas los cuerpos de víctimas de la violencia que el pueblo Siona, recogió y dio sepultura en este pequeño camposanto.
Históricamente, el conflicto armado colombiano utilizó los ríos para la desaparición de cuerpos. Bajo ese contexto, fueron lanzados al agua, lo cual hace compleja su recuperación.
En ocasiones, las corrientes los arrastran lejos, difuminando cualquier posibilidad de identificación; sin embargo, la empatía y la templanza de las comunidades ribereñas al río Putumayo, como los Siona, marcó la diferencia en este lugar del sur del país.
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La armonización ancestral
“Ya todo está listo, pueden avanzar”, dijo un abuelo del pueblo Siona con solemnidad, mientras el humo del tabaco dibujaba espirales que parecen llevar mensajes al cielo. Su voz, que alternaba con los agudos sonidos de la armónica, marcó el final de la armonización, una serie de rituales indispensables para que el equipo de la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas (UBPD) comience su labor de intervención forense al cementerio con el visto bueno de sus antepasados.
Este proceso, que fue liderado por las autoridades Siona, incluyó ceremonias con yagé, cánticos y limpiezas. Es un acto que trasciende la práctica espiritual, pues establece un vínculo entre los saberes ancestrales y la labor técnica. Para los indígenas, la tierra no es solo un espacio físico, sino sagrado.
La acción humanitaria de la UBPD
David Narváez, coordinador de la Unidad de Búsqueda en el Putumayo, resaltó la importancia de la articulación técnico-científica con los saberes ancestrales para lograr el desarrollo de la acción humanitaria que pretende, inicialmente, la revisión de 15 puntos de interés para la búsqueda al interior del camposanto. Se espera la recuperación de esos cuerpos que llegaron al territorio por el río Putumayo.
“Esta prospección significa mucho. Honramos la confianza de la comunidad que decidió trabajar con nosotros. Es una muestra poderosa de lo que se puede lograr cuando unimos visiones y saberes. No buscamos solo recuperar cuerpos esqueletizados, buscamos verdades, buscamos dignidad”, expresó Narváez.
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La participación del pueblo Siona
Por su parte, el gobernador indígena, ataviado con pesados collares de semillas que exponen su autoridad, señaló el interés del pueblo Siona, en aportar al alivio del sufrimiento de las familias que buscan a sus seres queridos desaparecidos y la limpieza de su territorio ancestral.
“Este cementerio fue el único lugar que tuvimos para dar descanso a quienes no tenían nombre. Aquí llegaron víctimas del conflicto que no tienen dolientes. Hoy queremos devolverles su identidad y su historia”, comentó el gobernador indígena.
“Nosotros no sabemos quiénes eran, pero no podíamos dejarlos sin un lugar donde descansar”, comentó Amparo, una guardia indígena que también acompaña al equipo de la Unidad de Búsqueda en las excavaciones.
La labor forense, que finalizará en los próximos días, cuenta con el acompañamiento constante de un guardia que camina entre las tumbas. Lleva una olla con pegote e incienso encendido y el humo se elevaba como suplicando a sus antepasados. “Es para limpiar el lugar espiritualmente, para que se dejen sacar más fácil”, explicó.
Esta acción humanitaria y muestra de la búsqueda colaborativa hace parte de la puesta en marcha del Plan Regional de Búsqueda del Bajo Putumayo, el cual comprende la búsqueda de más de 3.300 personas desaparecidas en los municipios de Puerto Caicedo, Puerto Asís, Orito, Valle del Guamuez, San Miguel y Puerto Leguízamo.