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40 años de recuerdos: una mirada desde el Cesar a la tragedia de Armero. Un dolor que sigue presente en la vida de los damnificados

María Gladys Guacaneme perdió 15 familiares, luego de la tragedia nunca los volvieron a ver, es un recuerdo y un dolor que la acompaña siempre.
Yohomar Navarro

“Yo recuerdo todo lo que pasó, nunca he olvidado un detalle, era miércoles 13 de noviembre de 1985. Cuando llega esta fecha, cada año, me invade la nostalgia. En ese entonces yo tenía 28 años”.

Así inicia María Gladys Guacaneme, una mujer de 68 años residente en el municipio de Manaure, en el norte del Cesar, su relato sobre lo que vivió aquel día de la tragedia “después de las cinco de la tarde llovía ceniza, después arena y nos pidieron que fuéramos hacía los cerros, eran anuncios que hacían desde la emisora Radio Armero. La arena que traía azufre estaba doblando y afectando los árboles” recuerda. “En ese entonces no entendíamos la magnitud de lo que pasaba” anotó.

Con su mirada nostálgica y hablar pausado, como si su mente recovara entre sus recuerdos contó que “Por auto parlante nos pidieron que usáramos gorras y gafas y que regresáramos a nuestras casas y nos resguardáramos. Para ese entonces había mucha gente ya intoxicada por el azufre y con los ojos irritados. Los niños se quejaban de ardor en los ojos” explica la señora Gladys.


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Mientras sus compañeras de vivienda, en el barrio La Esperanza donde residían veían televisión, la señora Gladys prefirió irse a dormir “yo sentía que estaba soñado cuando escuchaba los gritos, pateaban las puertas, se sentía el ruido y yo no podía reaccionar a lo que estaba ocurriendo. Hasta que desperté y ya no había energía eléctrica ¡claro la avalancha se había llevado la electrificadora!” exclamó.

Ella sigue relatando que “el sonido era como un avión para despegar, pero no sabíamos que pasaba. Quisimos correr nuevamente hacía los cerros, pero ya la avalancha venía, el ruido era muy fuerte. Había mucho desorden y desespero, deambulábamos por las calles buscando salida. Era una multitud. Escuchábamos lo que venía, pero no veíamos, porque no había luz”.

Después de caminar tantos kilómetros buscando refugio fue en una calle en la zona céntrica, donde asegura la señora Gladys que encontraron un lugar seguro, allí permanecieron cuatro días hasta que fueron rescatados. Explica que había muchos muertos, escombros y montañas de lodo, escenas que poco quiere recordar, ella salió despavorida de aquellas escenas de horror y se fue al municipio de Bosconia a buscar a uno de sus hermanos, luego a Valledupar.

Después de 40 años de la tragedia se sigue sintiendo nostálgica con afectaciones emocionales y rastros en su salud como los daños en los tímpanos de sus oídos, amígdalas y desviación en la columna vertebral “hay días en que no me gusta que me pregunten, siento que cuando llega el 13 de noviembre me enfermo”. A Armero ha vuelto dos veces o tres veces, precisa, “es que allí hay muchos recuerdos del horror vivido” concluye con una mirada baja que refleja pesar por sus amigos y familiares perdidos “de mi barrio no quedó prácticamente nada, nos salvamos muy poquitas personas”.

Para ella hubo negligencia “fue mucho lo que se pudo hacer”. Ella no entiende por qué si el Nevado botó ceniza por muchas semanas y se veía en el agua del canal que atravesaba el centro, nadie se alarmó “siempre nos hablaban de una inundación, un desbordamiento del río, pero nunca de un estallido del volcán”.

Tíos, tías, primos y miembros de su familia materna que en total suman 15 entre adultos y menores de edad desaparecieron, nunca más supieron de ellos “es mi fe en la biblia, mis creencias religiosas las que me han ayudado en estos años. Soy Testigo de Jehová y la lectura bíblica es la que me ha dado fortaleza”. Hoy, 40 años después, recuerda que faltó atención a los damnificados no solo física o material, también emocional para sobreponerse a la tristeza que les dejó Armero hace 40 años.

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